almeida –  24de febrero de 2017.

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Cada vez que un peregrino pone sus pies en el camino, aunque sea la primera vez que lo recorre, enseguida experimenta esa sensación que el camino posee algo especial que le va cautivando cada vez que avanza hacia su meta que es la ciudad del apóstol.

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            Pocos saben explicar ese cambio que se va experimentando en ellos, para los profanos en este tema resulta imposible ya que las palabras son incapaces de poder compartir tantas sensaciones como las que a cada momento se van experimentando. Algunos suelen decir que la mejor forma de poder saber lo que es el camino, es recorriéndolo, de otra manera resulta incomprensible.

            A lo largo de muchos siglos de existencia, son millones los peregrinos que en algún momento lo han recorrido. Estas personas que lo hacen por diferentes motivaciones han sentido similares sensaciones y han visto cómo el camino les iba transformando y en este cambio les ha convertido en mejores personas, han ido sabiendo valorar esas pequeñas cosas que realmente son las importantes en la vida y según iban transcurriendo los días dejaban en el camino lo mejor de cada uno de ellos. Eso que iban dejando era energía positiva que sus cuerpos o sus acciones descargaban en cada paso que daban.

            Como afirma una de las leyes de la física, la energía no se crea ni se destruye, únicamente se transforma y esta energía que van dejando los peregrinos no se llega nunca a perder, únicamente se va trasformando para que sea recibida por quienes vienen por detrás de ellos aunque pasen muchos años.

            Por eso, algunos lugares muy emblemáticos del camino, aquellos donde los peregrinos han experimentado una profunda transformación, suelen estar cargados de esa energía que se conserva en aquel lugar y a pesar que otros la consiguen recibir, también dejan la que ellos llevan y siempre se encontrará concentrada en esos lugares tan especiales que hay a lo largo de los caminos.

            No debemos olvidar que la mayoría de los sitios por los que pasamos o los lugares en los que nos alojamos son únicamente construcciones humanas que más o menos tienen la misma forma que cualquier otra construcción similar realizada en cualquier otra parte del mundo. Sobre todo los albergues, no dejan de ser cuatro paredes más o menos bonitas, pero similares a muchos otros sitios, se pueden llegar a confundir con las casas que hay a su lado, pero ese alma y ese espíritu que sientes una vez que traspasas sus puertas solo se consigue con los comportamientos de quienes un día los han habitado bien sea como peregrinos que han encontrado en ellos la mejor acogida o como hospitaleros que han sabido dar ese calor especial a quienes llegaban a ellos.

            Pero en muchas ocasiones hay peregrinos que inician su camino con la mayor de las ilusiones que se han ido forjando durante los meses previos a su peregrinación y se ven decepcionados porque no consiguen encontrar eso tan especial que diferencia al camino sobre cualquier camino de senderismo que recorre la geografía.

            Me comentaba uno de estos peregrinos que el camino que estaba realizando era un verdadero suplicio para él, pero no por las condiciones de dureza de cada jornada a las que ya estaba acostumbrado y además creía que eran necesarias. Estaba recorriendo uno de los caminos menos transitados que suelen recorrer los peregrinos. Las infraestructuras brillaban por su ausencia y llevaba más de una semana caminando y únicamente había conseguido dormir a cubierto en alguno de los polideportivos de los pueblos por los que pasaba.

            Tampoco se estaba encontrando con otros peregrinos con quienes poder compartir las sensaciones que se encontraba cada día y todo eso le estaba llevando a cuestionarse si aquel estaba siendo su camino o se había equivocado de lugar.

            La falta de los medios mínimos que le hicieran sentirse peregrino, estaban causando tal desánimo en él que en varias ocasiones había pensado abandonar aquel camino ya que había experimentado como se rompía ese cordón umbilical que siempre le había unido al camino y había dejado de sentirlo.

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