almeida – 07 de enero de 2016.

            Quién se lo iba a decir a él, que dejó hace ya muchos años de creer en los cuentos de hadas, tantos que se habían convertido en un lejano recuerdo.

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            Siempre se había considerado una persona feliz porque necesitaba muy poco, cada vez que llegaba ante el santo, no pedía nada, solo se limitaba a agradecer, agradecía la familia que la vida le había dado, su trabajo y los amigos que había conseguido hacer y siempre procuró corresponder a esta dicha que la vida le había asignado.

            Esta situación tan rutinaria, un buen día sufrió un gran cambio. Comenzó a entrar en los foros de Internet, es una nueva forma de estar en un camino virtual en el que cientos o miles de estrellas, navegan por la red, son peregrinos con quienes tienes la oportunidad de intercambiar experiencias y con quienes puedes hablar de todo lo que está vetado o no es comprendido en la vida diaria. Los amigos generalmente están saturados de esas historias y leyendas del camino que narran los peregrinos, por lo que cuando sale este tema de conversación tratan de cambiar enseguida de dialogo y esa válvula de escape son de nuevo estos foros en los que siempre encuentras a peregrinos con los que enseguida llegas a compenetrar ya que el idioma que se habla es el mismo y el vínculo del camino hace que se pasen largas horas delante de la pantalla.

            Casi siempre son personas anónimas, muchas veces el nombre con el que firman no tiene nada que ver con el suyo, pero qué importa, para su interlocutor siempre serán el nick con el que firman y quizá un día puedan ponerles cara, incluso conocerán su nombre y en ese momento hablaran con la libertad con la que se suele hablar del camino y quizá lleguen a intercambiar algunas confidencias, es lo que se busca en estos foros.

            El destino siempre es caprichoso, a veces juega malas pasadas y en otras acerca la felicidad, pero siempre es implacable y va haciendo su labor utilizando a quienes en un momento determinado ha elegido para que sus vidas se crucen y ya nada vuelva a ser como antes.

            Un buen día aparece por uno de estos foros Isabor, es una de esas estrellas que periódicamente relucía en los foros y lo hacía con luz propia, había en ella algo que la hacía diferente del resto de las estrellas que estaban en este camino virtual.

            Los comentarios de Isabor eran dulces y muy sensatos, por lo que pronto se convirtió en una de las estrellas con la que las confidencias del camino resultaban cada vez más profundas. A Yagoba le resultaban tan agradables sus palabras que platónicamente fue surgiendo un sentimiento mutuo por el camino, que hacía que los mensajes que se cruzaban fueran únicamente comprendidos por los dos interlocutores.

            Isabor no solo aspiraba a volver al camino, también quería ofrecer su tiempo en un albergue para que los peregrinos que caminaban por la ruta de las estrellas sintieran la luz y el calor que ella les proporcionaría y quiso el destino, de nuevo ese implacable destino, que el curso de hospitaleros que Isabor iba a hacer, se realizara muy cerca de donde Yagoba vivía, por lo que enseguida quiso ser el anfitrión de su nueva estrella para sentir esa luz y ese brillo que había percibido a través de las ondas hertzianas.

            Cuando vio a su estrella, enseguida comprendió que no se puede ni se debe luchar contra el destino porque sigue implacable hasta que consigue su fin.

            Pasearon por el camino, era una felicidad hacerlo con alguien con quien se compartía tanto, sin apenas conocerse, pero había tantas cosas en común que enseguida surgió una compenetración total.

            Isabor regresó a su casa, ahora ya no hacía falta que volvieran a conectar a través de los foros, habían dejado abierta una puerta en su corazón y éste se encargaba de transmitir todos los sentimientos que van descargando las neuronas del cerebro, es una conexión inalámbrica muy similar a la telepatía, ya que va transmitiendo todos los sentimientos sin necesidad de contarlos a través de artilugios que nada entienden de eso.

            Yagoba supo que había encontrado una estrella que seguirá en el camino transmitiendo su alegría, sus ojos y su sonrisa van a ser siempre su mejor carta de presentación y los peregrinos que la encuentren podrán decir que la han conocido aunque nunca puedan pronunciar su nombre, ése es solo para quienes ella ha escogido y Yagoba era uno de los afortunados, lo sabía porque cuando estaba a su lado o pensaba en ella, volvía a sentir que las mariposas revolotean de nuevo en su estómago.

            Pero, el destino, también nos muestra en numerosas ocasiones a esas estrellas errantes que pasan fugazmente por el firmamento y solo vemos un destello ya que su luz, se apaga enseguida.

            Las estrellas fugaces, son en ocasiones hasta más brillantes que las que permanecen en el cielo, pero cuando desaparecen por el horizonte ya no vuelven a dejar su brillo ni nos proporcionan el calor que emite su luz porque son muy efímeras.

            Yagoba, se dio cuenta que también debe aprender a ver este tipo de estrellas de las que el firmamento está plagado y enseguida comprendió que solo las que permanecen, las de siempre, siguen manteniendo su brillo, son las que podrá siempre ubicar en su firmamento, porque esas, no van nunca a dejar de iluminarle, aunque algún día no las pueda ver porque las oculte una potente nube, pero las nubes son siempre pasajeras que se mecen a voluntad del viento.

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