SAF – 23 de noviembre de 2017.
En ocasiones, suele llegar hasta el albergue algún peregrino que tiene un afán desmedido de aprender,
da la sensación de que mentalmente va anotando en su mente todas las cosas que desconoce y le resultan extrañas y cuando se encuentra con alguna persona que cree que tiene las respuestas que está buscando le inunda con preguntas, vaciando todo lo que se ha ido acumulando en su mente.
Recuerdo una vez que llegó una peregrina portuguesa al albergue, era una joven muy dicharachera y vivaracha y antes de que pudiera tomar los datos de su credencial y registrarlos en el libro de peregrinos, ya me había formulado dos o tres preguntas que la tenían muy intrigada.
No recuerdo muy bien el contenido de las preguntas que me hizo, pero sí sé que fui respondiendo a cada una de ellas diciéndole lo que conocía del tema que me estaba preguntando o transmitiendo lo que a mí me parecía, pero siempre hay algunas cuestiones que es difícil responder, bien por el desconocimiento que se tiene de ellos o porque a veces has meditado sobre los mismos y también para ti resultan una incógnita.
En esas ocasiones solía decir que era la magia que encierra el camino que en ocasiones se aloja en nuestras mentes y nos va haciendo ver las cosas de la forma en la que las queremos ver.
Pero la peregrina no era de las que aceptaban divagaciones por respuesta y seguía insistiendo.
-Pero todo tiene que tener alguna explicación – me decía.
-Bueno, no siempre, también el efecto placebo se puede encontrar en el camino – le respondí.
-No estoy de acuerdo – me dijo – te voy a poner un caso que me ha pasado y también yo pensaba que podía ser algo así, pero luego he visto que hay fuerzas que están ahí, pero son desconocidas para la mayoría de nosotros.
La joven comenzó a contarme que cuando empezó el Camino, los primeros pasos que dio fue con un peregrino que también estaba recorriendo el Camino por primera vez y como los dos eran novatos se fueron apoyando esa jornada el uno en el otro hasta que se acostumbraron a caminar juntos.
En un duro descenso, el peregrino forzó más de lo que podía y acabó lastimándose, se produjo una tendinitis en una de sus rodillas y cada día que pasaba la tendinitis se iba agravando hasta el punto que llegó a pensar seriamente en abandonar el camino.
Ese día que los dos pensaban que sería el último que caminarían juntos porque el peregrino tenía decidido que cuando llegaran al final de esa jornada, tomaría el autobús para regresar a su casa, cuando llevaban dos horas de camino, accedieron a una zona de descanso en la que se encontraban numerosos peregrinos y ellos también hicieron un alto para descansar.
En uno de los bancos próximos escuchó a otro peregrino hablar en portugués y pensó que era un compatriota suyo por lo que se acercó hasta donde éste se encontraba y comenzó a hablar con él en su idioma.
El peregrino, era brasileño, se trataba de un médico de medicina natural que trabajaba en una clínica especializada de Sao Paulo, entonces ella le comentó que su compañero de camino iba a abandonar porque tenía unos dolores que le impedían seguir adelante.
El médico se ofreció para echarle un vistazo y fue analizando la zona afectada del peregrino. Solo necesitó poner sus manos en la rodilla para decirle todos los síntomas que tenía y el mal que arrastraba. Entonces comenzó a hacer unos ritos que a todos les resultaron muy extraños, incluso los peregrinos que pasaban por allí se detenían ante el extraño comportamiento que estaban presenciando. Cuando terminó de hacer los ritos, como si entrara en un estado de trance con los ojos muy abiertos, pero con la mirada perdida, puso sus manos en la rodilla del peregrino lesionado y permaneció así durante varios minutos.
El peregrino lanzó una exclamación al sentir un fuerte calor en su rodilla que le produjo un dolor más intenso que el que tenía y tuvo la sensación que se estaba agravando momentáneamente su dolencia.
El médico, aseguró que ya estaba curado y el peregrino le miró con desconfianza, el fuerte dolor no se había ido del todo y le daba la sensación que no iba a poder dar un paso cuando se pusiera de nuevo en pie. Pero contrariamente a lo que pensaba, al asentar el pie en el suelo, el dolor había desaparecido y caminaba sin apenas dificultad.
Inicialmente, achacaron aquella mejoría a un efecto placebo porque era imposible que una tendinitis se hubiera solucionado de esa forma, por lo que no descartó del todo la idea inicial con la que había comenzado esa jornada, abandonaría cuando llegaran al final de esa etapa.
Según iban dejando atrás los kilómetros, el caminar fue cada vez más firme y la dolencia fue desapareciendo, ya podía asentar el pie de una forma estable sin sentir esos pinchazos que la lesión le estaba ocasionando y aquello no era como consecuencia del efecto placebo porque si así hubiera sido, este tenía que haber desaparecido horas antes.
Descartó dejar ese día el camino, esperaría al día siguiente y cuando comprobó que la mejoría era completa, un rayo de esperanza se asomó a la mente de aquel peregrino, quizá no fuera necesario que abandonara.
Fueron pasando los días y una semana después, que fue cuando la conocí, el peregrino no había vuelto a tener molestias y caminaba perfectamente, daba la sensación que se había producido un milagro.
Pero la peregrina no se conformaba con esa explicación, tenía que buscar la lógica a lo que había ocurrido y a todos los que se encontraba les comentaba este suceso y se interesaba por saber qué lo había ocasionado.
En una ocasión, se encontró con un viejo peregrino que escuchó con mucha atención lo que la peregrina le estaba contando, cuando terminó de hablar, el viejo se tomó algo de tiempo antes de responder.
Le dijo, que había algunas personas que tenían una energía especial que resultaba invisible y desconocida para el resto, estas personas cuando aplicaban y transmitían esa energía podían llegar a hacer cosas que parecían milagrosas, pero no son nada extraño, al fin y al cabo una parte importante de nosotros está formada por energía, pero desconocemos todas las posibilidades que tenemos, por eso quienes saben cómo controlarla, en ocasiones llegan a conseguir algunas cosas que nos pueden parecer increíbles.
Pensé en lo que en alguna ocasión me habían hablado de lo que desconocemos de nuestras posibilidades y que solo cuando creemos firmemente en ellas, somos capaces de conseguir las cosas más inverosímiles, aunque estos resultados, si lo pensamos bien, algo tienen que ver con ese efecto del que al principio comenzamos a hablar.
Cuando me quedé solo, pensé en lo que la peregrina me había contado y supe que esa sería una de las personas que más iba a aprender en el camino, porque cada día estaba asistiendo a una clase diferente y de todas las que le estaba aportando el Camino trataba de extraer las cosas que más podían enriquecerla.