almeida – 12 de mayo de 2016.

albergue de roncesvalles

La evolución que están teniendo las cosas, hace que en ocasiones, lo que un día conocimos y se guardó en nuestro recuerdo como algo muy agradable y grato,

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poco tiempo después ni tan siquiera lo llegamos a reconocer y en ocasiones hasta casi lo despreciamos.

            Cuando realicé por primera vez el camino, todo era nuevo para mí y lo fui almacenando en mi memoria para saborearlo poco a poco según iba pasando el tiempo, así cada vez que soñara seguiría reviviendo esos lugares del camino que me resultaban tan especiales.

            Hubo muchos lugares, pero especialmente dos, consiguieron cautivarme. Mi primera noche como peregrino en el albergue de Roncesvalles no la olvidaré nunca, aquella gran sala llena de literas le daban un aspecto especial. Cuántos sueños y esperanzas se alojaban esa noche en la gran sala en los más de cien peregrinos que guardaban cientos de sueños y miles de esperanzas.

            También el albergue de la Cofradía del Santo fue un sitio muy especial ya que después de una jornada muy dura fue el bálsamo que consiguió reconfortar unos cuerpos maltrechos que la distancia y el calor se habían cebado en nuestros cuerpos haciendo que todos los que comenzamos en Navarrete llegáramos allí muy cansados.

            Pero sobre todo, el mejor recuerdo fue la hospitalidad con la que fui acogido, estos dos lugares eran muy especiales en el camino y desde el principio de los tiempos habían nacido y crecido por y para la hospitalidad y sabían ofrecerla como nadie en el camino. Disfrutaban tanto ofreciéndola que para quienes la daban era como una religión que tenían muy interiorizada y eran verdaderos expertos en ofrecer la hospitalidad a los peregrinos.

            Durante mucho tiempo, siempre que escuchaba la palabra hospitalidad, estos dos lugares venían a mi mente porque, para mí, fue en esos lugares donde comencé a conocerla de la forma que saben darla los hospitaleros que como vocación la ofrecen a quienes acogen.

            Como la evolución suele ser contraria a las tradiciones, también en algunos lugares emblemáticos del camino ha conseguido imponerse ocultando esa magia que el tiempo fue confiriendo a estos hospitales.

            La cada vez más numerosa colonia de peregrinos que cada año se echan al camino ha ido haciendo que algunos lugares se conviertan en parada obligatoria y están señalados como final de etapa y sus instalaciones se están quedando muy pequeñas para acoger a tantos peregrinos.

            Tuve la oportunidad de ir como hospitalero al albergue de la Cofradía del Santo y no hizo falta que aprendiera nada, porque todo estaba flotando en el ambiente, hasta la hospitalidad que habían sabido ofrecer los que estuvieron antes que yo.

            En ese momento se estaba construyendo el nuevo albergue de peregrinos y el Prior se ofreció a enseñármelo. Se le veía muy satisfecho por la labor y el esfuerzo realizado y cuando terminamos la visita quiso conocer mi opinión.

            Sinceramente alabé el esfuerzo económico y material que habían realizado y le felicité por ello, aunque mi mente me decía que las nuevas instalaciones perderían esa magia que tenía el viejo albergue y supe que no iría allí de hospitalero porque me daba la impresión que no me encontraría a gusto.

            Una década después, he pasado como peregrino por estos dos míticos lugares. Disponen de unas instalaciones nuevas y preciosas, con todas las comodidades para los peregrinos que acogen, pero la magia que antes se respiraba se ha evaporado. Las máquinas automáticas, la informática y las nuevas tecnologías la han hecho desaparecer, ya no son aquellos lugares donde al alojarte, si cerrabas los ojos, podías imaginar que te encontrabas en el siglo que desearas, ya que en ellos el tiempo había sabido incluso detenerse.

            Ahora, cuando vuelva de peregrino, procuraré pasar de largo por allí, son muchos buenos recuerdos que se pueden llegar a olvidar cada vez que piense que estos sitios han perdido el alma y ella se ha llevado toda la magia que guardaban.

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