almeida – 12 de agosto de 2014.
En una ocasión le pregunté al Maestro cuál era la principal razón que, según él, impulsaba a los peregrinos a realizar el Camino ya que aunque existen decenas de ellas, considero que tiene que haber una que prevalezca sobre las demás.
Él me respondió que existían cuatro razones principales para que los peregrinos cumplieran una peregrinación.
La primera de ellas era por un voto que el peregrino hubiera hecho en alguna ocasión. Igual que cuando se ingresa en una orden religiosa se deben cumplir una serie de votos, también algunos peregrinos, en un momento de su vida, habían formulado el voto de ir caminando a alguno de los santos lugares de peregrinación y, entre ellos, el que más auge había tenido siempre era la peregrinación a Compostela, aunque hubo épocas en las que la peregrinación a Tierra Santa y a la Ciudad Eterna también contaron con una amplia repercusión y seguimiento.
Otros lo hacían por una promesa. Cuando en la vida tenían que enfrentarse a un grave problema, en sus momentos de soledad y desasosiego, imploraban a aquellos santos a los que profesaban una fe especial y hacían la promesa que si el problema se solucionaba, irían peregrinando a Santiago o a otro lugar determinado.
Estas promesas solían hacerse por alguna enfermedad o dolencia grave, bien del peregrino que la estaba cumpliendo o de una persona de su entorno más cercano, también podía ser para mejorar las condiciones en las que el peregrino se encontraba, si estas habían cambiado, lo atribuía a la intercesión del santo y peregrinaba hasta sus restos para cumplir su parte del trato; que era la promesa que había realizado.
Muchos peregrinos hacían su camino por devoción. Los restos santos que estaban distribuidos por las principales ciudades y templos de los reinos cristianos, tenían un fervor muy importante por los fieles que consideraban que debían ir en peregrinación a visitar sus restos para rezar ante ellos y mostrarles su respeto.
Esto llegó a dar lugar a que en muchos sitios existiera la picaresca que se inventaban los restos de cualquier santo, ya que la afluencia de fieles aportaba a las ciudades que los poseían importantes beneficios que estos dejaban cuando se encontraban en ellas.
Quizá estos eran los peregrinos que más sentían lo que estaban haciendo, porque de una forma libre y voluntaria se aventuraban por lugares desconocidos para llegar ante la tumba de aquel santo a quien profesaban una especial veneración.
También estaban los peregrinos que hacían su camino por una penitencia. Cuando algún mal asolaba un pueblo o una comarca, se nombraba una representación para que fueran en peregrinación hasta un santo lugar para pedir la intercesión del santo y que fuera este el que aplacara el mal que se estaba produciendo.
También a algunas personas que habían cometido un delito se les imponía que para purgar sus pecados, como penitencia, debían ir peregrinando hasta un determinado lugar y de esa forma redimir sus penas. Estos, en ocasiones, llevaban cadenas en sus pies y en sus manos y no les eran retiradas hasta que habían llegado al lugar que le habían asignado y de esa forma daba por concluida su condena.
Según me decía el Maestro, luego fueron surgiendo muchas más motivaciones para hacer la peregrinación, pero estas cuatro fueron las que los fieles consideraban las más importantes.
Me quedé pensando en los peregrinos que había ese día en Santuario y me entraron dudas sobre el porcentaje que estaban realizando el Camino por alguna de estas razones, seguro que eran menos de los que yo imaginaba ya que actualmente son otras las razones que la mayoría de los peregrinos tienen para hacer el camino.