Beatificación de las Mártires Laicas de Astorga, mañana 29 de mayo en la Santa Apostólica Iglesia Catedral de Santa María.

Muchos fueron los laicos martirizados durante la persecución religiosa del siglo XX en España. Poco frecuente es, sin embargo, ver una Causa dedicada exclusivamente a ellos. Estas tres mujeres laicas, que tenían raíces y vínculos familiares en la Diócesis de Astorga, sobre todo en la capital maragata, se añaden como testigos de la fe a la gloriosa fila de mártires que derramaron la sangre durante la Guerra Civil española (1936-1939).
DE LA DECLARACIÓN DEL MARTIRIO (DECRETUM SUPER MARTYRIO)
PARA LA BEATIFICACIÓN DE LAS SIERVAS DE DIOS
Mª PILAR GULLÓN YTURRIAGA
OLGA PÉREZ- MONTESERÍN NÚÑEZ
Y
OCTAVIA IGLESIAS BLANCO
(† 1936)
«Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará» (Lc 9, 23-24).
La exhortación del Señor resuena en la vida y en la muerte de las tres Siervas de Dios Mª Pilar Gullón Yturriaga, Octavia Iglesias Blanco y Olga Pérez-Monteserín Núñez.
MARÍA PILAR GULLÓN YTURRIAGA

María Pilar fue la primogénita de cuatro hijos del abogado y político Manuel Gullón García Prieto y de Mª Pilar Iturriaga Blanco. Aunque tenían su residencia habitual en Madrid, veraneaban siempre en Astorga, donde se encontraba Pilín –como cariñosamente le llamaban en familia– cuando estalló en 1936 la Guerra Civil española.
Mª Pilar nació en Madrid el 29 de mayo de 1911 y fue bautizada el 28 de junio de ese mismo año en la madrileña Real iglesia parroquial de San Ginés de Arlés recibiendo los nombres de María del Pilar Peregrina Matea Maximina.
La religiosidad de su familia favoreció en ella un crecimiento espiritual armonioso, comprometiéndose en la colaboración asidua en la parroquia y en varios servicios de carácter social, lo que hoy llamaríamos voluntariado; lo había aprendido pues en familia, ya que su madre y su abuela materna ocupaban cargos en la sección de señoras de la Cruz Roja de Astorga.
El 17 de diciembre de 1931 murió su padre, al que Pilar, que no se había casado y se dedicaba a los trabajos domésticos, había cuidado con esmero, permaneciendo con su madre, con la que se trasladó el 16 de julio de 1936, la vigilia del inicio de la Guerra civil, a Astorga, considerando esta ciudad un lugar más seguro, vistas las agitaciones públicas y las hostilidades cada vez más amenazadoras que se prospectaban en la capital.
Como el conflicto se alargaba y el número de bajas y heridos iba en aumento, el presidente de la Cruz Roja de Astorga solicitó que se pudiese celebrar un curso de damas enfermeras. Al saber de la necesidad de enfermeras que pudiesen auxiliar a los soldados heridos, y ante la publicitación a mediados de agosto de estos cursos rápidos e intensivos de primeros auxilios y cuidados de enfermería ofrecidos por la Cruz Roja, Pilar decidió matricularse junto con su hermana María del Carmen, su prima Octavia, y su amiga Olga, entre otras. La finalidad principal que les movía era servir de socorro y alivio de manera altruista a quien lo pudiera necesitar en las terribles circunstancias de la guerra.
Después de realizar este curso intensivo con las correspondientes prácticas, a las tres jóvenes se les presentó la posibilidad de ser útiles en el mismo campo de batalla.
Mª Pilar tenía 25 años cuando entregó su vida en el martirio.
OLGA PÉREZ-MONTESERÍN NÚÑEZ

Olga nació en París el 16 de marzo de 1913. Era hija del famoso pintor Demetrio Pérez-Monteserín y González Blanco y Carmen Núñez Goy que se habían casado en Astorga, en el año 1907. Olga fue la segunda de los tres hijos del matrimonio.
Olga fue bautizada el 5 de julio de 1913 en la parroquia parisina dedicada a San Francisco Javier de las Misiones Extranjeras (iglesia muy popular que hoy custodia las reliquias de santa Magdalena Sofía Barat).
Tenía 7 años cuando toda la familia se instaló de nuevo y definitivamente en Astorga; su padre se había sentido siempre muy ligado a esta ciudad, donde vivió gran parte de su vida, ya que había llegado a ella siendo niño desde Villafranca del Bierzo (León), pues su padre había obtenido allí la plaza de interventor municipal.
Olga tampoco se casó, y por influencia de su padre se interesaba de artes plásticas y la pintura, un estímulo hacia el arte, la belleza y la vida. Astorga, en particular en aquel tiempo, cultivaba las artes y las letras de un modo intenso y singular.
El ambiente de los Pérez-Monteserín no era tan profundamente religioso como el de Pilar y Octavia; pero, sin duda alguna, era una familia católica. A Olga la recuerdan aún sus familiares como una joven alegre, positiva, siempre sonriente: en la alegría y en el arte habían basado sus padres la educación que dieron a sus hijos.
Olga tenía 23 años cuando fue martirizada.
OCTAVIA IGLESIAS BLANCO

