almeida – 11 de marzo de 2019.
Cuando alguien se nos va para siempre, tratamos de buscar entre nuestros recuerdos, aquellos momentos que deseamos que permanezcan para siempre con nosotros y en el caso de Don Diego Miñambres Temprano, no hay que rebuscar mucho, porque enseguida surge ese corazón con el que hacía cada cosa,
la humanidad que aplicaba a todo lo que realizaba y la entrega que ponía en cada cosa que afrontaba y siempre nos quedará ese poso que se va dejando a lo largo de una vida y la palabra que surge enseguida para definirlo, era que se trataba de un hombre bueno, un buen cura al que echarán de menos sus parroquianos de la comarca de Tábara con los que ha pasado una buena parte de su vida.
Don Diego como todos le conocían y le trataban, nació en la vecina población de Villarrín de Campos y desde que se ordenó sacerdote en el Seminario de Astorga, tras el paso de un breve destino en Oencia, en los Picos de Europa, ha pasado 56 años ejerciendo el sacerdocio principalmente en Faramontanos de Tábara, al que consideraba su pueblo adoptivo, aunque también ha ejercido en las parroquias de Pozuelo de Tábara, Santa Eulalia y durante un breve periodo de su vida se hizo cargo de la parroquia de Tábara.
Hoy descansará para siempre en la tierra que le vio nacer, en la vecina Villarrín, cuna de buenos sacerdotes, donde también vino al mundo don Timoteo, el sacerdote que tan buen recuerdo ha dejado a los feligreses de Tábara.
En esta vida dedicada al servicio a los demás, echando la vista atrás, no hace mucho se recordaba con motivo de su cincuenta aniversario al frente de la parroquia de San Martín de Tous de Faramontanos, el primer bautizo que oficio en la persona de Maribel Boya y también la celebración de la primera defunción que tuvo que oficiar de Gregorio Monteso y en medio muchos actos que los vecinos recuerdan ahora con cariño como ese primer enlace entre Hortensia y Juanito.
Su longevidad es la que permite que la mayoría de los vecinos del pueblo le recuerde por haber estado presente en alguno de los momentos más importantes de sus vidas, no en vano, ha sido el sacerdote que durante más tiempo ha dedicado su labor pastoral a una parroquia, ya que durante 55 años, de forma ininterrumpida ha sido el cura de Faramontanos de Tábara.
Hace apenas seis años, el 25 de agosto de 2013, los vecinos de los pueblos en los que ejercía su labor pastoral, le rendían un merecido homenaje por ser un cura que había sabido ganarse el cariño, el afecto y el respeto de sus parroquianos y en este momento tan especial para Don Diego, que cumplía 50 años al frente de su parroquia, pudo ver el cariño con el que los vecinos de los pueblos en los que había estado ejerciendo, le mostraban en aquel entrañable y recordado acto.
También estuvo oficiando aquella ceremonia Don Camilo, que era el Obispo de la Diócesis de Astorga, que no quiso perder esa ocasión para resaltar los valores de un hombre bueno y le definió como un claro ejemplo de lo que debe ser un pastor de vocación entregado a su rebaño de feligreses y un líder al que imitar.
Y sobre todo, se trataba de un hombre que nos ha enseñado con el ejemplo de las acciones que va dejando en su vida, porque es así como la mayoría de las personas le van a recordar.
Por su avanzada edad, Don Diego había llegado a una merecida jubilación, pero él quiso estar al frente de su rebaño hasta el final y a pesar que había dejado ya las responsabilidades de la parroquia que representaba toda su vida a Don Carlos, el cura de Tábara, según nos confiesa Amaranta, la alcaldesa de su localidad, hasta el último día quiso seguir ejerciendo su labor pastoral, ofreciendo la eucaristía a los miembros de su rebaño durante todos los días.
Son muchos los recuerdos de la alcaldesa, porque le profesaba un afecto muy especial a don Diego, sin duda los importantes arreglos que realizó en la iglesia de San Martín de Tous, o los que hizo en el cementerio donde consiguió que los nichos fueran gratuitos para quienes iban a tener allí su eterna morada o esa labor sorda y muchas veces desconocida, de desplazarse hasta las dehesas para que los niños adquirieran una cultura y una educación tan necesaria, son gestos que le convierten en la buena persona que para todos ha sido y sobre todo, es de resaltar el respeto que los vecinos tenían por la opinión que el sacerdote daba en cada uno de los temas transcendentes, que era siempre muy estimada y sobre todo tenida en cuenta.
También Rafaela le recuerda como un hombre bueno, uno de esos santos que de vez en cuando, uno tiene la fortuna de poder conocer y de convivir durante algún tiempo con ellos, como esos momentos en los que fueron a la misa del peregrino a Santiago de Compostela con motivo de la vidita del Papa Juan Pablo II en uno de los años jacobeos.
Ha llegado ese momento en el que don Diego, ha encontrado ese descanso eterno, ese en el que su fe y sus creencias le permiten concebir una vida mejor en la que todos los sacrificios y esfuerzos que ha tenido que realizar en esta vida, se verán ampliamente recompensados cuando llegue a la presencia del Padre, porque pocos como él, podrán presentarse con el amplio bagaje de una vida dedicada por completo a los demás.
En este último viaje, no se encontrara solo, se sentirá arropado por todos sus feligreses de los pueblos en los que fue sembrando esa semilla que fue dejando en su vida. Gente agradecida por todo lo que hizo por ellos, que le dirán el último adiós mientras en sus mentes van aflorando muchos de los recuerdos que tuvieron al lado de este cura bueno.
Distintos momento en la vida de D. Diego en Faramontanos | ||