SAF – 12 de febrero de 2018.
Hay un dicho que asegura que la esperanza es lo último que se pierde, pero llega también ese momento que hasta la esperanza se acaba perdiendo.
Los pueblos del interior de algunas comarcas de Castilla, se van muriendo, es una agonía lenta, pero a la que apenas se presagia un futuro esperanzador.
Primero fueron las condiciones para sacar adelante una cosecha decente en tierras poco productivas de las que poder sacar adelante a una familia. Luego vino la emigración desmedida de los años 50 que sacaron de esta tierra a lo mejor que tenían, en busca de un futuro esperanzador y los pueblos se fueron despoblando, fueron perdiendo ese relevo generacional tan necesario y solo quedaron aquellos que se aferraban a sus raíces, pero al ir envejeciendo, también lo hacían aquellos pequeños pueblos que estuvieron llenos de vida.
La esperanza de un futuro mejor se fue quedando en el olvido, porque no se ha sabido dinamizar con equipamientos y proyectos que fueran asentando a la población a su tierra.
Fueron cerrando las escuelas, luego las tiendas, los bares, cualquier tipo de servicios y en muchos de estos lugares, ya no queda nada, se depende para la subsistencia de lo que hay que buscar en poblaciones más grandes que también seguirán el mismo camino.
Había algo que no hacía que se olvidaran las raíces, el entorno en el que fuimos creciendo y poco a poco algunos de los que ya disponían de todo el tiempo del mundo, cuando les llegaba su jubilación, deseaban disfrutar de la naturaleza que era el valor más preciado y lo que más añoraban de lo que habían dejado atrás.
Pero también esto se está perdiendo, las continuadas sequías, provocadas por no se sabe qué cambios en el equilibrio de la naturaleza, van haciendo que los acuíferos dejen de llevar agua a los manantiales y la sequía va acabando con todo.
Pero todavía nos quedaba la naturaleza y sobre todo la calidad de vida que proporciona siempre un aire limpio y fresco y también nos lo quieren robar y si lo hacen, acabaremos perdiéndolo todo.
El equilibrio es lo que ha permitido que los valores que diferenciaban a una zona, la enriquecieran y sobre todo la posicionaran como un valor emergente, pero también el equilibrio se va perdiendo y proyectos como las macro granjas de porcino que se están diseñando para el desarrollo de la zona, lo único que van a hacer es darle la puntilla a lo que nos unía a la tierra y cuando perdamos lo poco que teníamos, lo habremos perdido todo.
Un desarrollo sostenible, es lo que se necesita para que estos lugares puedan ir fijando población y la tendencia al declive se vaya normalizando, aunque algunos están empeñados en que no sea así y se olvidan de la calidad de vida que era lo único que nos unía a la tierra y se dejan llevar por intereses de muy escaso y dudoso recorrido.
Soy de la opinión que siempre hay que emplear el sentido común y ante los cambios que afectan a muchas personas hay que poner en una balanza los beneficios y el perjuicio que pueden generar. Estos proyectos carecen de beneficios para el lugar en el que se van a implantar. No crean riqueza, no asientan población, no dejan futuro, no crean empleo, solo van a dejar una tierra yerma que difícilmente va a poder recuperarse.
Envenenarán el aire y la tierra y cuando esto ocurra, ya no quedará nada, ni tan siquiera la esperanza de que algún día pueda llegar a recuperarse.
Por el lugar que están proyectadas estas instalaciones, pasan anualmente cinco mil peregrinos que cuando perciban el aire contaminado que están respirando, dejarán de sufrir mientras caminan y aconsejarán a los que vienen por detrás que se salten este tramo que se convertirá en el más desagradable del Camino.