Octavia era hija de Indalecio Iglesias Barrios y de Julia Blanco Téllez, prima de la madre de María Pilar, Octavia nació en Astorga el 30 de noviembre de 1894, y en esta ciudad vivió en el seno de una familia de alto nivel social. Recibió el bautismo el 9 de diciembre del mismo año en la parroquia de San Julián y le fueron impuestos los nombres de Octavia Petra Andrea.
Octavia dedicó gran parte de su tiempo a cuidar a su padre anciano y enfermo, y después a su madre, en un ambiente familiar muy religioso, de verdaderos santos, como recuerdan quienes la conocieron. Su familia tenía efectivamente fama de virtud y de grandes obras apostólicas, entre las cuales cabe destacar la Fundación de las Madres Redentoristas en la ciudad de Astorga: a la construcción del convento de clausura Nuestra Señora del Perpetuo Socorro había dado su madre todos sus haberes y herencia, y en él se consagró a Dios y vivió hasta su muerte su hermana María del Carmen.
Octavia sufrió represiones y multas por su activa participación en obras apostólicas de la Iglesia. Formó parte de la Acción Católica, de la Asociación de las Hijas de María y del Corazón de Jesús, asociaciones interparroquiales de Astorga; era catequista y con una amiga visitaba los barrios necesitados de la ciudad. Frecuentaba todas las devociones populares y era una auténtica apóstol, dedicada a su madre y a los demás.
Como Pilar, tampoco Octavia se casó, dedicándose a la casa y a la asistencia de los padres. De las tres mártires, Octavia era la mayor y destacaba por su gran sensatez y vida de piedad.
Octavia tenía 41 años cuando murió mártir.

En medio de un ambiente antirreligioso muy duro donde sacerdotes, consagrados y laicos comprometidos eran perseguidos, las imágenes sagradas quemadas y los templos profanados y saqueados, el 8 de octubre de 1936 las tres jóvenes, que se previamente se habían preparado con un curso intensivo de primeros auxilios y cuidados de enfermería ofrecido por la Cruz Roja, llegaron al hospital del Puerto de Somiedo, cerca de Pola de Somiedo en Asturias, y una vez terminados los ocho días de servicio, quisieron continuarlo, teniendo en cuenta la emergencia de la situación.
Al amanecer del martes 27 de octubre, el ejército republicano llevó a cabo un ataque contra el pequeño hospital. Aun teniendo la posibilidad de huir Mª Pilar, Octavia y Olga decidieron no abandonar a los heridos para continuar asistiéndolos, sabiendo que ponían en riesgo su propia vida; sin embargo, los heridos fueron fusilados y el personal sanitario fue apresado.
Las tres enfermeras fueron conducidas después de una larga marcha, a Pola de Somiedo junto con otros prisioneros, entre ellos el comandante, el capellán y el médico, que poco después serían también asesinados. No obstante, a pesar de su relación con la Cruz Roja y ser consideradas como personal sanitario, fueron entregadas al comité local de guerra, y luego a los milicianos que, durante toda la noche, sometieron a las Siervas de Dios a vejaciones y abusos, pretendiendo que renegaran de la fe a cambio de obtener la libertad, pero su claro rechazo recrudecía la violencia por parte de los milicianos para con ellas.
A pesar de la tortura y las humillaciones, las Siervas de Dios soportaron todo con fortaleza sobrenatural y se prepararon a la muerte con espíritu de fe y rezando: desnudadas, fueron llevadas a un prado, y al mediodía del día 28 de octubre de 1936 fueron fusiladas, mientras aclamaban a Cristo Rey, por tres mujeres milicianas, que se distribuyeron los vestidos de las Siervas de Dios. Sus cuerpos fueron tratados de modo ignominioso y abandonados hasta la noche en que fueron sepultados en una fosa común, excavada por algunos hombres del pueblo, obligados a ello por los milicianos.
La fama del martirio de las Siervas de Dios se difundió enseguida en la comunidad eclesial, de modo tal que el 30 de enero de 1938 sus restos, fueron acogidos en la Catedral de Astorga, centro de la vida diocesana. El 28 de junio de 1948 fueron trasladados a un nuevo mausoleo en la capilla de San Juan Bautista en la Catedral donde actualmente descansan.