almeida 12 de julio de 2017
Durante la década de los cincuenta, en muchos pueblos de la provincia de Zamora, las condiciones en las que muchas familias sobrevivían, les obligaron a buscar un futuro mejor, sobre todo, pensando en los hijos y en su futuro y se produjo una emigración importante principalmente a Madrid, Barcelona y Vizcaya.
El auge industrial que se estaba produciendo en el País Vasco, posibilitó que toda la mano de obra que iba llegando, resultara insuficiente para todo el trabajo que se estaba produciendo, principalmente en muchas empresas que llegaban contaban con tres turnos de trabajo para sacar adelante toda la producción que desde diferentes lugares demandaban.
De esa forma, muchas de las poblaciones a las márgenes del Nervión, principalmente las de la margen izquierda (Barakaldo, Sestao, Portugalete, …), acogieron a muchos zamoranos que encontraron en este lugar, un sitio donde poder sacar adelante a sus familias con un futuro mejor y más esperanzador.
Pero la tierra siempre tira y en los primeros años se añoraba de una forma importante las raíces de la tierra que se había quedado atrás y poco a poco fueron agrupándose quienes procedían de lugares cercanos y fueron creando espacios en los que poder encontrarse y de esa forma hacer que la morriña que sentían por las raíces no resultara tan acusada.
Fue el tiempo en el que surgieron numerosas casas regionales, centros en los que poder reunirse y recordar ese arraigo que les seguía manteniendo unidos a la tierra en la que nacieron.
En el año 1958 se fundó el Centro Zamorano de Barakaldo y en fechas similares surgió también uno en Santurce que reunía sobre todo los fines de semana a los paisanos, quienes mientras jugaban una partida de cartas o degustaban un plato típico de su provincia, hablaban sobre las raíces que a todos seguían ligándoles a la tierra en la que nacieron.
Han pasado ya casi sesenta años desde que el Centro Zamorano de Barakaldo abrió sus puertas y en la actualidad cuenta con 175 socios que se reúnen periódicamente. La mayoría de ellos en estos momentos se encuentran jubilados y han echado raíces en la tierra que les acogió, en la que viven sus hijos y sus nietos, pero siempre que pueden vuelven a su tierra para mantener vivo ese contacto con los suyos, con los de toda la vida.
José Ballesteros, Pepe para sus amigos, es un tabarés que emigró en 1961, hace ya 56 años y en la actualidad es el presidente del Centro Zamorano de Baracaldo en el que ingresó cuando contaba apenas unos años, porque recientemente ha cumplido las bodas de oro como socio y recientemente ha organizado una excursión con integrantes del Centro para visitar algunos de esos lugares especialmente hermosos con los que cuenta la provincia, como son los Arribes del Duero y como tabarés, ha querido que también conocieran el pueblo en el que nació y la historia que encierra esta población cuna de los Beatos y de León Felipe.
El Centro Zamorano organiza para sus socios, que principalmente son de la provincia de Zamora, aunque también cuentan con socios de provincias y de comunidades vecinas, una serie de actividades a lo largo del año para que no se olviden nunca esos orígenes que son el orgullo de cada uno.
Coincidiendo con las fiestas de San Atilano, suelen organizar concursos de fotografía, de pintura, campeonatos de calva y las mujeres se esmeran en las actividades que mantienen las tradiciones culturales y gastronómicas que aprendieron de niñas.
Están en contacto con las cosas que acontecen en la provincia a través del Correo de Zamora que lo reciben diariamente en el centro y suelen organizar charlas y conferencias sobre temas específicos que están abiertos a todos los socios y a quienes deseen asistir a presenciarlos.
Cuentan con un coro que lleva el nombre de San Atilano y anualmente organizan alguna actuación en la que invitan a otros coros de los centros regionales limítrofes y ellos acuden también cuando se lo piden.
Pero uno de los momentos más agradables para Pepe a lo largo del año, es cuando en vacaciones disfruta de su pueblo y desde hace más de treinta años, el día 23 de agosto, los socios del Centro que se encuentran de vacaciones en Zamora, suelen quedar cada año en un pueblo y se van reuniendo en la mayoría de los pueblos de la provincia, dependiendo el lugar de nacimiento del socio al que le toque organizarlo ese año.
