SAF – 06 de junio de 2018. 

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El Centro de Estudios Benaventanos «Ledo del Pozo» en su afán por divulgar difundir los valores históricos, artísticos, científicos y culturales de todo orden relativos a temas de Benavente y su comarca, ha publicado un nuevo libro.

 Presentación

 Hace algunos meses me telefoneó Juan Carlos de la Mata, archivero municipal de Benavente, interesándose en la publicación de una biografía de un personaje absolutamente desconocido (y creo que no solo para mí): Francisco Xavier de Carrión y Ribas. La había escrito un profesor de Filosofía de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Valladolid que llevaba buceando en los papeles varios años: Fernando Calderón Quindós, traductor y dieciochista, experto en J.-J. Rousseau. Pronto entramos en contacto. Tirando del hilo resultaba que en el fondo Soledad González (vulgo “Solita”) del AMB se encontraba una interesante documentación sobre Carrión, cuyo sobrino y heredero, Vicente Robles Monterroso, natural de Benavente, fue suegro del bisabuelo de “Solita” por la rama de los Ribas. Sin afán de desenredar la madeja genealógica que brillantemente Fernando esclarece en un cuadro y primer capítulo dedicado a los ancestros de Carrión, encontramos allí varios resortes de su biografía. Sabemos, por ejemplo, de sus orígenes alistanos (nació en Alcañices en 1718), y en el discurrir de las sangres de nuestro hombre reconocemos a los Porras que “vivieron de la música y para la música”, afición familiar que probablemente vino a enriquecer su amistad con Rousseau. Y en el mayorazgo de Carriones y Ribas, hombres de calidad, la ejecutoria por la que tanto suspiró, ingresar en la Orden de Santiago, o su matrimonio tardío con Antonia Josefa de Soto Posada, de rancia y noble familia asturiana. Francisco Xavier de Carrión y Ribas es uno de los muchos miles de compatriotas que desfilan por el Diccionario Biográfico Español (ahora Electrónico) de la RAH, apenas una necrológica ilustrada (o bibliográfica), sin el jugo vital que, sin embargo, le ha devuelto Fernando Calderón. Hasta la fecha se conocía que Carrió(n) había sido diplomático y corrido varias cortes europeas. Para los lectores de Rousseau, era una figura más de las muchas que pululan en las Confesiones, pero nada hacía esperar que de estas urdimbres se pudiera tejer una vividura tan llena de matices. Moceando con el ginebrino en la Venecia del Gran Tour –año de 1743– sin desdeño de su papel como secretario de la embajada en la Serenísima, recibe muy pronto enhorabuenas de sus superiores. Pasa luego a Estocolmo –primero como secretario, más tarde como encargado de negocios– donde recibe a Bernardo Ward y Antonio de Ulloa. Allí mismo solicita semillas a Linneo por encargo del ministro Carvajal, y ejerce con escrúpulo una actividad que, pese a sus numerosos desvelos y excelentes oficios, no se ve compensada por un sueldo digno que le permita representar a la Corona con decoro, según se queja. En Viena después –tiempos de guerra–, Carrión informa exactamente de los acontecimientos en su correspondencia semanal, sin olvidar la música. En reconocimiento de los servicios prestados Fernando VI le concede una licencia de seis meses.

