• Ayer, a las doce del mediodía, Tábara vivió una de las jornadas más emblemáticas de su calendario: la celebración de la Santa Misa en honor a San Antonio Abad, patrón de los animales. En un día marcado por temperaturas gélidas, pero bendecido con un espléndido sol, los vecinos se congregaron en la iglesia local para rendir tributo a este santo, cuya devoción trasciende generaciones.

La ceremonia, cargada de simbolismo, estuvo presidida por la figura de San Antonio, adornado con rosarios, que nunca pueden faltar en este día, elaborados con frutos de la tierra. En el altar, las ofrendas variopintas rendían homenaje al santo, cumpliendo una tradición que se renueva año tras año. A la salida de la misa, estas ofrendas, que incluían desde castañas y manzanas hasta los tradicionales rosarios con su cruz de chorizo, gallos y un cordero, fueron subastadas en el Edificio del Reloj, transformando el acto en un gesto de solidaridad y alegría comunitaria.

Un acto de unión y generosidad

A pesar de tratarse de un día laborable, la participación fue notable. Vecinos y visitantes acudieron no solo a la misa, sino también a la animada subasta, donde las pujas reflejaban el entusiasmo y el espíritu solidario de los asistentes. Las viandas ofrecidas a San Antonio Abad encontraron nuevos hogares, y los fondos recaudados reafirmaron el carácter generoso de la comunidad tabaresa.

Tras la subasta, los asistentes compartieron un ágape que sirvió para caldear los corazones y prolongar el sentido de hermandad. Sin embargo, el día no terminó allí.

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La Sanantonada: un festín para el alma y el paladar

La jornada culminó con la tradicional “Sanantonada”, una gran fabada que se ha convertido en el plato protagonista de este día. Este año, una vez más, el Restaurante El Roble reunió a un nutrido grupo de vecinos para disfrutar de este manjar elaborado siguiendo las recetas más auténticas de la tierra. La fabada no solo deleitó los paladares, sino que también sirvió como un cierre perfecto para un día lleno de devoción y alegría.

San Antonio Abad: una vida de humildad y milagros

San Antonio Abad, cuyo legado es venerado alrededor del mundo, nació en el Alto Egipto, en el pueblo de Queman. De origen acomodado, su vida cambió radicalmente a los 18 años tras perder a sus padres. Inspirado por el Evangelio, vendió sus posesiones para ayudar a los más necesitados y se dedicó a una vida de ascetismo. En el desierto, se convirtió en guía espiritual para ermitaños y, aunque rechazó la vida en comunidad, su fama atrajo a numerosos discípulos.

Su devoción por los animales es parte esencial de su historia. Una de las anécdotas más recordadas narra la curación de una jabalina ciega, cuyo agradecimiento se tradujo en una lealtad inquebrantable hacia el santo. Este amor por los animales lo consagró como su patrón.

San Antonio Abad falleció a los 105 años, dejando un legado que sigue vivo en comunidades como Tábara, donde su día se celebra con fervor y alegría, recordándonos el valor de la solidaridad, la tradición y el amor por la naturaleza.

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