La ganadería ovina, siempre ha representado en esta comunidad un valor muy importante y el pastoreo tradicional, ofrecía una opción de trabajo para quienes deseaban sentir el contacto con la naturaleza mientras cuidaban el rebaño que tenían asignado a su cargo.
Curiosamente en la provincia de Zamora, la ganadería ovina no ha experimentado un descenso significativo en el número de ejemplares en la última generación. Se ha producido un cambio importante en cuanto a las explotaciones, antes más numerosas y reducidas porque eran explotaciones familiares y ahora la tendencia está enfocada a tener rebaños con un mayor número de ejemplares para la subsistencia y viabilidad de cada explotación y mientras el ganado vacuno ha tenido un decremento importante, las explotaciones ovinas están viendo cómo se mantiene el número de ejemplares, en algunos casos incluso puede haber un repunte significativo.
Las razas más representativas de esta tierra, son la oveja castellana, que es la característica de esta tierra con un prestigio importante por la calidad de sus carnes que se utiliza generalmente para el consumo, mientras las razas Lacanne y Assaff, son más aptas para el ordeño y cada vez más demandada su producción de leche, para la elaboración de los deliciosos quesos que se elaboran en esta tierra.
El pastoreo también ha ido evolucionando en cuanto a la forma de alimentar a los animales, aunque se siguen viendo por los campos importantes rebaños que se van nutriendo con los brotes verdes que van creciendo en primavera, se les complementa con la alimentación seleccionada que cada ganadero les proporciona en la nave donde pasan la noche protegidos de las inclemencias del tiempo y de los lobos que tienen su hábitat en las zonas de pastoreo.
Manolo García, o Manolo el carnicero, como todo el mundo le conoce en Tábara, continua la tradición de su padre y de generaciones anteriores, que consiguieron de este animal tan característico de esta tierra, la forma de ganarse la vida y mantener a su familia y conserva algunas de las tradiciones que siempre vio hacer a sus mayores y Manolo, es una persona a la que le gusta mantener las tradiciones, aunque algunas de ellas ya no sean tan necesarias como lo eran antiguamente.
Manolo recuerda cuando en Tábara había muchas familias que vivían del cuidado de sus ovejas y cuando llegaba la festividad de San Pedro, los pastores se iban reuniendo para realizar de forma comunitaria el esquileo de todos y cada uno de los rebaños que había en el pueblo y entre todos, se encargaban de cortar el vellón y la lana que obtenían del esquileo, les proporcionaba un complemento en ocasiones muy importante, a la vez que despojaban a las ovejas de un manto de lana que cuando llegaban los calores del estío, resultaba excesivamente molesto para los animales.
En las épocas en las que la ganadería representaba uno de los motores económicos del pueblo, podían llegar a esquilar entre todos los pastores unas 12.000 ovejas, pero ahora el oficio de esquilador ha ido cayendo en desuso y resulta difícil encontrar quien realice esta labor, porque los viejos pastores que la hacían, nos han ido dejando y ahora es preciso recurrir a trabajadores de otras tierras, hasta hace unos años, eran polacos los más habituales en estas labores, pero en el momento actual, han ido surgiendo unos esquiladores procedentes de Uruguay, que cuando llega la primavera se desplazan a España y ellos se encargan de despojar del vellón a la mayoría de los rebaños que aún se conservan en las diferentes comunidades.
Según nos cuenta Manolo, el declive en el precio que ha ido teniendo el producto que se obtenía del esquileo, hace que cada vez sea menos rentable la producción que se llega a obtener de las ovejas y llegará el día, en el que este trabajo tan necesario, no compense al ganadero con la producción de lana que se obtiene.
Los esquiladores, son unos profesionales que conocen a la perfección su oficio, porque cuentan con una habilidad y maestría en lo que hacen, que ninguna de las ovejas emite ningún quejido en el par de minutos que cada uno de ellos emplea en despojarla del denso manto de vellón que llevan encima.
En la actualidad, resulta mucho más sencillo realizar esta labor, porque las máquinas eléctricas han sustituido a las tijeras de hierro que se utilizaban antiguamente para el esquileo y como las ovejas pasan menos tiempo en el campo, el polvo y la tierra que antes se adhería a la lana, ahora esta se encuentra siempre más limpia y ofrece menos dificultades cuando la tijera tiene que separar la lana del cuerpo del animal.
Manolo todavía recuerda aquellos tiempos en los que se realizaba esta tarea con tijeras y resultaba mucho más complicado que en la actualidad, para él, lo importante no era el esquilador, sino el que se encargaba de afilar las tijeras y siempre recuerda a Lorenzo Clemente, que tenía una práctica envidiable y se ofrecía desinteresadamente para colaborar en este oficio tan tradicional, como lo hacían muchas personas que siempre se encontraban dispuestas a echar una mano en los trabajos puntuales que ocasionalmente iban surgiendo y que siempre es difícil poder citar a todos, porque corres el riesgo de dejar a alguno en el tintero, pero quedarán siempre en el recuerdo por su disponibilidad.
Una vez que las ovejas se ven libres del vellón, han perdido una gran parte del peso que llevaban encima y son apartadas de donde se encuentran las que todavía tienen que pasar por las manos del esquilador. Aunque antiguamente el marcaje de cada rebaño se hacía por las muescas que realizaban en las orejas de los animales, ahora ya no es preciso realizar esta tarea, porque cada oveja además del chip que lleva insertado, en sus orejas lleva adheridos unos crotales en los que se reflejan todos los datos necesarios. No obstante Manolo sigue con la costumbre de marcar en el lomo de cada uno de los animales, una marca de pintura identificativa del propietario de ese animal.
Sin duda, el esquileo se ha convertido en uno de esos oficios que van en declive y la demanda de profesionales que sepan hacer este trabajo, es cada vez mayor, porque como vemos por la producción de carne y de leche, la ganadería ovina no decrece sino que va en un progresivo aumento por la demanda, cada vez más creciente, de este producto que tiene en esta tierra un hábitat idóneo que lo convierte en algo excepcional, por eso, sería interesante que este oficio se pudiera recuperar, pensando en una tierra en la que las oportunidades de trabajo no resultan suficientes para la población que cada vez en mayor número, se ve obligada a emigrar y en oficios como el esquileo, se puede encontrar una profesión en la que siempre se va a contar con una salida interesante profesionalmente.
Ha resultado interesante poder disfrutar contemplando una de las tareas que no es frecuente tener la oportunidad de poder observar y que nos traslada a esos momentos no tan lejanos, en los que el arte del pastoreo y todo lo que conllevaba el cuidado de estos excepcionales animales suponía y representaba para la vida de un pueblo, que dependía de la cabaña que libremente pastaba por sus campos.