 En Madrid y Zamora podrá ocuparse de sus asuntos: en la Corte, ingresar en la orden de Santiago; en Zamora, tomar posesión del mayorazgo, recibir el nombramiento como Regidor Perpetuo de la ciudad, y ser admitido caballero hijodalgo. Así aseguraba su herencia y engrosaba su currículo nobiliario: misión cumplida. A finales de diciembre de 1757 Carrión está en París, meses después se reencuentra con Rousseau en Montmorency, se cartean y, para disgusto del alistano, un malentendido casi se lleva al traste la vieja amistad. Siempre funcionario intachable, cumple con los despachos a satisfacción de sus superiores y parece que saca de más de un apuro al embajador español en los azarosos momentos de la guerra de los Siete Años. A resultas de la guerra se le destina a Londres con la misión de repatriar a los prisioneros españoles que Inglaterra retiene en sus costas. Una vez más en gratitud por sus méritos Carlos III resuelve nombrarlo contador de las órdenes militares, justamente un año antes de su traslado definitivo a Madrid en 1765, fecha en la que contrae matrimonio (casi moratiniano). Al fin, los honores: Académico de Honor de San Fernando (1765), diputado del común de Madrid (1766) y miembro de la Real Sociedad Económica Matritense (1775). Poco le quedaba ya para disfrutarlo. El 12 de febrero de 1779, enfermo, dicta sus últimas voluntades y tres días después fallece. El inventario de sus bienes permite pensar que nuestro funcionario intachable llevó al final una vida acomodada. Son las últimas luces de un ilustrado invisible del que ni siquiera disponemos de retrato. El que Francisco Xavier de Carrión y Ribas, dice Fernando Calderón al término de su biografía, no haya caído en el olvido se lo debe a su amigo Rousseau. Se equivoca. Si nuestro alistano tiene ahora pálpito y hechura, es gracias a este libro encomiable y bien escrito, es, tout court, mérito suyo.

Autor: Fernando Regueras Grande Presidente del CEB “Ledo del Pozo”

 

 

PORTADA

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La Imaginería Medieval En Zamora  (Siglos XII-XVI)

 

Este estudio fue becado por el Instituto de Estudios Zamoranos “Florián de Ocampo” en la XXV convocatoria de becas de investigación, correspondiente al año 2010.

 

Autores: Sergio Pérez Martín – Rubén Fernández Mateos

 

La imaginería medieval de la diócesis de Zamora que, por suerte, es ya una realidad editorial, fue en origen un proyecto de investigación becado por el Instituto de Estudios Zamoranos “Florián de Ocampo” en su XXV convocatoria de octubre 2010. El trabajo de campo y la elaboración de un material extenso y prolijo se demoró hasta agosto de 2013. En febrero de 2015, el Centro de Estudios Benaventanos “Ledo del Pozo” se incorporó también a la empresa de publicar el manuscrito encargándose finalmente de la edición, excepto las cubiertas, ajustadas a las normas de los Cuadernos de Investigación. El afán investigador y origen zamorano de los autores está detrás de la opción por un tema falto de inventario y sistematización en el ámbito diocesano (como tantos otros), aunque en algún momento pudiera parecer tedioso.

 

Sergio Pérez Martín (Valladolid 1979) es licenciado en Historia del Arte por la Universidad de Valladolid y actualmente se encuentra realizando la tesis doctoral, sobre la escultura del siglo XVI en Zamora. Master en Evaluación y Gestión del Patrimonio Histórico artístico por la Universidad de Salamanca (2007-2008), dispone de una amplia experiencia curricular.

 

Rubén Fernández Mateos (León 1981), licenciado en Historia del Arte por la Universidad de Valladolid, realiza actualmente su tesis doctoral sobre Escultura romanista de la diócesis de Astorga: discípulos y seguidores de Gaspar Becerra. Ha trabajado como historiador en la Fundación Santa María la Real de Aguilar de Campoo (2008-2010), guía en el Museo Diocesano de Palencia (2010) y en cuatro exposiciones organizadas por la Fundación de Las Edades del Hombre (2011-2014), y como profesor asociado en el Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Valladolid (2014-2015).

 

La obra consta de tres grandes títulos dedicados respectivamente al Románico, Gótico y los maestros nórdicos del tardogótico. Se organiza en capítulos iniciales con “Características Generales” de cada periodo y el catálogo de obras, con reproducción de imágenes íntegramente en color, que garantiza el rigor y disfrute visual de las distintas piezas. Confiamos, por fin, en que esta Imaginería medieval en Zamora, un libro de 272 páginas, se convierta en herramienta imprescindible para otros trabajos más específicos, censo pormenorizado de una herencia que a todos nos compete y estímulo de una labor de catalogación monumental que empezó bien hace más de un siglo (Gómez-Moreno) y todavía sigue en mantillas.

El estudio proporciona una visión general de la imaginería zamorana, situándola en el contexto leonés y castellano fundamentalmente, pero también dentro del marco hispánico.

