• Ayer, 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, Tábara se unió al clamor global para condenar una lacra que sigue arrebatando vidas. Convocados por el Ayuntamiento y la Fundación Leticia Rosino, más de 130 personas se dieron cita en la Plaza Mayor, para rendir homenaje a las víctimas y exigir, con firmeza, el fin de esta barbarie.

Desde primeras horas de la mañana, la Fundación Leticia Rosino colocó a lo largo del paseo central de la plaza los nombres de las 40 mujeres asesinadas este año en España. Junto a cada nombre, un zapato recordaba su ausencia. En el caso de Vanesa, Florica y Ammal, también estaban representados los hijos que murieron junto a sus madres, víctimas de la violencia vicaria que desgarra familias enteras. Cada zapato, cada nombre, narraba una tragedia que jamás debió suceder.

Por la tarde, más de un centenar de vecinos acudieron al llamado, alzando su voz en el más impactante de los silencios. La concejala de Cultura, Paquita, inauguró el acto con un comunicado que dejaba claro que esta escalada de violencia no puede seguir normalizándose. “Ni la sociedad ni los legisladores han conseguido poner fin a esta barbarie”, lamentó.

Inma, madre de Leticia Rosino, asesinada hace seis años, pronunció unas palabras cargadas de dolor y esperanza. “Es responsabilidad de todos: la familia, la enseñanza, la sociedad, y también nuestros representantes políticos. Solo juntos podremos frenar esta tragedia social”, afirmó con la voz quebrada.

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Durante el acto, Inma leyó los nombres de las mujeres asesinadas este año. Cada nombre fue acompañado por una vela encendida que, una mujer depositaba en el suelo frente a los zapatos, se terminó formando un inmenso corazón luminoso en el suelo de la plaza. En su centro, otro pequeño corazón de velas y zapatos de niño honraba la memoria de los menores asesinados.

Los datos son estremecedores: 42 mujeres asesinadas en lo que va de año, 32 niños huérfanos y 10 menores víctimas de la violencia vicaria. Naciones Unidas ya lo definió en 1980: la violencia contra las mujeres es «el crimen encubierto más frecuente del mundo». Cada 15 segundos, una mujer es agredida en alguna parte del planeta.

El acto concluyó con un minuto de silencio, más elocuente que cualquier discurso. «Que nuestra voz no se apague como se ha silenciado a las víctimas», rezaba uno de los manifiestos leídos. Los asistentes reclamaron medidas más duras: endurecimiento de las condenas, aplicación estricta de la prisión permanente revisable y actualización de la Ley del Menor, exigiendo que los jóvenes responsables de estos crímenes enfrenten las consecuencias de sus actos.

Tábara, al igual que muchas otras localidades del mundo, demostró que la unión puede convertirse en el arma más poderosa contra la indiferencia. Este acto no solo recordó a las víctimas, sino que exigió un cambio. Porque “cada vez que miramos hacia otro lado, nos convertimos en cómplices de este sinsentido”, decía Inma.

Que el respeto, la educación y la justicia sean los pilares para construir un futuro donde este acto conmemorativo no sea necesario.

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