Isaías Santos Gullón – 10 de septiembre de 2018.

Publicado en la página cuatro CORREO DE TÁBARA en El Correo de Zamora de 1/8/1974

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Este año Tábara en Fiestas ha fijado su atención en el Magisterio, en don Natalio Díez, que ya hace años no vive entre nosotros, pero cuya labor sigue muy presente y viva en sus alumnos y en todo el pueblo;

y en doña Paz Laín, cuyo paso por San Lorenzo y por Tábara ha dejado profunda huella en las niñas, sus alumnas, hoy en su mayoría madres honradas y trabajadoras, y en todos los tabareses a los que aún hoy sigue enseñando y modelando con su vida callada y sencilla entre nosotros.

Este homenaje agranda la lista de los que Tábara, por sus fiestas, viene rindiendo a sus seres más queridos, a los que tanto debe. En este propósito se acordó hace dos años de sus mayores, los que parecen que no destacan por nada pero que son piezas clave en nuestra vida familiar del pueblo. El año pasado el centro de atención fueron los matrimonios labradores, que por parecernos tan normal y monótona su obra fácilmente nos pasan desapercibidos, pero que ofrecen una gran caudal de valores a este mundo de hoy que se encuentra a veces en estado tan entenebrecido. Este año son los maestros, nuestros maestros. Todos hemos tenido uno o varios maestros. Todos hemos aprendido mucho de nuestros maestros que por lo general han sido y son modelo de honradez, entrega e ilusión.

HABLANDO CON DOÑA PAZ

Tanto doña Paz como don Natalio tienen aún mucho que enseñarnos y que decirnos precisamente porque con sus años han alcanzado mayor grado de madurez. Por ello hemos aprovechado la oportunidad de charlar con doña Paz y esperamos más adelante poder hacerlo con don Natalio.

La otra tarde, que encontramos unas horas libres, nos hemos acercado a su casa para onversar sin prisas. Su conversación es agradable y familiar, si bien nos advierte que no quiere hablar mucho porque le gusta la sencillez y el silencio.

– ¿Cuántos años hace que dejó de dar escuela?

– Ya van diez años. Sólo estuve el primer curso en el nuevo grupo escolar. La inspectora, doña Eva, me advirtió que iba a extrañar mucho en el nuevo grupo porque aquí cada año me iban a quitar mis niñas para pasar a otro grado; no podía, pues gozarme en modelar a mis niñas desde el principio hasta salir a los catorce años; y esto me supondría un gran esfuerzo por mi parte. Pero al ponerme entonces algo enferma, me jubilé aquel mismo año.

– ¿Qué nos cuenta de su vida desde que empezó a estudiar?

– Hay mucho que contar, pero no para publicarlo. Nací en el año 94; me hice maestra muy jovencita. Tuve que estudiar mucho por mi cuenta. En casa éramos ocho hermanos; mi padre estaba de médico en Faramontanos. Y cuando llegué yo a la edad de estudiar, suponía ello muchos gastos porque estaban estudiando más hermanos (uno en Salamanca, otro en Astorga…). Pero yo con gran afición al estudio tiré siempre para adelante como pude, incluso una vez escapando por mi cuenta a Zamora, con los carros que iban a la harinera.

– ¿Qué libros de texto usó?

– Pues no los podía comprar. Le debo mucho a la madre de la maestra de San Martín, que se llamaba Josefa Prieto Carro, que estudiamos juntas y me dejó todos los libros.

Además, me gustaba mucho coger apuntes a la profesora.

– ¿Dónde estudió?

– En Zamora, en la Normal; pero se cayó y fuimos para la Pastora, que estaba enfrente del Bazar J.

– ¿Por qué pueblos ha pasado?

– Por varios. Primero en mi pueblo, Faramontanos, donde sustituí a mi maestra; allí aún sigo siendo doña Pacita.

Luego estuve en Extremadura, Jaraíz de la Vera; en Burganes de Valverde, Fresno de la Ribera y en Ugilde, cerca de Puebla, donde estuve 15 años. De allí mi marido, que es muy tabarés, me insistió a que firmara al menos S. Lorenzo y aquí vine. Me encontré con unas niñas muy majas. Al principio tuve que dar escuela en la misma aula que la de los niños, siendo don Federico el maestro; pero pronto me hicieron la escuela nueva, donde está hoy la iglesia, siendo alcalde el padre de Pedro. Eran unas niñas muy buenas, aunque habían estado abandonadas porque no habían tenido maestra.

– Vemos que tiene muchos libros.

– Siempre me ha gustado leer mucho. Ahora ya me falla la vista. Libros tengo muchísimos, de mi casa y de la de mi marido, que también su padre era médico, aquí en Tábara.

– ¿Qué nos dice de sus compañeros?

– Era muy amiga de doña Inés, la madre de don Eduardo.

Con doña Francisca estudié. Con don Natalio y doña Tere nos tratábamos mucho; luego vino su yerno, don Pedro, que debió suceder a don Manuel. Estaban también doña Fabriciana, don Federico, luego don Severiano…

Se haría muy largo recoger aquí todas las cosas interesantes de que hablamos; hemos quedado admirados de su aún viva memoria, capaz de recitar largas y bonitas poesías de su padre, de muy grato recuerdo de “gran sabio”, de su hermano médico, de sus hijos; nos habla de sus hijos con gran satisfacción; a la vez se muestra muy preocupada por las relaciones de los padres con los hijos que ve que muchas veces chocan en las familias en perjuicio de la formación de los muchachos; se acuerda de las gentes de Ugilde y Faramontanos, de sus alumnas de San Lorenzo (las del Chus, las de Llamero, las del Francés, la moseta, las de Angelita, Constanza, María…).

Aún sigue yendo todos los domingos y festivos a misa a San Lorenzo, a su escuela de tantos años. Para terminar, recogemos unos versos llamativos, que declama con mucha gracia, y un saludo final:

– Tabaresas, tabaresas,

sois tan frescas y lozanas

como las rosas tempranas

que se crían en las dehesas.

– Tabareses, tabareses,

por vosotros yo me muero

y entre los mozos del mundo

a vosotros os prefiero.

(De un hermano)

Saludo a todos:

Venís al pueblo mejor

de todos los tabareses:

aquí os estiman corteses,

aquí encontraréis amor,

aquí a todo forastero

se le rinde cortesía,

aquí no hay hipocresía

ni lujo ni mentidero…

El día 11 viviremos en Tábara una jornada muy feliz en honor de doña Paz y don Natalio. Hasta otro momento, doña Paz. Muchas gracias.

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