Ese fue el mejor recuerdo que se llevó Avelino cuando visitó por última vez, como solía hacerlo todos los veranos, el pueblo que le vio nacer, con la celebración de las bodas de oro de su labor pastoral en el mismo lugar en el que 50 años antes fue ordenado sacerdote.

Avelino García, vino al mundo en Tábara un 26 de enero de 1944, en el seno de una familia cristiana muy practicante, sus padres Dionisio y Josefa inculcaron a sus cinco hijos desde muy pequeños los valores de la fe y fue el benjamín de ellos, Avelino, el que siguió la vocación religiosa y con 9 años, ingreso en el seminario de Astorga.

Sus padres eran humildes agricultores y ganaderos que sacaban adelante la familia que habían formado con lo que producía la tierra y también esos valores quedaron inculcados para siempre en el pequeño Avelino, que siempre ha disfrutado trabajando y colaborando en estas tareas cada vez que regresaba a su pueblo.

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Junto con otros jóvenes de su pueblo, ingresó en el Seminario de la Diócesis y fue ordenado sacerdote junto a Pío Santos, también descendiente Tabarés, el 21 de abril de 1968. La celebración fue oficiada por el obispo de la diócesis don Antonio Briva Miravent y se celebró en la plaza mayor de Tábara con la asistencia de una buena parte del pueblo que abarrotó la plaza para ser testigos de cómo dos de sus paisanos, eran ordenados sacerdotes.

Su primer destino como párroco fue a la zona de la Cabrera (Robledo de Losada, Quintanilla de Losada, Ambasaguas, Santa Eulalia, Encinedo, Trabazos y Castrohinojo). Allí fue donde comenzó una dilatada labor pastoral en la que pronto se vio sus dotes para hacerse comprender y querer por sus feligreses.

Pero el espíritu misionero de Avelino le animó a conocer otros mundos y en 1972 se unió a otros muchos sacerdotes que, enviados por las diócesis españolas, trataban de paliar la escasez de sacerdotes en hispanoamérica trasladándose a aquellas diócesis de América latina más necesitadas de sacerdotes. Así llegó a Saint Petersburg, diócesis en la que asumió el oficio de vicario en varias parroquias y posteriormente también el de párroco (coadjutor en Holy Cross en Palmetto, en la Incarnation Parish de Tampa, en Corpus Christi de Temple Terrace y finalmente en Saint Clement de Plant City como párroco).

En 1985 se incorporó al cuerpo de capellanes de las fuerzas aéreas estadounidenses (Air Force), donde ejerció su ministerio como capellán militar durante 21 años. Estuvo destinado en bases militares de Washington DC, Islas Azores, Alaska, Nueva York (Plattsburg) y San Antonio (Texas). Posteriormente ejerció como capellán de hospitales militares para veteranos en Washington y Boston.

Su afán de aprender y seguir cubriendo más servicios para su comunidad, le llevó durante esos años a estudiar un master degree en sociología (1 año) en la universidad católica de Washington DC.

En el año 2006 regresó a la Diócesis de Saint Petersburg, asumiendo la tarea de párroco de La Transfiguración, en Saint Petersburg (2006-2011). En el año 2008 recibió del Papa Benedicto XVI a distinción de Capellán de honor de su Santidad

Mas tarde, en el año 2011 fue trasladado a la Parroquia Our Lady of Grace de Beverly Hills (siempre en Florida), donde ejerció de párroco hasta que se retiró en julio del 2016.

Desde entonces siguió colaborando siempre que podía en su última parroquia, hasta que en primavera se agravó su enfermedad. Los últimos meses los pasó en la residencia de ancianos Maria Manor, de las Hermanas del Buen Socorro (Bon Secours), en Saint Petersburg. Desde allí partió su alma al encuentro con el Padre en la madrugada del pasado domingo 1 de septiembre. Ahora, su buen amigo don Antonio, será el que se ocupe de atender todo lo que Avelino ha dejado pendiente en su actividad diaria.

Pero las raíces de Tábara y los que consideraba su gente, siempre estaban en la mente de Avelino, porque cada año procuraba en verano regresar a su pueblo para reencontrarse con los suyos y cada vez que lo hacía disfrutaba colaborando en las labores del campo con quien él veía que lo necesitaba o con los que se sentía especialmente a gusto. También aprovechaba estos desplazamientos para estar con sus amigos y con sus compañeros de vocación a los que visitaba siempre que le era posible.

En Tábara, primero con don Timoteo, más tarde con don José Manuel y finalmente con don Carlos, trataba de colaborar con ellos y ayudar en la labor pastoral que ejercían, por eso era muy querido por todos y cuando en el 2018, junto a don Pío, celebró sus bodas de oro como sacerdote en Tábara, todos los que le conocían y le apreciaban, quisieron estar a su lado en ese momento, hasta don Diego, que por su avanzada edad y estado de salud no prodigaba en salidas de Faramontanos, le acompañó en ese momento.

Ayer el pueblo de Tábara le rindió el último recuerdo con una misa celebrada en su memoria. Una docena de sacerdotes, la mayoría amigos personales concelebraron una emotiva eucaristía en la que como no podía ser de otra forma, Pío Santos Gullón, su compañero de tantas cosas, fue el que tuvo ese recuerdo tan personal para su amigo y de su compañero.

Hizo una breve semblanza de Avelino en lo que lo primero que destacó fue su eterna sonrisa, esa alegría que sabía transmitir a los demás y con la que contagiaba entusiasmo.

Destacó su alegría, esa que en los primeros años le hizo conectar enseguida con las personas que estaban en las parroquias en las que se encontraba. Recuerdos ya un tanto lejanos de Tábara y del seminario de Astorga y también recuerdos de esos veranos en los que regresaba y con una docena de seminaristas realizaban actividades pastorales.

También destacó su inquietud, esa que le hizo marchar en esa labor pastoral que los misioneros deben ejercer constantemente, porque como asegura el papa Francisco, la iglesia debe volverse de nuevo misionera si no quiere desaparecer.

Una larga labor pastoral de cincuenta años vividos con la entrega con la que sabe hacerlo un autentico pastor y cuarenta años en América en los que nunca desconectó de sus orígenes porque volvía a casa cada vez que podía y siempre con la ilusión de los proyectos que todavía estaban por realizarse.

Para su compañero y amigo don Pio, todos debemos ser misioneros como lo era Avelino, porque en su enseñanza está una parte muy importante de la fe que el también supo transmitir.

En la intimidad de la sacristía, una vez terminada la celebración, don Pío solo tenía palabras y muestras de agradecimiento para su amigo y el primer recuerdo a su lado fue en la Plaza Mayor de Tábara llena de gente, de sus vecinos y ellos dos, recién salidos del seminario fueron ordenados sacerdotes por el obispo Briva Miravent, fue uno de esos momentos inolvidables en su vida y cada vez que vuelva a su mente el recuerdo de su amigo Avelino, lo primero que acudiría era su imagen sonriente, esa sonrisa que era eterna y con la que el bueno de Avelino siempre nos saludaba.

Descanse en paz este buen hombre que supo hacer su labor con la pasión que él puso en cada una de las tareas que tuvo que asumir.

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