Manu Mediaoreja – 30 de julio de 2014.
Capítulo cuarto. Desentrañando el Cartel de Fiestas Tábara 2014.
«Más Vale Volando», así reza la divisa, que luce el blasón del linaje de los Marqueses de Távara que hoy podemos observar en la fachada de la Iglesia Conventual de Ntra. Sra. de la Asunción.
Don Bernardino Pimentel y Doña Constanza Osorio, fueron los primeros marqueses de Távara en época de Carlos I.
¿Quizás estén asomados a alguna ventana del Palacio?
¿No los habrás visto por ahí?
El padre de Bernardino, Pedro Pimentel, había casado en primeras nupcias con Francisca Almanza, señora de Távara y Alcañices, la cual muriera tras el parto quedando heredero el recién nacido hijo de ambos, en el Palacio en Tábara, bautizado como Diego Pimentel-Almanza; a los pocos días dejarían la casa que tenían en Tábara para llevarlo a Alcañices, con la familia materna, huyendo de cierta enfermedad contagiosa que decían campeaba en la villa. Casi fue peor el remedio que la enfermedad pues el bendito moría en Rabanales al poco de partir.
Sería cuando Don Pedro Pimentel heredaría de su hijo el señorío de Távara, lo que trajo consigo la codicia y reclamo de aquellas tierras por parte del cuñado, marido de la hermana de la difunta Francisca, Juan Enríquez de Guzmán, hijo del Conde de Alba de Liste que, obrando desde el castillo de su padre en Castrotorafe, arremetió contra la villa de Tábara prendiendo fuego a la casa señorial, respondiendo tabareses y pimenteles de igual modo contra otra posesión del conde, junto a Benavente y propiedad de los enríquez, comenzando así una contienda que duraría meses.
Este episodio de palacios en llamas no sería el único incendio que sufrirían tales muros tabareses, pero ésta es otra historia para ser contada en otro momento.
Casaría el viudo Pedro con Inés Enríquez de Guzmán, que no era otra que la hermana de su rival y de cuyo matrimonio nacería, con toda posibilidad en Tábara, nuestro Bernardino.
Sería cuando el rey Carlos V de Alemania, el hijo de Juana, la loca de amores, otorgó el título de Marqués de Távara a Don Bernardino, título recién creado para ello, premiando las ayudas dadas en no sé qué guerras o pleitos.
Tábara no fue la morada habitual de tales señores marqueses, sino que la darían un uso más lúdico como casa de recreo, de reposo veraniego, con vastos bosques de buena caza mayor… ¡vamos, el chalecito en el campo! Con jardín renacentista, como aquellos italianos de la época, estanque, galería a los jardines y todo un lujo palaciego del que lamentablemente sólo podemos imaginar o recrear lo que en su día pudo ser.
En el cartel, tanto Don Bernardino como Doña Constanza visten al uso y costumbres de la España de mediados de 1500. Colores sobrios para una Castilla sobria.
Ella rubia de ojos claros, pues parece ser, venía de linajes gallegos…
Bibliografía: Valdetábara y su entorno, José Ferrero Gutiérrez.