SAF – 01 de enero de 2017.
Siempre resulta agradable despedir un año y en esos momentos en los que vemos cómo se va en unos pocos segundos, nos vienen a la memoria como si fueran imágenes a cámara lenta,
todos los buenos y malos recuerdos que dejamos atrás y entonces, es cuando van naciendo los buenos deseos para el año que está a punto de dar sus primeros pasos.
Pero hay despedidas que resultan, cuanto menos, un tanto diferentes a como la mayoría suelen concebirlas y por lo tanto suelen celebrarlas y el día de San Silvestre del 2016 fue una de esas que se pueden llegar a recordar por ser diferentes.
Después de la cena de nochevieja en el calor del hogar y al abrigo de unas buenas brasas que la leña de encina o de roble iba creando en la chimenea de las casas, era ese momento invernal deseado para seguir disfrutando una prolongada tertulia con quienes se habían reunido alrededor de la mesa compartiendo la despedida del año y lo que menos apetecía viendo los cristales empañados, era salir a la calle donde las temperaturas ya estaban con tres grados por debajo del cero y los cristales de los coches se encontraban con la característica capa de hielo sobre ellos y las zonas más sombrías en las que azuzaba el aire gélido se estaban tiñendo de blanco. Pero a pesar de todas estas adversidades, algunos querían mantener la tradición de celebrar la despedida del año y recibir el año nuevo en compañía de amigos y familiares con quienes deseaban compartir ese momento.
En Tábara, esta celebración se hace en la plaza en la que se encuentra la torre del reloj y cerca de dos docenas de valientes, afrontaron las adversidades climatológicas para recibir el nuevo año bajo unas temperaturas gélidas.
Otra de las características de la celebración es que los relojes que dan las horas en el pueblo, siempre lo hacen con algunos minutos adelantados a la hora oficial, por lo que muchas veces, Tábara siempre recibe el nuevo año con un poco de adelanto a lo que es el horario habitual.
Pero en esta ocasión, también eso se había previsto y a pesar de que las manecillas del reloj ya habían superado las doce de la noche, el repique de los tañidos de la campana se había pospuesto unos minutos y afrontando como se podía el frió que hacía en el exterior, todos esperaron a esa primera campanada que suele confundirnos a todos y algunos ya comenzaron a comer las uvas antes que comenzaran, minutos después las doce campanadas que de forma impaciente quienes conocían el funcionamiento, advertían a los demás que esperaran un poco porque todo estaba perfectamente controlado.
La última de las campanadas dio paso a los mejores deseos de las personas que cada uno tenía a su lado y mientras todos se abrazaban, fueron encendiendo los cohetes que ascendían a los cielos y los fuegos artificiales creaban palmeras de colores que inundaban una noche limpia de invierno que dio un toque de color y un poco de calor al gélido aire que nos envolvía a todos los que nos encontrábamos en la plaza.
Fue una de esas despedidas del año diferentes a muchas de las que hemos conocido y que seguramente la recordaremos por los momentos que pasamos en la plaza donde dimos la bienvenida al año 2017, que en la mente de cada uno de los presentes, seguro que había buenos deseos para que fuera para cada uno de nosotros mucho mejor que había sido el año que se quedaba atrás.
Desde estas páginas, también queremos ese mismo deseo y que todos los tabareses y las personas que siguen las cosas que pasan en este pueblo a través de estas páginas, encuentren en el año nuevo todos esos sueños hechos realidad que en alguna ocasión han podido pasar por la mente de cada uno de nosotros.