Manu Mediaoreja – 4 de agosto de 2014.

Capítulo sexto del serial “Desentrañando el Cartel de las Fiestas Tábara 2014”

Ya deben de estar fuera del horno los programas de las fiestas, como esos

panes de hogaza que desde niño recuerdo, aquellas tardes de merienda de una buena rebanada con nocilla. O como esas magdalenas, capricho de los dioses, que ya no volveremos a degustar, sin desmerecer a las que se hornean actualmente.

 

Y para seguir con el juego de «buscando los secretos que esconde el cartel de este año», una nueva entrega de objetos y cosas que se ocultan entre los peñistas y que tienen alguna relación con Tábara o con mis recuerdos allí.

Matasuegras.

Sujetos por un palillo esperaban que un diestro en armas de perdigones con el cañón desviado acertara a derribarlos.

Chupetes.

Hubo una moda donde toda la mocedad llevaba un chupete de bebés que compraban en la farmacia. Corrían los años ’80. Aquel año debieron de pensar en «chico» que en la villa de Tábara había habido un «babyboom».

Balón de fútbol.

Inseparable la asociación entre fútbol y los veranos en Tábara. Y con sus fiestas, cuando se celebraba una liguilla local entre «La Cañada» y «La Plaza» y se celebraba el único partido en Las Eras de los Pedregales… Años más tarde se incorporaría un tercer equipo, el de «Forasteros», jugándose los partidos ya en el campo oficial de Palomillo.

El fútbol era motivo de exclusión social para aquellos que no nacimos con el don del «toque al esférico» y menos cuando en la familia teníamos a un verdadero «pichichi», mi hermano Laure que heredó de mi padre su maestría en el regateo; hermano con el que alguna vez me confundieron como si verdaderos mielgos fuéramos.

– Te ví hoy en Palomillo, vaya golazo has marcado -me decía la madre de una.

-Sí, estuve en Palomillo, -respondí-, pero el de los goles es mi hermano.

-Uy! majo, si sois igualitos, sois gemelos?

-Gemelos? -me dije para mis adentros-, pero si me saca dos años y yo soy más guapo!!! (Jajaja, esto último lo añado hoy, de coña).

Hoy hay un torneo en toda regla, entre Peñas, sin distinción entre nacidos y no nacidos en Tábara, como debe ser, hermanados todos bajo una misma bandera, la tricolor de los colores del Beato de Távara, los mismos colores del nombre de la villa en el cartel de este año y que ondea también en el balcón del ayuntamiento.

«Leña al mono que es de goma».

Aún no sé de dónde viene ese nombre de «monos» para designar a unos bolos con cabeza, reforzados con cinta aislante y a saber qué más para que no se meneen a pesar de lanzarles la pelota del tamaño de una de tenis con todas las fuerzas reunidas. Para ello también hay que haber nacido con ese don. Otro de los dones que en el reparto a la hora de nacer no me cayeron a mí.

Sardinada.

Por lo general y hasta donde yo recuerdo, pasado el día 15 se terminaban las fiestas en la Villa hasta la celebración de la Romería de los santos Mamés y Blas, el domingo siguiente a la fiesta. Era entonces cuando, allá por el 16 se celebraba una sardinada o escabechada donde participaba todo el pueblo. Era yo un mico que apenas podía coger mi trozo de pan y mi pieza de escabeche.

Años más tarde, por iniciativa propia, unos vecinos de la Villa organizaron una similar en la Plaza Santa Rosa (de nombre anterior más hermoso y propio de su pasado y función que no diré por respeto a sus vecinos que la habitan). Actividad siempre fuera de programa daba por finalizado el periodo de fiestas hasta el año próximo.

Los dados.

Cuántas tardes de agosto jugando al parchís, la oca… Juegos que a mi pesar veo que los niños de hoy apenas conocen sus reglas, pero que nos acompañaron en nuestra infancia y crecieron con nosotros tornándose en la adolescencia en brisca, tute, la perejila, burro, mentiroso, el joputa, el asesino, el mus y otros tantos. Los mismos “dados” de los juegos para los más pequeños de la casa, en estas fiestas, “dados” de gran tamaño en juegos infantiles para gigantes o para humanos entre liliputienses.

Los huevos para el concurso de Tortillas de patata y el tenedor para incarles el diente.

Desde hace ya unos años este concurso, que espero no errar fue iniciativa de la Peña Cosa Nostra, nos deleita con el saber hacer gastronómico de nuestras madres, las más de las veces; el lugar para su degustación, el parque de reciente creación en la arribota, en La Cañada, la Gran Avenida tabaresa.

Gatos, patos y gallinas.

Qué sería de nuestro pueblo sin conservar aún su naturaleza del medio rural, de lo poco que nos queda de lo natural con el avance imparable de las tecnologías y las ciudades desnaturalizadas. Uno de los sonidos más relajantes de los que podemos aún disfrutar es el de los animales de corral. Cuantas veces no nos ha cantado el gallo en fiestas, de camino al pub o de Peña en peña, como diciéndonos en su cacareo «ya está bien, que no son horas éstas de andar zanganeando; ¡Ale! ¡A la cama ya gandules!».