Pero, el medio centenar de personas que venían en la excursión organizada por el centro, deseaban ver y disfrutar de una mañana en Tábara y José Ramos, alcalde de la localidad, les estaba esperando en la iglesia de Santa María para explicarles lo que en Tábara se hizo hace más de mil años, cuando el Monasterio de San Salvador se encontraba en pleno auge.
Comenzó hablando de la posición estratégica de la localidad en un nudo por el que se accede a algunos de los principales lugares de la provincia ya que es paso para quienes se dirigen a la comarca de Sanabria y al parque natural que hay en esa zona y también está muy cerca de las lagunas de Villafáfila, un lugar de visita obligada para los amantes de la naturaleza. También en las cercanías de la localidad comienza la Sierra de la Culebra en la que se puede contemplar una exuberante fauna y la mayor presencia del lobo en libertad en toda Europa.
Cuando San Froilan y San Atilano crearon un monasterio en Tábara, éste pronto se convirtió en uno de los centros culturales más importantes de Europa gracias a su Scriptorium, en el que se concibieron algunas de las páginas más hermosas que el arte ha llegado a conocer.
Todo se conjugó para que el talento de Magius fuera creando el Beato de San Miguel que ahora se le conoce como Beato Morgan y una vez terminado éste, comenzaron un nuevo códice que se conoce como el Beato de Tábara y es una de las obras más bellas que el arte nos ha legado.
Magius no pudo ver terminada su obra que concluyeron Senior y Emeterius, dos discípulos aventajados del maestro de las miniaturas medievales.
También en el scriptorium tabarense se concibió el conocido como Beato de Gerona en el que participó la monja Ende que es la primera mujer artista de la que se tiene su obra firmada.
Esto hizo que el Scriptorium Tabarés durante mucho tiempo fuera esa escuela que marcó unas pautas en el arte medieval que se fue creando en muchos monasterios posteriormente.
Fue efímera la existencia del Monasterio de San Salvador, porque antes del año mil, la campaña de Almanzor arrasó con todos los centros monásticos que se encontraba a su paso.
Siguiendo las pautas de la lámina en la que se puede contemplar el Scriptorium que había en el Beato de Tábara, a mediados del siglo XII se erigió la iglesia de Santa María en estilo románico y parte de esa construcción es la que ha llegado hasta nosotros, pero una parte muy pequeña de lo que debió ser un templo sobresaliente.
Los que recuerdan el estado en el que la iglesia se encontraba a mediados del siglo XX, todavía recuerdan como era el granero en el que se guardaban las cosechas y también las pinturas que había en el techo de la nave que se vino abajo y tuvo que ser de nuevo levantada para que las inclemencias del tiempo no afectaran al interior.
Los visitantes fueron viendo los diferentes espacios que forman el actual Centro de interpretación de los Beatos y el alcalde les fue dando cumplida cuenta de lo que iban presenciando, desde algunas de las reproducciones más significativas de los Beatos, como el espacio dedicado al profesor Williams, uno de los máximos conocedores del arte medieval y el principal embajador de Tábara y sus Beatos así como los cuatro facsímiles que se conservan en el centro, los tres realizados en el Scriptorium y el Beato de las Huelgas, copia del Beato de Tábara.
Seguidamente contemplaron un audiovisual en el que se explica la historia de los Beatos y del Monasterio en el que fueron concebidos.
Una visita a los principales lugares del pueblo donde pudieron contemplar el Palacio de los Marqueses de Tábara y la estatua dedicada a León Felipe y también una visita a los bares de la localidad para degustar las excelencias de esa gastronomía en miniatura que se hace en estos locales, fue el paso previo a una comida que clausuró esta visita en la que todos se llevaron un buen recuerdo con mucho sabor de su paso por Tábara, donde esperamos que vuelvan con más calma cuando se encuentren de vacaciones en sus pueblos.
