Isaías Santos Gullón – 20 de septiembre de 2017.
Así intervino el poeta José Morán Salvador Ella si va, sentendosi laudare, benignamente d`umilta vestuta e par che sia una cosa venuta di cielo in terra a miracol mostrare Dámaso Alonso siente devoción por el soneto de Dante del que he reflejado el segundo cuarteto. Dice Dámaso:
“Treinta y cinco años hace que este soneto de Dante es un compañero de mi vida”. “Si alguna vez he mirado a lo mejor, a él se lo atribuyo. Si no se ha secado en mi alma la ingenuidad, si algo me queda de niño, a él creería que se lo debo”.
El poeta que por serlo aún más rubrica sus poemas con un heptasílabo –Juan Carlos Villacorta-, encendió un día este verso al ideal del amor a su provincia zamorana y al chasquido de su bello “Duero verde y maduro”.
“Me voy a hacer un domingo
contigo, luz encalada”.
El autor de este “documento de evocación-glosa de aquella lírica jornada” ha asociado estas dos ideas, porque cuando aquella luminosa mañana cabalgábamos la región de la “Cancioncilla de San Lázaro”, de Villacorta, José Morán Salvador iba escalando el suelo hacia el reencuentro con un poeta por el que, como Dámaso por Dante, sentía especial admiración desde niño.
He aquí el fervor hecho palabra vertida ante el altar de ese reencuentro con León Felipe en el brizar del aire tabarés por nuestro poeta don José Morán Salvador. He aquí su hermosísima “GLOSA DE LEÓN FELIPE”, en la que, – verbo certero y emocionado- es de admirar tanto la
facilidad como la calidad con que va brotando de su alma esa palabra-verso que riega:
“Gracias de antemano por este vuelco de cordialidad, por este fervor entrañable tan auténtico y caudaloso que desborda las riberas del alma donde crecen los sentimientos más sublimes y las emociones más puras”.
“Hemos llegado aquí en embajada de amor, en misión de buena voluntad quijoteando otra vez –verso en ristre- la andadura de los caminos y de los días. Estos días y estos caminos que tan maravillosamente peregrinó nuestro poeta. Y hemos venido ante todo –y quiero hacer de ello
hincapié- como heraldos y portavoces de una común necesidad espiritual nuestra y vuestra. Un poco incluso sin pensarlo, sin tiempo de preparar discursos altisonantes ni altas erudiciones metafísicas. Creedme que es más hermoso así. Para venir a Tábara a exaltar la gloria ecuménica de León Felipe, no tenemos más, señores, que echar el corazón por delante, y lo mismo que en los viejos tiempos del Méster y de Juglaría allá en las albas del romance, en las albas del idioma, cuando todavía estos valles tabareses se perfumaban, acaso, con las antífonas y con los salmos monacales, aquí nos tenéis a los juglares de hoy cantando felices entre vosotros, en el pueblo, para el pueblo, portadores del eterno mensaje de la poesía; porque estamos totalmente convencidos de que los hombres siguen entendiéndose y sobre todo, que es lo importante, siguen sintiendo cuando se hablan y cuando se escuchan de corazón a corazón”.
“Pocas veces, en nuestros avatares literarios a través de las tierras de España, hemos tenido la oportunidad de sentirnos tan cómodos, un poco tan en nuestra casa, tan ajustados y tan enquistados en una circunstancia y en un ambiente. Y no os podéis imaginar cómo a la vez nos honra y nos abruma la responsabilidad de glosar aquí, precisamente en su patria chica, la figura y el genio universales del poeta.
“Recuerdo que allá en el albor de nuestra inquietud primera, nosotros despertábamos a la poesía de la mano romera y caminante de León Felipe, cuando entonces no sabíamos ni quién era León Felipe y lógicamente no podíamos suponer que fuera zamorano, que fuera de Tábara.
Y entonces ya nos sentíamos identificados plenamente con él, nos sentíamos piedra pequeña, piedra ligera y soñábamos ser también “romeros sólo, romeros que caminan siempre por caminos nuevos”. Creedme que era como un deslumbramiento maravilloso, era como algo a la vez distante y distinto, algo a la vez alto y hondo, algo que nos estremecía el alma con el hálito de una belleza inmortal. Pero han pasado muchos años. Todo aquello está lejos. Maduraron las verdes primaveras. Tenemos una amplia perspectiva de cosas y ya desde estas alturas del camino recorrido, podemos comprobar que entre las ruinas de tantos ídolos rotos, de tantas ilusiones muertas y perdidas, “la estrella y el viento de León Felipe, el poeta de “El viento y la estrella” siguen con luz y con alas en pie”. ¡Oh, señores: “La Estrella y el Viento”.
