Por fin, este año se ha podido celebrar la liturgia del jueves Santo, dando así el pistoletazo de salida al núcleo principal de la Semana Santa.
En la época en la que vivió Jesús, lavar los pies a los huéspedes y visitas era una labor muy común que debían hacer los criados a cuantas visitas llegaban a casa.
Sin embargo, Jesús, una vez más a lo largo de su vida pública, quiso enseñarnos la humildad con el ejemplo, por eso tomó un lebrillo (vasija de barro), y como si fuera el más humilde de los criados, comenzó a lavar los pies a sus discípulos. Cuando llegó a Pedro, este se negó rotundamente a que el Señor hiciese una labor que solo correspondía a los criados o esclavos de la casa. Pero Jesús, una vez más, les enseñó con el ejemplo que los últimos serán los primeros en el Reino de Los Cielos. Sin embargo, Pedro comprende lo que Jesús le está diciendo y no duda en pedirle que no solo le lavara los pies, también las manos y la cabeza.
Jesús, más que la humildad, lo que nos está enseñando es la práctica del servicio. Por eso dijo: “Ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, Vosotros también hagáis” (Juan 13:15).
D. Carlos, ha querido también este año, representar esta escena bíblica en la tarde de ayer de Jueves Santo, para recordarnos que ser serviciales es algo que debemos practicar con normalidad cada día en nuestra vida cotidiana, tal como nos enseñó Jesús.
A continuación, Al término de la Misa, conmemorando la institución de la Sagrada Eucaristía y del sacerdocio de la Iglesia, se procedió a vaciar el tabernáculo, trasladando al Santísimo Sacramento, bajo palio, hasta la Capilla del Santo Cristo donde, desde hace ya algunos años, se coloca el Santo Monumento para la adoración de los fieles durante toda la noche.