 PORTADA

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El Centro de Estudios Benaventanos «Ledo del Pozo» en su afán por divulgar difundir los valores históricos, artísticos, científicos y culturales de todo orden relativos a temas de Benavente y su comarca, ha publicado un nuevo libro.

 

Presentación

Hace algunos meses me telefoneó Juan Carlos de la Mata, archivero municipal de Benavente, interesándose en la publicación de una biografía de un personaje absolutamente desconocido (y creo que no solo para mí): Francisco Xavier de Carrión y Ribas. La había escrito un profesor de Filosofía de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Valladolid que llevaba buceando en los papeles varios años: Fernando Calderón Quindós, traductor y dieciochista, experto en J.-J. Rousseau. Pronto entramos en contacto. Tirando del hilo resultaba que en el fondo Soledad González (vulgo “Solita”) del AMB se encontraba una interesante documentación sobre Carrión, cuyo sobrino y heredero, Vicente Robles Monterroso, natural de Benavente, fue suegro del bisabuelo de “Solita” por la rama de los Ribas. Sin afán de desenredar la madeja genealógica que brillantemente Fernando esclarece en un cuadro y primer capítulo dedicado a los ancestros de Carrión, encontramos allí varios resortes de su biografía. Sabemos, por ejemplo, de sus orígenes alistanos (nació en Alcañices en 1718), y en el discurrir de las sangres de nuestro hombre reconocemos a los Porras que “vivieron de la música y para la música”, afición familiar que probablemente vino a enriquecer su amistad con Rousseau. Y en el mayorazgo de Carriones y Ribas, hombres de calidad, la ejecutoria por la que tanto suspiró, ingresar en la Orden de Santiago, o su matrimonio tardío con Antonia Josefa de Soto Posada, de rancia y noble familia asturiana. Francisco Xavier de Carrión y Ribas es uno de los muchos miles de compatriotas que desfilan por el Diccionario Biográfico Español (ahora Electrónico) de la RAH, apenas una necrológica ilustrada (o bibliográfica), sin el jugo vital que, sin embargo, le ha devuelto Fernando Calderón. Hasta la fecha se conocía que Carrió(n) había sido diplomático y corrido varias cortes europeas. Para los lectores de Rousseau, era una figura más de las muchas que pululan en las Confesiones, pero nada hacía esperar que de estas urdimbres se pudiera tejer una vividura tan llena de matices. Moceando con el ginebrino en la Venecia del Gran Tour –año de 1743– sin desdeño de su papel como secretario de la embajada en la Serenísima, recibe muy pronto enhorabuenas de sus superiores. Pasa luego a Estocolmo –primero como secretario, más tarde como encargado de negocios– donde recibe a Bernardo Ward y Antonio de Ulloa. Allí mismo solicita semillas a Linneo por encargo del ministro Carvajal, y ejerce con escrúpulo una actividad que, pese a sus numerosos desvelos y excelentes oficios, no se ve compensada por un sueldo digno que le permita representar a la Corona con decoro, según se queja. En Viena después –tiempos de guerra–, Carrión informa exactamente de los acontecimientos en su correspondencia semanal, sin olvidar la música. En reconocimiento de los servicios prestados Fernando VI le concede una licencia de seis meses.

 

 

