La segunda mitad del siglo XX, representó una gran migración de las gentes de esta tierra, que buscaban un mejor futuro para ellos y sus descendientes y el País Vasco, representó una tierra que acogió a muchos de los emigrantes zamoranos, que en la floreciente industria que precisaba abundante mano de obra, encontraron un nuevo sentido y rumbo con el que enfocar sus vidas.
Fueron muchos los zamoranos que recalaron en el País Vasco, de todos los pueblos y comarcas de esta provincia acabaron encontrando esa forma de vida que buscaban, en la que poder satisfacer lo que esta provincia ya no podía proporcionarles.
Pero las raíces de la tierra que hemos dejado atrás, son algo que permanece a pesar de la acogida que nos hayan proporcionado en otro lugar, como dicen algunos de los que han pasado por este proceso, la tierra siempre tira y eso fue lo que les ocurrió a un grupo de 12 zamoranos, que periódicamente se juntaban en Barakaldo para recordar y añorar sus raíces y decidieron formar un centro, en el que poder mantener esta relación con todos aquellos, que como ellos, se habían visto obligados a tener que dejar atrás su tierra, su familia, sus amigos, en definitiva esas raíces que les seguían ligando a lo que había representado su forma de vida.
Así fue como en el año 1958 tomó forma el centro zamorano castellano-leones cuya sede desde el inicio se estableció en Barakaldo, una de las poblaciones de Vizcaya en la que encontraron cobijo y acomodo, muchos naturales de esta tierra zamorana.
Allí, en el centro, los zamoranos hablaban con morriña de lo que habían dejado atrás y recordaban sus pueblos, sus costumbres, su gastronomía y todo aquello que lejos de la tierra que los había visto nacer, podían disfrutarlo con otros que se encontraban en una situación muy parecida.
José Ballesteros Fresno, es uno de estos zamoranos, nacido en Tábara, que buscó un nuevo enfoque a su vida y la recibió en la acogida que recibió Vizcaya y, desde los 14 años, se integró con otros paisanos que deseaban recuperar una parte de lo que habían dejado atrás y tanto añoraban. Se implicó en el desarrollo de este centro zamorano, que como no podía ser de otra forma, lleva el nombre de San Atilano, aquel monje que fundó junto a San Froilán, el Monasterio de San Salvador de Tábara, donde en su scriptorium, se concibieron algunas de las obras cumbres del arte en miniatura medieval. También fue obispo de Zamora y la Iglesia canonizó toda la dedicación que había dedicado a una buena parte de esta provincia.
En el centro zamorano de Barakaldo, además de reunirse periódicamente todos los socios que forman parte de este colectivo, procuran mantener vivas las tradiciones que mamaron desde pequeños y que forman parte de su ADN y una vez al año, celebran una semana en la que la cultura, la gastronomía, los juegos y todo lo relacionado con las raíces que dejaron atrás, están presentes durante esa celebración tan entrañable para todos.
José Ballesteros Fresno, formó parte de la junta directiva y fue presidente de este centro durante varios años y ahora ha cedido el testigo, pero se sigue implicando en todas las actividades que realiza el centro y sus quehaceres se lo permiten.
Una vez al año, los integrantes del centro zamorano de Barakaldo, regresan a sus orígenes y desde hace años, siguen manteniendo esa relación mientras están de vacaciones en la provincia que los vio nacer, o que vio nacer a los suyos, porque muchos de los socios que actualmente mantienen el centro, son los descendientes de aquellos que un día lo crearon.
Se va proponiendo este encuentro en diferentes comarcas de la provincia y de esa forma van recorriendo muchos pueblos que son el lugar de nacimiento de quien se encarga de organizar este encuentro. Hace unos años estuvieron en Tábara y este año, el encuentro ha sido en Pobladura del Valle, donde además de visitar las bodegas tradicionales de la localidad, fueron recibidos por el alcalde y todos disfrutaron de la rica gastronomía que cada comarca zamorana ofrece a quien sabe disfrutar de ella.
Para Zamora, contar con centros como el de Barakaldo tiene que representar un orgullo, porque cuentan con esos embajadores que mejor van a hablar de esta tierra y van a saber venderla a quienes se interesan por conocer más detalles de nuestra provincia.
Los centros zamoranos repartidos en varios lugares de nuestra geografía, son los encargados de mantener vivas nuestras tradiciones, porque cuando alguien se acerca ellos, siempre va a contar con la pasión que cada uno de los integrantes que se encuentren allí, va a hablar de esta provincia que para muchos, sigue siendo la gran desconocida.