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Durante la década de los cincuenta, en muchos pueblos de la provincia de Zamora, las condiciones en las que muchas familias sobrevivían, les obligaron a buscar un futuro mejor, sobre todo, pensando en los hijos y en su futuro y se produjo una emigración importante principalmente a Madrid, Barcelona y Vizcaya.
El auge industrial que se estaba produciendo en el País Vasco, posibilitó que toda la mano de obra que iba llegando, resultara insuficiente para todo el trabajo que se estaba produciendo, principalmente en muchas empresas que llegaban contaban con tres turnos de trabajo para sacar adelante toda la producción que desde diferentes lugares demandaban.
De esa forma, muchas de las poblaciones a las márgenes del Nervión, principalmente las de la margen izquierda (Barakaldo, Sestao, Portugalete, …), acogieron a muchos zamoranos que encontraron en este lugar, un sitio donde poder sacar adelante a sus familias con un futuro mejor y más esperanzador.
Pero la tierra siempre tira y en los primeros años se añoraba de una forma importante las raíces de la tierra que se había quedado atrás y poco a poco fueron agrupándose quienes procedían de lugares cercanos y fueron creando espacios en los que poder encontrarse y de esa forma hacer que la morriña que sentían por las raíces no resultara tan acusada.
Fue el tiempo en el que surgieron numerosas casas regionales, centros en los que poder reunirse y recordar ese arraigo que les seguía manteniendo unidos a la tierra en la que nacieron.
En el año 1958 se fundó el Centro Zamorano de Barakaldo y en fechas similares surgió también uno en Santurce que reunía sobre todo los fines de semana a los paisanos, quienes mientras jugaban una partida de cartas o degustaban un plato típico de su provincia, hablaban sobre las raíces que a todos seguían ligándoles a la tierra en la que nacieron.
Han pasado ya casi sesenta años desde que el Centro Zamorano de Barakaldo abrió sus puertas y en la actualidad cuenta con 175 socios que se reúnen periódicamente. La mayoría de ellos en estos momentos se encuentran jubilados y han echado raíces en la tierra que les acogió, en la que viven sus hijos y sus nietos, pero siempre que pueden vuelven a su tierra para mantener vivo ese contacto con los suyos, con los de toda la vida.
José Ballesteros, Pepe para sus amigos, es un tabarés que emigró en 1961, hace ya 56 años y en la actualidad es el presidente del Centro Zamorano de Baracaldo en el que ingresó cuando contaba apenas unos años, porque recientemente ha cumplido las bodas de oro como socio y recientemente ha organizado una excursión con integrantes del Centro para visitar algunos de esos lugares especialmente hermosos con los que cuenta la provincia, como son los Arribes del Duero y como tabarés, ha querido que también conocieran el pueblo en el que nació y la historia que encierra esta población cuna de los Beatos y de León Felipe.
El Centro Zamorano organiza para sus socios, que principalmente son de la provincia de Zamora, aunque también cuentan con socios de provincias y de comunidades vecinas, una serie de actividades a lo largo del año para que no se olviden nunca esos orígenes que son el orgullo de cada uno.
Coincidiendo con las fiestas de San Atilano, suelen organizar concursos de fotografía, de pintura, campeonatos de calva y las mujeres se esmeran en las actividades que mantienen las tradiciones culturales y gastronómicas que aprendieron de niñas.
Están en contacto con las cosas que acontecen en la provincia a través del Correo de Zamora que lo reciben diariamente en el centro y suelen organizar charlas y conferencias sobre temas específicos que están abiertos a todos los socios y a quienes deseen asistir a presenciarlos.
Cuentan con un coro que lleva el nombre de San Atilano y anualmente organizan alguna actuación en la que invitan a otros coros de los centros regionales limítrofes y ellos acuden también cuando se lo piden.
Pero uno de los momentos más agradables para Pepe a lo largo del año, es cuando en vacaciones disfruta de su pueblo y desde hace más de treinta años, el día 23 de agosto, los socios del Centro que se encuentran de vacaciones en Zamora, suelen quedar cada año en un pueblo y se van reuniendo en la mayoría de los pueblos de la provincia, dependiendo el lugar de nacimiento del socio al que le toque organizarlo ese año.