En Madrid y Zamora podrá ocuparse de sus asuntos: en la Corte, ingresar en la orden de Santiago; en Zamora, tomar posesión del mayorazgo, recibir el nombramiento como Regidor Perpetuo de la ciudad, y ser admitido caballero hijodalgo. Así aseguraba su herencia y engrosaba su currículo nobiliario: misión cumplida. A finales de diciembre de 1757 Carrión está en París, meses después se reencuentra con Rousseau en Montmorency, se cartean y, para disgusto del alistano, un malentendido casi se lleva al traste la vieja amistad. Siempre funcionario intachable, cumple con los despachos a satisfacción de sus superiores y parece que saca de más de un apuro al embajador español en los azarosos momentos de la guerra de los Siete Años. A resultas de la guerra se le destina a Londres con la misión de repatriar a los prisioneros españoles que Inglaterra retiene en sus costas. Una vez más en gratitud por sus méritos Carlos III resuelve nombrarlo contador de las órdenes militares, justamente un año antes de su traslado definitivo a Madrid en 1765, fecha en la que contrae matrimonio (casi moratiniano). Al fin, los honores: Académico de Honor de San Fernando (1765), diputado del común de Madrid (1766) y miembro de la Real Sociedad Económica Matritense (1775). Poco le quedaba ya para disfrutarlo. El 12 de febrero de 1779, enfermo, dicta sus últimas voluntades y tres días después fallece. El inventario de sus bienes permite pensar que nuestro funcionario intachable llevó al final una vida acomodada. Son las últimas luces de un ilustrado invisible del que ni siquiera disponemos de retrato. El que Francisco Xavier de Carrión y Ribas, dice Fernando Calderón al término de su biografía, no haya caído en el olvido se lo debe a su amigo Rousseau. Se equivoca. Si nuestro alistano tiene ahora pálpito y hechura, es gracias a este libro encomiable y bien escrito, es, tout court, mérito suyo.

Fernando Regueras Grande Presidente del CEB “Ledo del Pozo”

 

 

PORTADA

 

La Imaginería Medieval En Zamora (Siglos XII-XVI)

 

Este estudio fue becado por el Instituto de Estudios Zamoranos “Florián de Ocampo” en la XXV convocatoria de becas de investigación, correspondiente al año 2010.

 

Autores: Sergio Pérez Martín – Rubén Fernández Mateos

 

La imaginería medieval de la diócesis de Zamora que, por suerte, es ya una realidad editorial, fue en origen un proyecto de investigación becado por el Instituto de Estudios Zamoranos “Florián de Ocampo” en su XXV convocatoria de octubre 2010. El trabajo de campo y la elaboración de un material extenso y prolijo se demoró hasta agosto de 2013. En febrero de 2015, el Centro de Estudios Benaventanos “Ledo del Pozo” se incorporó también a la empresa de publicar el manuscrito encargándose finalmente de la edición, excepto las cubiertas, ajustadas a las normas de los Cuadernos de Investigación. El afán investigador y origen zamorano de los autores está detrás de la opción por un tema falto de inventario y sistematización en el ámbito diocesano (como tantos otros), aunque en algún momento pudiera parecer tedioso.

 

Sergio Pérez Martín (Valladolid 1979) es licenciado en Historia del Arte por la Universidad de Valladolid y actualmente se encuentra realizando la tesis doctoral, sobre la escultura del siglo XVI en Zamora. Master en Evaluación y Gestión del Patrimonio Histórico artístico por la Universidad de Salamanca (2007-2008), dispone de una amplia experiencia curricular.

 

Rubén Fernández Mateos (León 1981), licenciado en Historia del Arte por la Universidad de Valladolid, realiza actualmente su tesis doctoral sobre Escultura romanista de la diócesis de Astorga: discípulos y seguidores de Gaspar Becerra. Ha trabajado como historiador en la Fundación Santa María la Real de Aguilar de Campoo (2008-2010), guía en el Museo Diocesano de Palencia (2010) y en cuatro exposiciones organizadas por la Fundación de Las Edades del Hombre (2011-2014), y como profesor asociado en el Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Valladolid (2014-2015).

 

La obra consta de tres grandes títulos dedicados respectivamente al Románico, Gótico y los maestros nórdicos del tardogótico. Se organiza en capítulos iniciales con “Características Generales” de cada periodo y el catálogo de obras, con reproducción de imágenes íntegramente en color, que garantiza el rigor y disfrute visual de las distintas piezas. Confiamos, por fin, en que esta Imaginería medieval en Zamora, un libro de 272 páginas, se convierta en herramienta imprescindible para otros trabajos más específicos, censo pormenorizado de una herencia que a todos nos compete y estímulo de una labor de catalogación monumental que empezó bien hace más de un siglo (Gómez-Moreno) y todavía sigue en mantillas.

El estudio proporciona una visión general de la imaginería zamorana, situándola en el contexto leonés y castellano fundamentalmente, pero también dentro del marco hispánico.

 

 

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