Y para seguir con el juego de «buscando los secretos que esconde el cartel de este año», una nueva entrega de objetos y cosas que se ocultan entre los peñistas y que tienen alguna relación con Tábara o con mis recuerdos allí.

Matasuegras.

Sujetos por un palillo esperaban que un diestro en armas de perdigones con el cañón desviado acertara a derribarlos.

Chupetes.

Hubo una moda donde toda la mocedad llevaba un chupete de bebés que compraban en la farmacia. Corrían los años ’80. Aquel año debieron de pensar en «chico» que en la villa de Tábara había habido un «babyboom».

Balón de fútbol.

Inseparable la asociación entre fútbol y los veranos en Tábara. Y con sus fiestas, cuando se celebraba una liguilla local entre «La Cañada» y «La Plaza» y se celebraba el único partido en Las Eras de los Pedregales… Años más tarde se incorporaría un tercer equipo, el de «Forasteros», jugándose los partidos ya en el campo oficial de Palomillo.

El fútbol era motivo de exclusión social para aquellos que no nacimos con el don del «toque al esférico» y menos cuando en la familia teníamos a un verdadero «pichichi», mi hermano Laure que heredó de mi padre su maestría en el regateo; hermano con el que alguna vez me confundieron como si verdaderos mielgos fuéramos.

– Te ví hoy en Palomillo, vaya golazo has marcado -me decía la madre de una.

-Sí, estuve en Palomillo, -respondí-, pero el de los goles es mi hermano.

-Uy! majo, si sois igualitos, sois gemelos?

-Gemelos? -me dije para mis adentros-, pero si me saca dos años y yo soy más guapo!!! (Jajaja, esto último lo añado hoy, de coña).

Hoy hay un torneo en toda regla, entre Peñas, sin distinción entre nacidos y no nacidos en Tábara, como debe ser, hermanados todos bajo una misma bandera, la tricolor de los colores del Beato de Távara, los mismos colores del nombre de la villa en el cartel de este año y que ondea también en el balcón del ayuntamiento.

«Leña al mono que es de goma».

Aún no se de donde viene ese nombre de «monos» para designar a unos bolos con cabeza, reforzados con cinta aislante y a saber qué más para que no se meneen a pesar de lanzarles la pelota del tamaño de una de tenis con todas las fuerzas reunidas. Para ello también hay que haber nacido con ese don. Otro de los dones que en el reparto a la hora de nacer no me cayeron a mi.

Sardinada.

Por lo general y hasta donde yo recuerdo, pasado el día 15 se terminaban las fiestas en la Villa hasta la celebración de la Romería de los santos Mamés y Blas, el domingo siguiente a la fiesta. Era entonces cuando, allá por el 16 se celebraba una sardinada o escabechada donde participaba todo el pueblo. Era yo un mico que apenas podía coger mi trozo de pan y mi pieza de escabeche.

Años más tarde, por iniciativa propia, unos vecinos de la Villa organizaron una similar en la Plaza Santa Rosa (de nombre anterior más hermoso y propio de su pasado y función que no diré por respeto a sus vecinos que la habitan). Actividad siempre fuera de programa daba por finalizado el periodo de fiestas hasta el año próximo.

Los dados.

Cuántas tardes de agosto jugando al parchís, la oca… Juegos que a mi pesar veo que los niños de hoy apenas conocen sus reglas, pero que nos acompañaron en nuestra infancia y crecieron con nosotros tornándose en la adolescencia en brisca, tute, la perejila, burro, mentiroso, el joputa, el asesino, el mus y otros tantos. Los mismos “dados” de los juegos para los más pequeños de la casa, en estas fiestas, “dados” de gran tamaño en juegos infantiles para gigantes o para humanos entre liliputienses.

Los huevos para el concurso de Tortillas de patata y el tenedor para incarles en diente.

Desde hace ya unos años este concurso, que espero no errar fue iniciativa de la Peña Cosa Nostra, nos deleita con el saber hacer gastronómico de nuestras madres, las más de las veces; el lugar para su degustación, el parque de reciente creación en la arribota, en La Cañada, la Gran Avenida tabaresa.

Gatos, patos y gallinas.

Qué sería de nuestro pueblo sin conservar aún su naturaleza del medio rural, de lo poco que nos queda de lo natural con el avance imparable de las tecnologías y las ciudades desnaturalizadas. Uno de los sonidos más relajantes de los que podemos aún disfrutar es el de los animales de corral. Cuantas veces no nos ha cantado el gallo en fiestas, de camino al pub o de Peña en peña, como diciéndonos en su cacareo «ya está bien, que no son horas éstas de andar zanganeando; ¡Ale! ¡A la cama ya gandules!».

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