- El pasado sábado 17 de agosto, el barrio de San Lorenzo, en Tábara, fue testigo de una celebración muy especial. Agustín Pedrero de Dios, uno de sus vecinos más queridos, llegó a la impresionante edad de 100 años, rodeado del cariño y la admiración de toda su comunidad. La casa de Agustín se llenó de alegría, recuerdos y momentos emotivos, con la presencia no solo de sus familiares, sino también de los vecinos de San Lorenzo y muchos más que llegaron desde Tábara para unirse a la fiesta.
El evento estuvo lleno de gestos conmovedores. El alcalde de Tábara, Antonio Juárez, junto a Paquita, la concejala de Cultura, le entregaron una placa conmemorativa y un hermoso ramo de flores que emocionaron profundamente a Agustín. Entre los momentos más memorables de la jornada, destaca la recitación de una poesía escrita para la ocasión por una vecina de San Lorenzo, un tributo que, sin duda, quedará grabado en la memoria de Agustín.
Nacido el 23 de marzo de 1924 en San Lorenzo de Tábara, Agustín es el mayor de cuatro hermanos y ha sido testigo de un siglo de cambios y vivencias que han moldeado su larga vida. Su infancia transcurrió entre juegos tradicionales como el escondite, la peonza y el castro, compartidos con amigos de toda la vida, cuyos nombres aún recuerda con precisión. La educación también jugó un papel importante en su vida; asistió a la escuela hasta los 14 años, donde fue alumno de Don Ricardo Gómez. Con una memoria prodigiosa, Agustín todavía puede recitar pasajes de la enciclopedia y poesías como el «Romance de la Loba Parda», que aprendió en su niñez.
La influencia de su padre, quien leía «El Quijote» en voz alta para su madre, dejó una huella indeleble en Agustín, inculcándole un amor por la lectura que ha mantenido a lo largo de los años. A los 36 años, contrajo matrimonio con Juana Rojo Ferrero, con quien compartió más de cinco décadas de vida y formó una familia, aunque también sufrió la pérdida de su hija Ángela a los 30 años, un dolor que aún le acompaña.
Agustín dedicó su vida al trabajo duro en el campo como agricultor y ganadero, ocupándose de todo tipo de tareas, desde la cría de animales hasta el cultivo de cereales. Recuerda con especial cariño las matanzas, un momento de reunión familiar que marcaba el ritmo de la economía de subsistencia de su época. A pesar de las arduas jornadas, siempre encontraba tiempo para la misa, el baile y su pasión por tocar el tamboril.
En su vejez, Agustín experimentó el dolor de la pérdida cuando su esposa Juana falleció en 2017. Tras su muerte, se trasladó a Barcelona con su hija Pepita, donde ha disfrutado de nuevas experiencias, como descubrir el Mediterráneo y asistir a eventos culturales, además de mantener su mente activa con la lectura, los “mandalas” y los puzles.
A pesar de los desafíos que ha enfrentado a lo largo de su vida, Agustín sigue siendo un hombre lleno de vitalidad y gratitud. Sus 100 años son testimonio de una vida bien vivida, repleta de recuerdos, sacrificios y, sobre todo, de amor por su familia y su tierra. En su centenario, San Lorenzo y Tábara se unieron para celebrar no solo un hito en la vida de Agustín, sino también el legado de una generación que, con esfuerzo y dedicación, ha construido la historia de estos pueblos zamoranos.
La celebración de sus 100 años es una muestra de la fortaleza y el espíritu indomable de Agustín Pedrero de Dios, un hombre que, a pesar del tiempo, sigue sumando años con una sonrisa y el mismo amor por la vida que lo ha acompañado siempre.
Y seguimos caminando
Cuántos quisieran ser como yo,
tener 100 años, sin ser mayor.
Hechos vividos con emoción y
otros, ¡Dios mío!, con gran dolor.
Mi vida ha sido ser Labrador,
trabajo duro, frío y calor.
Con mi borrica, vacas y perro,
al campo fui día tras día.
Tierra pobre, poco rendía.
Cuántos caminos he recorrido,
si miro atrás yo lo revivo.
¿Qué son 100 años?, un pensamiento
en mi memoria todo lo veo.
Mi cuerpo flaco y encorvado
es consecuencia de mi trabajo.
Soy hombre culto y estructurado,
todo bien hecho y ordenado,
leo y releo, pinto “mandalas”,
Al diccionario busco palabras
y si me acuerdo hago ejercicio
tarde o mañana.
Si es necesario, cocino algo.
No muevo ficha sin haber pensado.
Mirad las piedras de este corral
que con mis manos puestas están.
Y seguimos caminando…
Bien me pasean, siempre que pueden,
por Barcelona y junto al mar,
pero en mi alma Tábrara siempre está
y San Lorenzo que es su arrabal.
Grande Agustín