- Hoy, 1 de febrero, el Restaurante El Roble celebró por decimoquinta vez la tradicional matanza en la Plaza del Prado, un evento que, más allá de un acto gastronómico, es un fiel reflejo de la historia, la cultura y la comunidad de Tábara.
La matanza, que en tiempos pasados era una necesidad vital para muchas familias de la localidad, ha ido evolucionando con el paso de los años. De ser un proceso esencial para garantizar el sustento durante los crudos meses de invierno, ha pasado a convertirse en una tradición que sigue vigente, a pesar de los cambios en los hábitos alimenticios y el avance de la tecnología. Hoy, la matanza en Tábara es un símbolo de resistencia cultural, un momento de encuentro y de preservación de nuestras raíces.
El día amaneció soleado, con una temperatura agradable que acompañó a los asistentes durante todo el proceso. Dos cerdos fueron sacrificados con el mismo respeto y esmero que caracteriza a esta tradición, siguiendo los pasos que se han transmitido de generación en generación. El chamuscado de la piel, el raspado para eliminar impurezas y el despiece de la carne en el aire fresco de Tábara fueron momentos cargados de nostalgia y aprendizaje, especialmente para los más jóvenes, que tuvieron la oportunidad de presenciar el trabajo en vivo.
Al igual que el pasado año, el veterinario local, Juanma, ofreció una demostración práctica sobre la seguridad alimentaria, mostrando a los presentes cómo se garantiza que cada bocado que llega a la mesa esté en perfectas condiciones. Con su experiencia y conocimiento, Juanma explicó el proceso de inspección y análisis de la carne, un detalle que destacó la importancia de la calidad y la seguridad en las tradiciones gastronómicas.
Y mientras la matanza avanzaba, los aromas irresistibles de morcilla, torreznos y otros productos del cerdo cocinados al momento inundaban la plaza, por cortesía de Restaurante El Roble, deleitando a todos los presentes. Cada bocado estaba acompañado del mejor pan de pueblo y, por supuesto, un buen vino de la tierra, creando una atmósfera de camaradería y celebración. La matanza, que durante años fue un acto esencial de supervivencia, se convirtió también en una ocasión para compartir, disfrutar y recordar lo que nos une.
La danza tradicional de Paloteo, dirigida por Carlos Fresno, añadió una dosis de folclore a la jornada. Los más pequeños, mostraron sus destrezas con los palos, mientras los asistentes se unían a la fiesta con bailes y canciones que llenaban de alegría el aire. La dulzaina y el tamboril, como en las mejores tradiciones, pusieron la banda sonora a esta mañana tan especial.
Y, como cierre de este día memorable, El Roble ofreció un menú tradicional que rindió homenaje al cerdo y a la gastronomía local. Desde la tosta de morcilla con cebolla caramelizada, hasta el cabecero de cerdo a la brasa, cada plato era un homenaje al sabor y a la autenticidad de los productos de la tierra. El postre casero y el café, que cerraron la experiencia gastronómica, fueron el broche de oro a una jornada que puso de manifiesto la importancia de mantener vivas nuestras tradiciones.
La matanza de Tábara, que lleva 15 años siendo revivida por El Roble, no solo es una fiesta gastronómica, sino una muestra del fuerte vínculo entre la localidad y su historia. En un mundo que cambia rápidamente, es vital preservar estos momentos que nos conectan con nuestra cultura, recordándonos la importancia de la tradición, no solo como una forma de alimentarnos, sino como una forma de vivir y compartir juntos.
Este evento, que reúne a vecinos y forasteros, sigue siendo una piedra angular de la identidad de Tábara. Porque, en el fondo, la matanza es mucho más que un proceso culinario: es un legado que se transmite de generación en generación, un acto que refuerza los lazos de nuestro pueblo y nos recuerda que nuestras raíces, y la forma en que nos nutrimos de ellas, nunca deben caer en el olvido.
La matanza de Tábara, una tradición viva que sigue siendo el alma de la comunidad.