almeida –05 de enero de 2017.
Las caras de los personajes que dan vida a la representación de la mascarada de los Cencerrones que se celebra en Abejera, eran muy diferentes a las que pudimos contemplar el año pasado en el que el desánimo por las fuertes lluvias no presagiaba nada bueno
y hasta poco antes de que un claro entre las nubes permitiera que el acto se celebrara, todos estaban escépticos pensando que no se iba a poder celebrar lo que durante meses se había ensayado para que el primer día del año todos pudieran contemplarlo.
Mientras en la vertiente de la Sierra de la Culebra que se encuentra en la parte de Tábara, el día era desapacible con una niebla y un frío propio de estas fechas, nada más llegar a la vertiente de la zona de Sesnández, el sol era perceptible y parecía que el frío que había en el ambiente se disipaba con los rayos del sol y todos los que nos acercamos hasta esta pequeña población, pudimos contemplar la representación de los Cencerrones, una mascarada que se celebra como en los pueblos próximos para comenzar el nuevo año.
Abejera, es una población en la que las casas se fueron levantando con los materiales que abundan en la zona y la piedra y la madera han sido los elementos más característicos en cada una de las construcciones que se fueron haciendo hace años y a pesar que muchas de ellas se encuentran deshabitadas, los sólidos materiales con que se erigieron, hacen que se mantengan en pie firmes y sólidas.
Antiguamente, en tiempos del emperador, perteneció al Señorío de Tábara hasta que a finales del siglo XX, los moradores adquirieron el monte del Casal y prados para que pastasen los animales y poco a poco fueron teniendo su independencia del Señorío y fueron prosperando hasta que en la época de la revolución industrial muchos de los moradores del pueblo lo fueron abandonando buscando mejores lugares en los que poder ganarse la vida.
Han sabido mantener esta tradición que como en los pueblos vecinos, se pierde en los tiempos y no se sabe a ciencia cierta cuando comenzó a celebrarse, aunque seguramente como en los pueblos vecinos, las primeras representaciones datan de época romana en la que de una forma pagana se trataba de representar venerando a los espíritus malignos, la fertilidad de la tierra y de las personas que la habitaban.
En los últimos años, Cadaito ha sido quien más se ha esforzado para que esta tradición no llegue a perderse y es uno de los que cada año se preocupan de que todo se encuentre en orden para la función, aunque hay algunas cosas que no se pueden predecir y cuando menos se espera surge el contratiempo que este año lo ha representado la pérdida irreparable de uno de los personajes fijos de la actuación. La burra sobre la que en las últimas ediciones acompañaba al gitano en su actuación ha fallecido y los organizadores debieron buscar alguien que la reemplazara. Consiguieron un ejemplar de los que se conservan en la cría y mantenimiento del burro zamorano y aunque no estaba acostumbrado al papel que debía representar y en ocasiones se mostraba un tanto arisco y era algo más alto que el ejemplar al que reemplazaba, al final dio el juego que se esperaba de él y no llegó a desentonar.
La sátira social corre a cargo del ciego que estaba representado por David Gallego y el Molacillo,interpretado por Jesús Casado, que hicieron su aparición en una pequeña plaza al lado de la Iglesia y se acomodaron sobre una alpaca de paja esparcida que les servía de acomodo.
En ese momento hizo acto de presencia el Gitano, un papel que interpreta a la perfección en los últimos años Adrián Rodríguez, quien subido sobre el burro iba contando las virtudes del escuálido animal tratando que el alcalde del pueblo se lo comprara y cada defecto que este ponía sobre el animal, el gitano se encargaba de contrarrestarlo alabando las virtudes que el asno poseía.
Hicieron acto de presencia el Cencerrón interpretado por Álvaro Andrés y la Filandorra a la que daba vida Maikel Blanco, que aparecieron en la plaza en medio de densas nubes de humo. Mientras el Cencerrón amenazaba con su tenaza de madera, la Filandorra iba esparciendo puñados de ceniza a los que presenciaban la actuación y estos dos personajes amenazaban al Ciego y al Molacillo tratando de sacarles del lugar en el que se encontraban y comenzaron las primeras refriegas con los demás personajes que trataban de evitarlo.
Los últimos personajes que hicieron acto de presencia fueron la Madama que interpretaba Natalia Díaz y el Galán interpretado por Mónica Corral, que junto al Ciego David Gallego que iba pidiendo el aguinaldo a los asistentes, eran los personajes que encarnaban el bien.
El Ciego y el Molacillo van recitando algunas coplas recopiladas a lo largo del año en las que de una manera un tanto desenfadada se van contando cada una de las anécdotas y sobre todo, muchos de los chismes que han estado circulando por el pueblo a lo largo de todo el año. Son esa sátira social que solo se permitía en estas ocasiones en las que había licencia para casi todo y cada uno de los acontecimientos del pueblo era narrado de una forma un tanto exagerada que provocaba la sonrisa y a veces la carcajada de quienes contemplaban el espectáculo.
Aquellos que no satisfacían al ciego aportando algo para el aguinaldo eran marcados con una tiza de colores haciéndoles una marca en la cara, aunque se ha tomado la costumbre de marcar a todos los asistentes contribuyan o no con una aportación para que los que participen en la mascarada puedan celebrarlo luego con una merienda.
Se van repitiendo las apariciones del Cencerrón y la Filandorra que cada vez se muestran un poco más agresivos con aquellos que los contemplan y con el resto de los personajes que tratan de defender a quien es víctima de las tenazas extensibles del Cencerrón y las peleas se suceden una tras otra y como suele ocurrir en estos casos, el bien acaba al final triunfando cuando consiguen arrebatar las bragas de la Filandorra que son mostradas como un trofeo.
Es una simpática y amena representación del bien contra el mal que en los momentos en los que la censura se hacía más implacable, servía como válvula de escape para que los personajes pudieran decir lo que pensaban y lo que pensaba una buena parte del pueblo sin temor a represalias.
Los Cencerrones de Abejera se enmarcan dentro de las mascaradas características es esta zona de la provincia y cada año es mayor el número de personas que desean contemplar las costumbres ancestrales que había en estos pueblos.
Distintos momentos de la representación – Fotos: almeida |