almeida – 25 de diciembre de 2018

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Celosos de nuestras tradiciones, nos gusta mantenerlas porque somos conscientes que el día que dejemos de hacerlo, perderemos una parte muy importante de lo que siempre nos ha caracterizado, ese arraigo a las raíces de las que procedemos.

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La Misa de la Cordera representa parte de ese legado cultural, en el que los habitantes de los pueblos esperaban para reunirse en la iglesia después de la cena del día de Nochebuena, pero unas veces por la comodidad y otras por la falta de asistencia a este acto litúrgico, van haciendo que poco a poco desaparezcan, languideciendo como muchos de los pueblos de esta tierra dura y en ocasiones difícil, pero que sigue conservando la belleza que siempre ha mantenido.

Tábara, es uno de esos pocos pueblos, en los que aún se mantiene esta tradición y por el fervor con el que los vecinos, a pesar del frio que hace en las noches de invierno, muestran cada año, estamos convencidos que se conservará durante mucho tiempo.

Las familias se reúnen en las casas, para compartir esta cena del día que antecede a la Navidad, seguramente es la cena más esperada durante todo el año. Es el momento de olvidar los resquemores y malos entendidos que han ido surgiendo durante los 365 días anteriores y esa noche todo se convierte en buenos deseos. Lástima que este comportamiento no lo mantengamos los restantes días del calendario, para conseguir crear un ambiente mejor en nuestra vida.

Cuando se va acercando la media noche, después de las celebraciones y buenos deseos alrededor de la mesa, los que desean conservar la tradición, van dejando sus casas y el calor de las chimeneas y se dirigen a la iglesia del pueblo donde otros fieles se van congregando haciendo que esa misa, se convierta en una celebración muy especial.

Los niños se visten de pastorcillos y se agrupan en torno a los corderos que son protagonistas de esta celebración y ocupan un lugar destacado cerca del altar mayor de la iglesia.

Más de una docena de hombres, a la antigua usanza, se ponen la capa parda alistana que les confiere una sobriedad que destaca entre todos los reunidos. Era la prenda que en los días más crudos del invierno ayudaba a mantener el calor corporal del intenso frío que domina el exterior.

La música es otro de los elementos importantes en la celebración. Un chelo, una flauta y sobre todo, las sobrias voces de los hombres van inundando el templo, confiriendo esa armonía que llega a resultar perfecta.

Es una de esas tradiciones que no se deben perder porque somos conscientes que si un día desaparecen, algo muy importante de nosotros se ira con ellas.

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