almeida – 25 de diciembre de 2014.
En la gélida noche castellana, la sobriedad de las capas pardas alistanas, contrastaba con la sencilla y tradicional indumentaria que vestían los pastorcillos. Era el preludio de una celebración que se pierde en el tiempo, ni los más viejos del lugar se han parado a pensar cuando comenzó a celebrarse, porque es una de esas tradiciones que se conservan inalterables con el paso de los años.
La tradicional misa del gallo que anuncia el nacimiento del Mesías, en Tábara es conocida como la misa de la Cordera, porque son los pastorcillos los que hacen la ofrenda con los productos que la tierra produce y representan el sustento de la mayoría de las gentes de esta tierra.
Los pastorcillos con su zamarra confeccionada con piel de cordero y las pastoras ataviadas con el traje típico regional, son los principales protagonistas de esta celebración.
Según van llegando se sitúan en el pasillo central de la iglesia portando las ofrendas que van a presentar al Salvador; productos que se extraen de la tierra y dos corderos que pastan por los alrededores del pueblo y cuentan con pocas semanas de vida. Tras ellos se sitúan los hombres de la tierra ataviados con las sobrias capas pardas que les protegen de las inclemencias que el tiempo ofrece en las noches de invierno. A continuación se sitúa un coro femenino arropado por los fieles que asisten a la celebración.
El coro va entonando cánticos respondiendo al Ángel que se sitúa en uno de los laterales del templo y lentamente van avanzando hasta el altar mayor donde les recibe el sacerdote que se hace cargo de las ofrendas y las presenta al recién nacido.
Es una alegoría a esos magos que hace mas de dos mil años se presentaron en Belén ante un recién nacido que estaba destinado a cambiar el mundo.
Antes de comenzar la misa, dos de los pastorcillos, entonan una cantico de alegría al recién nacido, uno de los tradicionales villancicos que se entonan en estas fechas que es celebrado por todos los asistentes.
La Eucaristia es solemne, pero a través de las palabras del sacerdote D. José Manuel, se puede percibir esa alegría y esperanza de celebrar un nacimiento de quien con la palabra, sentaría las bases para que la humanidad experimentara un cambio como no se había producido hasta entonces. Únicamente los balidos de los corderos que también querían participar en la celebración y las voces femeninas del coro rompieron el silencio que había en el templo.
Al finalizar el acto, se expuso en el altar una imagen del niño para que todos los fieles le rindieran culto y uno tras otro fueron pasando ante aquella imagen besando uno de sus pies en un acto que reafirmaba la fe y el respeto de los fieles por el recién nacido.
Así finalizaba una celebración que forma parte de la cultura de los pueblos, que ha sabido mantenerse a pesar de los avatares y las situaciones difíciles que el pueblo ha debido afrontar, porque las tradiciones, son las que mantienen la esencia de aquellos lugares
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