almeida – 14 de febrero de 2015.

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Sin Lugar a dudas, esta fiesta está pensada para los más pequeños que son los que disfrutan de ella, aunque los mayores también suelen participar de una forma activa, sobre todo viendo cómo sus hijos o nietos

destacan siempre sobre el resto por la gracia con la que saben llevar el disfraz que se les ha puesto.

             A lo largo de toda la semana, los niños de Tábara, se han ido preparando para esta fiesta. Un día de la semana fueron todos al colegio con una prenda del mismo color, al día siguiente con la cara pintada y así hasta que por fin llegó el día grande y cada uno buscó los recursos mejores que tenía para conseguir destacar entre los demás.

            También los maestros se habían caracterizado para la ocasión y cada uno de ellos llevaba con diferente garbo un vestido que les permitía ser diferentes a cualquier otro día del año, eran carnavales y tocaba desinhibirse un poco frente a la mayor o menor rigidez de los días lectivos.

            Los pequeños correteaban por el patio del colegio ajenos a las miradas de los padres, abuelos y curiosos que habían venido a verles. Todos y cada uno de ellos estaban especialmente simpáticos porque sin lugar a dudas la naturalidad infantil hace que resalte enseguida lo que se ponen. Pero había algunos disfraces algo más trabajados como el que llevaba uno de los futuros carochos que llevaba al patio del colegio una de las mascaradas típicas de la zona y con las tijeras de madera extensibles, imitaba a los protagonistas de esta celebración alistana.

         SAF 150213 0097   Sin duda uno de los disfraces que más atrajo a todos los que se encontraban en el patio fue quien se había disfrazado de puesto de palomitas de maíz y fue haciendo que muchos de los niños se arremolinaran en torno suyo esperando conseguir una bolsita del producto que tan bien había sabido caracterizar.

            No hizo falta que las maestras les dijeran lo que tenían que hacer como suele ocurrir todos los días en el recreo cuando se encuentran centrados en sus juegos que hacen oídos sordos a cuanto les rodea. En el momento que la primera de las maestras salió al patio con una gran cazuela de chocolate, todos se acercaron hasta donde ésta se encontraba y de una manera un poco desordenada comenzaron a guardar fila esperando que les llegara su turno para degustar los bizcochos y el chocolate que se había preparado.

            Los restos del chocolate que se habían quedado en alguna de las caras acrecentaron la naturalidad y la gracia de estos pequeños que, una vez saciaron su gula, siguieron con los juegos hasta que se les llevó al interior del polideportivo donde podían seguir jugando resguardados del frío que hacía en la calle.

            Las imágenes que dejaron, se recogen en este reportaje para que los que no pudieron verles en directo, disfruten con algunas de las caracterizaciones que los pequeños tuvieron.

 

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