Pero, el medio centenar de personas que venían en la excursión organizada por el centro, deseaban ver y disfrutar de una mañana en Tábara y José Ramos, alcalde de la localidad, les estaba esperando en la iglesia de Santa María para explicarles lo que en Tábara se hizo hace más de mil años, cuando el Monasterio de San Salvador se encontraba en pleno auge.
Comenzó hablando de la posición estratégica de la localidad en un nudo por el que se accede a algunos de los principales lugares de la provincia ya que es paso para quienes se dirigen a la comarca de Sanabria y al parque natural que hay en esa zona y también está muy cerca de las lagunas de Villafáfila, un lugar de visita obligada para los amantes de la naturaleza. También en las cercanías de la localidad comienza la Sierra de la Culebra en la que se puede contemplar una exuberante fauna y la mayor presencia del lobo en libertad en toda Europa.
Cuando San Froilan y San Atilano crearon un monasterio en Tábara, éste pronto se convirtió en uno de los centros culturales más importantes de Europa gracias a su Scriptorium, en el que se concibieron algunas de las páginas más hermosas que el arte ha llegado a conocer.
Todo se conjugó para que el talento de Magius fuera creando el Beato de San Miguel que ahora se le conoce como Beato Morgan y una vez terminado éste, comenzaron un nuevo códice que se conoce como el Beato de Tábara y es una de las obras más bellas que el arte nos ha legado.
Magius no pudo ver terminada su obra que concluyeron Senior y Emeterius, dos discípulos aventajados del maestro de las miniaturas medievales.
También en el scriptorium tabarense se concibió el conocido como Beato de Gerona en el que participó la monja Ende que es la primera mujer artista de la que se tiene su obra firmada.
Esto hizo que el Scriptorium Tabarés durante mucho tiempo fuera esa escuela que marcó unas pautas en el arte medieval que se fue creando en muchos monasterios posteriormente.
Fue efímera la existencia del Monasterio de San Salvador, porque antes del año mil, la campaña de Almanzor arrasó con todos los centros monásticos que se encontraba a su paso.
Siguiendo las pautas de la lámina en la que se puede contemplar el Scriptorium que había en el Beato de Tábara, a mediados del siglo XII se erigió la iglesia de Santa María en estilo románico y parte de esa construcción es la que ha llegado hasta nosotros, pero una parte muy pequeña de lo que debió ser un templo sobresaliente.
Los que recuerdan el estado en el que la iglesia se encontraba a mediados del siglo XX, todavía recuerdan como era el granero en el que se guardaban las cosechas y también las pinturas que había en el techo de la nave que se vino abajo y tuvo que ser de nuevo levantada para que las inclemencias del tiempo no afectaran al interior.
Los visitantes fueron viendo los diferentes espacios que forman el actual Centro de interpretación de los Beatos y el alcalde les fue dando cumplida cuenta de lo que iban presenciando, desde algunas de las reproducciones más significativas de los Beatos, como el espacio dedicado al profesor Williams, uno de los máximos conocedores del arte medieval y el principal embajador de Tábara y sus Beatos así como los cuatro facsímiles que se conservan en el centro, los tres realizados en el Scriptorium y el Beato de las Huelgas, copia del Beato de Tábara.
Seguidamente contemplaron un audiovisual en el que se explica la historia de los Beatos y del Monasterio en el que fueron concebidos.
Una visita a los principales lugares del pueblo donde pudieron contemplar el Palacio de los Marqueses de Tábara y la estatua dedicada a León Felipe y también una visita a los bares de la localidad para degustar las excelencias de esa gastronomía en miniatura que se hace en estos locales, fue el paso previo a una comida que clausuró esta visita en la que todos se llevaron un buen recuerdo con mucho sabor de su paso por Tábara, donde esperamos que vuelvan con más calma cuando se encuentren de vacaciones en sus pueblos.