Aquellos que al manifestar el lugar del que procedemos, con un cierto orgullo, decimos que hemos nacido en Venialbo del Vino, es porque nuestras raíces, continúan aferrándonos a esta tierra, en la que vimos las primeras luces y de la que mantenemos nuestros primeros recuerdos que siempre son imborrables.
Esos recuerdos de niño, que difícilmente pueden diluirse con el transcurrir de los años, son los que acuden a nuestra mente cada vez que tratamos de revivir algunas de las cosas y de los momentos buenos, que nos ha proporcionado nuestra existencia.
Para todos, hay momentos especiales que difícilmente el tiempo conseguirá que desaparezcan de nuestra mente, como aquellos de los crudos días de invierno, cuando acudíamos a la escuela y tratábamos de coger los carámbanos que el hielo iba formando y a pesar del frío los sorbíamos con avidez. Hay muchos momentos especiales en nuestra vida, pero sin duda todos los que hemos nacido en este pueblo, podemos describir con todo lujo de detalles, algunos de esos momentos inolvidables que disfrutamos al cobijo de los negrillos que se erguían majestuosos a la puerta de la iglesia.
Para todos, los negrillos se habían convertido en algo consustancial con nuestro pueblo, siempre habían estado ahí y todos pensábamos que con la robustez que manifestaban cuando los mirábamos desde el suelo, siempre permanecerían el mismo lugar.
Aventurarse a subir a lo alto de los negrillos por el hueco de uno de ellos o a través de lo que quedaba en el tronco del otro, representaba para los más pequeños, esa aventura que muchos niños siempre recordaremos como uno de los momentos más arriesgados de nuestra en infancia. Era como dominar a esos gigantes de los cuentos, que parecía que nadie podría con ellos y eran indestructibles.
También los negrillos se han convertido en testigos mudos, de infinitos momentos muy íntimos, para una buena parte de las gentes de este pueblo, porque a su sombra, en su interior o cobijados por sus ramas, se han forjado muchos proyectos de futuro que algunos han visto cumplidos.
Pero, sobre todo, los negrillos con el transcurrir del tiempo, se habían convertido en una parte de nuestro pueblo, difícilmente cualquier persona que hayamos nacido en ese lugar, podemos imaginar la plaza y la entrada de la iglesia sin uno de los dos majestuosos árboles que durante siglos permanecieron en aquel lugar.
La grafiosis, que desde los años 30 a los 80, fue infectando todos los árboles de esta especie, consiguió que los gigantes de Venialbo se doblegaran ante un hongo diminuto que fue haciéndolos decaer, hasta hacerlos casi irreconocibles. No eran los que algunos habíamos conocido, pero eran los nuestros. Como esos mayores que de repente contraen una enfermedad y vamos viendo su declive, pero a pesar de ello, es nuestro familiar y siempre querremos conservarlo a nuestro lado, aunque las condiciones en las que se encuentre no sean las óptimas.
Recientemente, uno de los negrillos ha sido talado por instrucciones del ayuntamiento. Entendemos que se habrán seguido las recomendaciones de quienes custodian la naturaleza, el SEPRONA, que para cortar una simple rama son estrictos en los requisitos que piden y han dado el visto bueno para su destrucción con el fin de evitar males mayores. Sin duda una decisión como esta solamente puede adoptarla alguien que no haya mamado todos esos sentimientos que los negrillos representan para quienes desde pequeños, los hemos visto en pleno esplendor y ha tenido que resultar muy difícil, porque para nosotros, para quienes lo hemos sentido como a ese familiar que de repente contrae un mal irreversible, resultaría imposible haber cercenado parte de la historia de nuestro pueblo.
Cuantas ilusiones, sueños, esperanzas y recuerdos ha cercenado esa hacha que se ha mostrado insensible a todo lo que se fue gestando al abrigo de su envergadura, pero eso es algo que solo pueden comprender aquellos que guardan un momento inolvidable o los que todavía son capaces de sentir algunas cosas como propias.
Algunas voces se han levantado ante lo que para muchos es un atropello que cercena una parte de la historia de Venialbo y hasta han demandado explicaciones sobre la decisión que se ha tomado y la única respuesta que, se ha obtenido, es que: los de siempre están nuevamente tocando los huevos. Como se puede ver, se trata de un argumento irrebatible por el peso que tiene y porque es muy difícil de contrarrestar y sobre todo de intentar debatir, ya que intelectualmente, llevar una discusión a este terreno, estamos convencidos de que siempre seremos derrotados por la experiencia del contrario en estas lides.
Seguramente, el rico patrimonio que tiene esta pequeña provincia de Zamora, si no hubiera sido por mucha gente de esa, que suele tocar los huevos, habría perdido muchas de las iglesias que actualmente representan el rico patrimonio cultural con el que contamos, porque como nos justificaría el experto avícola, ¿si ya no va gente, y son viejas, para qué las queremos? Igual se cae una piedra y lástima a alguien.
Confiamos que con las técnicas y métodos que contamos hoy en día, quienes han tomado la decisión de cercenar una parte de nuestra historia, recurran a los organismos competentes para que en el lugar que se encontraba el negrillo destruido, se plante otro, para que futuras generaciones de gentes nacidas en Venialbo, puedan disfrutar como muchos de nosotros lo hemos hecho, con el que ya para algunos es un recuerdo, para otros una reliquia, porque han guardado un pedazo de esa parte de nuestra historia y para otros, seguramente solo representara un problema solucionado.
Hemos tenido la suerte de disfrutar de un árbol centenario y siempre mantendremos el recuerdo de aquellos momentos que pasamos junto a él. Afortunadamente, el que utilizó o dirigió el hacha o la motosierra, desconocía todo lo que detrás de este emblemático árbol se escondía, porque resulta muy difícil llegar a ser capaz de poder destruir un sentimiento.