almeida – 17 de septiembre de 2018.

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La devoción a la Virgen del Carmen, se remonta a varios siglos atrás, cuando en el norte de Israel, había una comunidad de cruzados que se encontraban en las cercanías del monte Carmelo y tras una nueva derrota decidieron regresar a Europa y entre ellos se encontraba San Simón Stuek,

un general que profesaba la orden del Carmelo y cuando se encontraba en la soledad de esos momentos de reflexión, en los que en ocasiones llegas a poner en duda algunas de las creencias más profundas que tienes, el 16 de Julio de 1251, se le apareció la Virgen, acompañada de muchos Ángeles y le hizo entrega de un escapulario.

Posteriormente fueron dos santos abulenses, Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz los que establecieron una amplia reforma, para quienes solicitaban la protección de esta patrona de los pueblos en los que cuando los barcos partían a la mar, se encomendaban a la Stella Maris en busca de esa protección desde lo más alto.

También en algunos pueblos del interior, como es el caso de Tábara, se profesa a la Virgen del Carmen una gran admiración y devoción por parte de los fieles y desde los años 40, esta veneración por la Flor del Carmelo, es algo más que una tradición entre las gentes de Tábara, es una obligación por parte de los fieles que sienten esa imagen que se conserva en la iglesia del pueblo, como algo muy especial y sobre todo como algo muy suyo.

La historia se remonta a hace 70 años cuando Emilia Fresno Moráis, una devota de la Virgen del Carmen recibe la noticia que su marido Manuel Casas Jorge, debe ser intervenido para extraer un lipoma que se había reproducido en su cuello, algo habitual que esas formaciones sebosas en forma de quiste van apareciendo frecuentemente, pero en esta ocasión la proximidad a la arteria aorta, ofrece ese riesgo añadido a cualquier intervención quirúrgica en aquellos años.

José Luís Gómez Maroto, es el cirujano que se va a encargar de la intervención, algo sencillo para una persona con experiencia, pero la proximidad de la arteria en la zona afectada, le hace ser claro y prevenir sobre el riesgo que conllevaba aquella, en principio sencilla intervención.

Emilia, se despide de su marido cuando le van a introducir en el quirófano y en la soledad de la angustiosa espera, invoca a la Virgen a la que le hace la promesa que si su marido se recupera de aquel trance, adquiría la más hermosa imagen de la Virgen para que fuera admirada y venerada en el pueblo, así lo recuerdan dos de sus hijas, Elvira y Carmen que han escuchado esta historia cientos de veces.

Unos dicen que fueron las hábiles manos del cirujano y otros lo atribuyen a la intervención de la Señora, el caso es que la operación se realizó con éxito y Manuel se recuperó enseguida de la misma y ahora era cuestión de cumplir la promesa que se hizo en la soledad del hospital.

Pero aquellos tiempos de 1948, no eran fáciles para la familia que contaba con cinco hijos y dos más que llegarían después, pero para esta devota de la Flor del Carmelo, lo primero era la promesa que había realizado, ese pacto en secreto con la Virgen y en el momento que pudo se acercó hasta la Librería Religiosa de Zamora, en la actualidad Semuret y la elección en el catálogo que le mostraron fue muy sencilla, los rasgos de aquella imagen de la Virgen del Carmen, enseguida cautivaron a Emilia como lo haría después con los tabareses que tienen la ocasión de contemplarla.

Pero la imagen costaba en aquellos momentos 10.000 pesetas, una importante suma de dinero para una familia que trataba de salir adelante en aquellos difíciles años de la post guerra y la familia Casas Fresno, contaba con siete bocas más que alimentar.

El encargo se hizo a una empresa de Barcelona (Dimosa), especialista en la elaboración de imágenes religiosas y cuando la familia Fresno Casas la recogió, hasta que el Cura Don Timoteo, se hiciera cargo de ella en una hornacina que se estaba habilitando en la Iglesia, permaneció en la casa familiar cubierta con un paño con la advertencia a los pequeños para que la mantuvieran como estaba, aislada de la mirada de curiosos.

La imagen de la Virgen está representada con el niño que descansa en uno de los brazos y en el otro lleva un escapulario de la orden y en el pecho el escudo de la orden de las carmelitas. Es una imagen sencilla con una suavidad en los rasgos que consigue embriagar a quienes la contemplan.

Pero la imagen solamente depositada en la iglesia, hubiera sido algo que con el paso del tiempo se hubiera diluido y la familia, sobre todo Emilia, deseaban algo más, que se venerara a la Virgen con el mismo sentimiento que ella tenía y se rindieran honores al menos una vez al año.

Familiares y amigos de la familia comenzaron a reunirse y fueron gestando lo que en la actualidad es la Cofradía del Carmen, que comenzó con 127 cofrades que según el acta de Octubre de 1948, establecieron las bases de lo que sería la cofradía y redactaron los estatutos y el primer reglamento bajo la presidencia del cura Don Timoteo y como presidente de honor, se estableció que fuera don Manuel Casas Jorge.

De esa fecha es la primera relación de cofrades y los estatutos que constan de 11 capítulos en los que se establecen las obligaciones que tienen el mayordomo y los cofrades. Como cuota de inscripción se establecieron 3 pesetas y cada cofrade debería abonar dos pesetas como cuota anual.

Se estableció que la festividad que es el 16 de Julio, en Tábara se celebrara el tercer domingo de septiembre que es cuando ya se han concluido las labores del campo y todo el pueblo podía participar en los actos que se realizaran.

En aquellos años las cuotas daban para poco y como actuaciones extraordinarias con las que conseguir más fondos, se realizaban obras de teatro que según recuerdan, se hacían con las personas del pueblo y comenzaron a hacerse los ensayos y algunas actuaciones en la casa de los benefactores.

En la actualidad la cofradía cuenta con 500 cofrades, pero ha habido épocas en las que no se percibía tanto entusiasmo y por eso Elvira y Carmen han dejado a sus hijos el encargo que si con el paso del tiempo la cofradía llega a desaparecer, deben ser ellos y sus descendientes los que se hagan cargo de la misa y de la novena.

Los tiempos van cambiando, pero el legado de Emilia y Manuel ha representado más que un vínculo entre vecinos del pueblo, un vínculo entre los hermanos cofrades.

El día de la fiesta, el mayordomo que en esta ocasión ha sido Joaquín Villalón, un yerno de los benefactores, invita a un refresco y dulces  a todos los cofrades y después de la misa Mayor a la que asisten los cofrades con sus mejores galas, se procesiona a la virgen por calles engalanadas y floreadas y durante la procesión se ejecuta una danza del paloteo.

En la actualidad, la cofradía está dirigida por gente joven con ganas y entusiasmo para hacer cosas y para transmitir a los demás la devoción y el cariño por la patrona de esta cofradía tan vinculada desde hace casi un siglo a Tábara y a los tabareses.

 

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