• El ambiente en el Auditorio Leticia Rosino rebosaba alegría desde el primer momento. El público, compuesto por personas de todas las edades, esperaba con ansias ver en acción a uno de los colectivos más queridos y representantes del pueblo. No es para menos, pues la tradición del paloteo en Tábara es una herencia cultural profundamente arraigada que se transmite de generación en generación.

Bajo la dirección de Carlos Fresno, los jóvenes danzantes demostraron una vez más su destreza y pasión por esta danza tradicional. Durante más de una hora, el grupo ejecutó con precisión y elegancia una serie de “lazos”, movimientos coreográficos de gran complejidad que, sin embargo, parecían fluir con naturalidad en sus manos expertas.

El grupo de danza de paloteo de Tábara, siempre cercano al alma de nuestro pueblo, fue el encargado de inaugurar estas festividades. Y no lo hicieron solos; lo hicieron acompañados del cariño y la admiración de un público que, ansioso por disfrutar de una tradición que es mucho más que un baile: es un vínculo que une a las generaciones, una herencia que nos recuerda quiénes somos.

Cada movimiento, cada giro, cada golpe resonaba en los corazones de los presentes, despertando recuerdos y sentimientos que solo la danza de paloteo es capaz de evocar. Era imposible no sentirse conmovido al ver cómo estos jóvenes mantenían viva la llama de nuestras raíces, llevándonos de la mano a través del tiempo, recordándonos las historias de nuestros abuelos y bisabuelos que también danzaron al son de estos palos.

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El público, emocionado y con el corazón en la mano, respondió con ovaciones y aplausos que parecían no tener fin. Eran aplausos cargados de agradecimiento, no solo por la belleza del espectáculo, sino por la perseverancia de un grupo de jóvenes que se niega a dejar morir una parte tan esencial de nuestra identidad. En cada gesto, en cada sonrisa, se podía ver el orgullo de un pueblo que sabe valorar y proteger su pasado.

La Semana Cultural de Tábara no podría haber tenido un comienzo más emotivo. Este primer acto no fue solo una actuación; fue un homenaje a nuestras raíces, una celebración de lo que nos hace únicos, y una promesa de que, mientras haya jóvenes como estos, la esencia de Tábara seguirá viva, latiendo con fuerza en el corazón de cada uno de nosotros.

A medida que avancen los días y las actividades, llevaremos en el corazón esta primera noche, recordando que la cultura no es solo un conjunto de eventos, sino el reflejo del alma de un pueblo que sigue amando y protegiendo lo que es suyo.

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