• La pequeña localidad de San Lorenzo volvió a demostrar ayer que la esencia de sus tradiciones sigue más viva que nunca. Como cada 20 de enero, los vecinos del barrio se reunieron con devoción para honrar a San Sebastián y San Fabián, mártires y patronos que encarnan siglos de fe y unión comunitaria. En esta ocasión, también se celebró la festividad de San Antón, el protector de los animales, con la tradicional bendición que convoca tanto a los fieles locales y de Tábara, quienes no quisieron perderse este día tan especial, a pesar del mal tiempo.

Pese a que la lluvia intentó deslucir la jornada, la perseverancia de los fieles se impuso al mal tiempo. Tras la Santa Misa en honor a los santos, San Antonio recorrió la plaza en procesión, desafiando las gotas que no lograron aplacar el entusiasmo de los asistentes. Los paraguas se alzaron como testigos de un momento de profundo fervor, recordando que ni siquiera las inclemencias del tiempo pueden frenar el pulso de la tradición.

Al término de la procesión, la plaza de San Lorenzo se transformó en el corazón de la celebración. Bajo los soportales y junto a las mesas improvisadas, los vecinos compartieron un ágape que celebró la riqueza gastronómica de la región. Entre risas y anécdotas, las especialidades locales se convirtieron en un puente entre generaciones, donde los más jóvenes aprendieron de los mayores el significado profundo de estas costumbres.

Uno de los momentos más esperados fue, como cada año, la tradicional subasta en la plaza. Productos de la tierra, rosarios de fruta, dos majestuosos pollos de corral, un conejo y el emblemático cordero fueron los protagonistas de un evento cargado de emoción y generosidad. Los fieles ofrecieron estas donaciones con el corazón y los  fieles respondieron con entusiasmo, pujando por cada lote con la energía que solo la unión de un pueblo puede generar.

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Manolo, el carismático maestro de ceremonias, volvió a ser el alma de la subasta. Su voz potente y su habilidad para animar a la multitud transformaron el acto en un verdadero espectáculo. “Es un honor seguir esta tradición. Cada año siento el apoyo y el cariño de todos ustedes”, comentó entre risas y aplausos. Su figura es ya un símbolo de estas fiestas, una pieza fundamental que conecta el pasado con el presente.

La celebración de San Sebastián, San Fabián y San Antonio en San Lorenzo no es solo un evento religioso. Es un retrato de la identidad de este barrio, una muestra viva de cómo las tradiciones unen a las personas y preservan el alma de los pueblos. Cada subasta, cada bendición y cada sonrisa compartida son testimonio de una comunidad que, sigue encontrando en sus raíces la fuerza para mirar hacia el futuro.

La lluvia puede haber marcado la jornada, pero no logró apagar el calor humano que llenó las calles de San Lorenzo. Y así, un año más, este rincón cargado de historia demostró que la fe y la tradición son un legado que, lejos de desvanecerse, se renueva con cada generación.

Como broche de oro, el Restaurante El Roble ofreció en honor a los Santos Mártires unas patatas con carne típicas de esta tierra, elaboradas especialmente para la ocasión. Este gesto puso un sabroso punto final a un día lleno de emociones y tradiciones compartidas.

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