almeida –25 de marzo de 2015.
Cuando Fátima llego a Santiago, al terminar su camino, estaba convencida que debía repetirlo cada año, pero no lo haría sola, invitaría a sus amigos, esos con los que habitualmente compartía sus vacaciones ya que estaba convencida que a todos les apasionaría aquella nueva experiencia.
Nada más regresar a su casa en Portugal, los reunió a todos y les explicó el proyecto que se había ido formando en su cabeza, lo hizo con todo lujo de detalles, sería una semana al año en la que podrían disfrutar de ese tiempo que necesitaban para reflexionar y sobre todo para enriquecerse con lo que les aportaría el camino, sobre todo si tenían la oportunidad de compartirlo juntos.
A todos la idea les pareció estupenda, eran amantes de la naturaleza y les gustaba caminar por lo que Fátima les planteaba con ese entusiasmo que solo ella sabía hacer, no fue ningún obstáculo para que todos aceptaran.
Únicamente había una cosa en la que no lograban ponerse de acuerdo y era el lugar en el que pasarían la noche, mientras unos decían de ir a los albergues de peregrinos que había en el camino, otros, estaban acostumbrados a ciertas comodidades a las que no estaban dispuestos a renunciar.
Al final, quedaron de acuerdo en hacer lo que la mayoría decía, irían a hoteles y hostales que previamente hubieran reservado. Fátima que le gustaba organizar estas cosas, sería quien se encargara de prepararlo todo y cuando lo tuviera, unas semanas antes de comenzar, expondría el plan a todos, aunque tampoco era necesario ya que todos confiaban en lo que hacía.
En total, el grupo estaba formado por once personas, cinco habitaciones dobles y una individual para Ana que era la única que estaba desparejada en aquel grupo.
Cuando estaba todo preparado y solo faltaba menos de una semana para comenzar, Fátima recibió la llamada de Ana, ésta se encontraba sollozando sin poder contenerse.
Acababa de regresar del hospital donde le habían diagnosticado una hernia discal importante que necesitaba pasar por el quirófano, no podría ir con el resto del grupo al camino.
En las reservas de los hoteles, una de las cláusulas era que no se podían hacer anulaciones, por lo que perderían el importe que suponía la habitación de Ana, bueno, no todo, les devolvían el diez por ciento de lo que habían pagado.
Decidieron no anular aquella plaza ya que el importe que les iban a devolver era insignificante y además como se había cogido para un grupo, en alguna de las reservas hacían complicada la cancelación, por lo que dejaron la cosa como estaba.
Nada más llegar al lugar desde el que comenzaban su camino, Fátima reunió a todo el grupo y pidió a una persona que inmortalizara aquel momento sacando una foto, sería la primera de las muchas que iban a componer un hermoso álbum, no solo de aquel camino sino de los que todavía tenían que venir.
En ese momento, uno de los integrantes del grupo, se percata que no lleva la credencial y Fátima en lugar de dejar que se vaya solo al lugar donde las expedían que se encuentra a un kilómetro les dice al grupo que lo mejor es ir todos juntos, ya que tienen que ver un templo que le han recomendado y quiere que todos lo vean.
Han de retroceder un kilómetro que en el camino son dos ya que lo desandado hay que volver a caminarlo, pero nadie protesta y cuando llegan a la iglesia en la que le proporcionan la credencial explica a todos lo que ha pasado pero nadie pone la más mínima objeción.
Cuando salen de la iglesia, se encuentran con Isidoro, que les había estado observando, al escucharles hablar en Portugués, les dice que él ha estado viviendo una parte de su vida en Lisboa. Insiste para que le acepten un café y les invita a tomarlo en el bar más cercano.
Isidoro le comenta a Fátima que es el primer día de su nueva vida ya que se acababa de jubilar y ese era el primer día en muchos años en el que no iba a trabajar. Isidoro se interesa por lo que están haciendo y Fátima le comenta que van a hacer el Camino de Santiago, le habla con tanto entusiasmo del camino que logra transmitir a Isidoro de cuanto le está diciendo.
Él le pregunta qué necesita para hacer ese camino y Fátima que lleva una lista con las cosas necesarias que ha proporcionado a cada miembro del grupo, le da una copia de la lista y se despiden deseándose lo mejor.
Cuando llegan al hotel que habían reservado al final de la primera jornada, cuando acceden al hall, se encuentran a Isidoro al lado de una mochila nueva.
-¡Que sorpresa!- dice Fátima – ¿Qué haces aquí?
-Pues ya ves – responde Isidoro – me has dado tanta envidia según me estabas hablando del camino que he decidido hacerlo también y si me admitís en vuestro grupo, lo hago con vosotros.
Fátima consultó con la mirada al resto de los integrantes del grupo y percibió que todos daban su conformidad por lo que además de admitirlo, le asignaron la habitación que Ana no había podido ocupar.
Aunque Isidoro era un desconocido, en ese momento dejó de serlo ya que se integró a la perfección en aquel grupo que ya se conocía desde hacía tiempo, era quien en todo momento sabía lo que había que hacer y en los momentos de desánimo decía las palabras justas para que todos volvieran de nuevo al estado que predominaba la mayor parte del tiempo.
Para todos resultó un camino especial y cuando llegaron a Compostela, lo celebraron con un entusiasmo de quien consigue una hazaña en la que no confiaba al principio.
Cuando se despidieron de Isidoro, quedaron de acuerdo en seguir adelante y sobre todo en tenerle en cuenta para las siguientes salidas que realizaran juntos, era uno más del grupo y así lo aceptaron todos.
Cuando llegaron a su país, Fátima llevó a revelar las fotos que había sacado durante su camino, en total eran diez rollos de 36 fotos cada uno que una vez ordenadas iría distribuyendo entre todos los integrantes del grupo.
Su sorpresa surgió cuando al poner las fotos en orden y mirar detenidamente la primera foto que se sacaron nada más llegar a su lugar de salida, en un segundo plano estaba Isidoro, casi una hora antes de que hubieran hablado con él por vez primera a la salida de la iglesia.
Se dio cuenta que desde el principio, desde antes de haber comenzado ese camino, Isidoro ya era uno más del grupo, el destino se había encargado de ponerle allí y desde el primer momento y sin saberlo estaba compartiendo esta aventura con todos los demás, aunque no se hubieran conocido todavía.
Han pasado los años y cada año, siempre ha habido una semana para un nuevo camino y en todos, el grupo ha sido invariablemente de doce ya que Isidoro sigue siendo un integrante más y Ana se recuperó de sus molestias y también ha disfrutado del resto de los caminos.