Biógrafos ilustres, gentes de fina sensibilidad, han escudriñado, han buceado en la obra del poeta hasta exprimir todo el facetado caleidoscópico, toda la riqueza de sutiles metáforas que le da el poeta al viento, al viento obsesionante y telúrico, al viento que a la vez apaga y aviva, que crea y que destruye, que empuja y que manda. Al viento medianero siempre entre el hombre y la estrella. ¡Ah, el Hombre! El Hombre con mayúscula era lo que realmente importaba a León Felipe con sus valores auténticos, permanentes, eternos. El Hombre y la Luz. Luz de Cruz. Luz a que se llega siempre y sólo por caminos de llanto. Decía León Felipe: “Se acuñará la lágrima como se acuña el oro”. ¡León Felipe! ¡Romero infatigable por todos los caminos de la Tierra y los sueños! ¡León Felipe! A la vez esencial y existencial, abatido y
esperanzado, iluminado y sombrío”. ¡León Felipe! ¡Cosmos fabuloso! ¡Gigante mítico!, en cuyo interior luchaban entremezclados y confundidos los ángeles y los anarquistas. ¡León Felipe! ¡Auténtico!, ¡claro siempre! ¡Prisionero del viento, de su viento obsesionante, pero siempre, señores, siempre en alto la Luz, la Luz que se gana sólo con sangre y con llanto lo mismo que se gana el pan, ese pan que tenemos que pedir en oración!”.
“A pesar de su feroz individualismo, de su postura, buceando en su obra con buena voluntad, es curioso y sorprendente comprobar cómo salta en ella, en su obra, la tradición colectiva y popular de España, cómo afloran en él influencias magníficas, influencias concretas, que pueden ir desde Berceo al Arcipreste, que pueden ir desde Manrique a Juan Ramón; pero, amigos, esas influencias el poeta las supera y las salva y las deja atrás con su originalidad triunfante y arrolladora; y es que León Felipe, que presumía de no tener patria, ¡era español
hasta el tuétano!, un español andariego y trotamundos, proyectado, catapultado mejor, con ansias de universalidad…”.
“Señoras y amigos, ya termino. No olvidemos que la gloria de los poetas es eterna y que de las glorias de los poetas participan los pueblos que le dieron la luz. Vosotros, hijos de Tábara, participáis también de la gloria de León Felipe. Junto a su nombre, el nombre de este pueblo, esdrújulo y sonoro, figura ya para siempre en las antologías literarias del mundo y se conoce en todos los meridianos y en todos los paralelos”. Como dice un pensamiento de nuestros poetas: “¡Bendito sea el pueblo que da trigo y laurel!”
“Descansa ya el romero infatigable. Llevado por su viento, por su viento de siempre, ha llegado a la Luz. Y nosotros soñamos en el Olimpo de su universalidad. León Felipe, ante este espectáculo que hoy le ofrecéis vosotros, va a enmendar unos versos realmente entrañables. Y va enmendarlos así:
¡Qué júbilo
que yo ya tenga comarca!
Una villa, una casa y una lápida blanca!
¡Qué júbilo
que yo tenga ya una patria,
una patria chica: ¡TÁBARA!
y una patria grande: ¡ESPAÑA!
Nótese el ahínco, la fuerza expresiva, la pasión de don José Morán Salvador por rescatar para España, Tábara, lo que es de su patria, o sea lo poeta, lo oceánico de León Felipe. Cuando terminaba, su canto casi se hacía llanto.
Como una rima de aplausos premió la magnífica intervención del poeta, ofrecida con la misma madurez y nitidez de un mago de la oratoria lírica, e improvisada como un fruto de su sinceridad.
En la segunda parte, don José Morán Salvador, leyó versos originales. Un ramo de quintillas, “LABRADORA”, de su obra “La hora del alba”, y unas primorosas décimas, “PAÑUELO”, “MANTILLA” y “AL ALMA DE LA MUJER”, dedicadas “a una dama y su atavío”, tras unas palabras que dan referencia de su poética actual: “La poesía puede esconderse en lo más mínimo. Lo que hace falta, y esta es la postura del poeta, precisamente es saberla ver.
Saberla buscar”.
Tanto su “Labradora” –luz musical vertida entre campos de trigales- como el resto de los poemas, cosecharon el reconocimiento cordial y sonoro de los paisanos de León Felipe.
Memorias de Tábara y su poeta
Recogidas por ELISARDO GONZÁLEZ CRESPO
Publicado en la página cinco CORREO DE TÁBARA en El Correo de Zamora de 17/7/1973.