Isaías Santos Gullón – 24 de marzo de 2019
Publicado en la página cinco CORREO DE TÁBARA en El Correo de Zamora de 8/3/1974.
-70 ANIVERSARIO DE SU MUERTE- NOTAS SOBRE SU VIDA Y SU OBRA
Nace, este gran promotor de vocaciones sacerdotales, en la pequeña villa de El Piñero, diócesis y provincia de Zamora, el 13 de septiembre de 1840.
Cursa estudios de Humanidades en el Seminario de Zamora y los de Sagrada Teología en el de Astorga, donde es ordenado sacerdote en 1870. Fue coadjutor de S. Lorenzo de Tábara, y párroco de Ferreruela de Tábara a partir del mes de junio de 1873.
En la carrera eclesiástica de don Cristóbal, azarosa y llena de contratiempos, podemos distinguir dos etapas; en medio de ellas un paréntesis forzado y de dura prueba impuesto por una guerra carlista. Terminada la campaña y vuelto a la casa paterna, encontró tan mermada la hacienda de sus abuelos, que apenas si le quedaban recursos para continuar en el Seminario. Con grandes sacrificios y al amparo de la caridad pudo terminar; esto impulsó y avivó un gran gesto de nobleza en don Cristóbal, -según conocemos por confidencia del mismo al P. Mostaza-: el mismo día de su ordenación sacerdotal hizo voto de enseñar gratis durante toda su vida los primeros años de latín a todos cuantos niños se le presentasen con vocación. Tal fue el origen heroico de la Preceptoría de Ferreruela.
Al ser nombrado párroco de Ferreruela, empezó con prontitud por sentar las bases de su obra de enseñanza. No le fue difícil habilitar un local amplio para el estudio en la misma casa rectoral, que aún se conserva. Y en seguida la obra funciona. El conocimiento de la misma
se extiende ampliamente muy pronto; centenares de jóvenes venidos de los puntos más apartados y diversos de la provincia se sintieron atraídos por la caridad y celo del heroico sacerdote.
De su dedicación heroica al apostolado de la enseñanza y de la eficacia de sus métodos educativos nos pueden hablar sus numerosos e ilustres discípulos. De su labor parroquial en la que era rigurosamente exacto, sus viejos feligreses que le siguen venerando. De la delicadeza de su trato dulce, afable, expansivo y de las bondades de su corazón en extremo caritativo, todos aquellos que tuvieron la dicha de conocerlo.
Tanto trabajo, sacrificio y entrega terminó por quebrantar la vigorosa salud de don Cristóbal. Un primer ataque de parálisis le imposibilitó del lado izquierdo; pero aún entonces sigue dando sus acostumbradas lecciones y desarrollando su labor pastoral. Por fin, su naturaleza ya empobrecida y flaca negóse a sostener por más tiempo aquel su espíritu fuerte y vigoroso: un ataque de apoplejía le hace caer sin remedio hasta terminar con él el esperado ataque congestivo. Muere en las primeras horas de la noche del día 9 de marzo de 1904. En la mañana de aquel mismo día aún había dado su última lección.
Juan Prieto, párroco.