almeida – 17 de Julio de 2015.
Desde las más remotas civilizaciones, los cuatro elementos de la naturaleza han sido considerados por druidas y por la gente del pueblo como esos símbolos que tienen la respuesta para todo y se les ha venerado de una manera especial porque sin ellos nada podría ser lo mismo.
Con más o menos relevancia se han ido instalando en las creencias de la gente llana y también, los que trataban de controlar al pueblo han sabido cómo utilizarlos a su conveniencia de tal forma que en el adn del ser humano tienen que quedar algunos vestigios de ese culto ancestral que de vez en cuando todos sentimos la necesidad de recurrir en algún momento de nuestra vida a ellos.
En el Camino, esa ruta cargada de simbolismo en cada uno de los rincones y en cada piedra que vamos encontrando a nuestro paso, podemos verlos si sabemos mirarlos, porque se encuentran ahí, los han ido dejando los millones de peregrinos que nos han precedido, aunque para la mayora pasan desapercibidos, siempre hay quien sabe contemplarlos y experimenta esa magia diaria que el camino proporciona a los peregrinos, es el renacer de cada día.
Se renace cuando dejas que todos los pensamientos que están dominando tu alma salgan del interior y se los lleve el viento para siempre; se renace cuando cruzas un río y dejas que la parte que se ha ido quedando adherida a tu cuerpo sea despojada por la corriente y se vaya mezclada con el agua; se renace cuando por la noche ves como el sol se oculta por el horizonte y con él se va parte de lo que ese día te ha proporcionado y se renace en cada nuevo amanecer con el fuego abrasador del sol imaginando lo que el nuevo día te va a deparar.
Esas son las cosas que van haciendo especial y mágico este Caminito iniciático en el que la mayoría que lo recorren lo hacen sin pensar en estas cosas, solo algunos consiguen encontrar esa magia a la que no le dan ninguna explicación y hay unos pocos elegidos que sí saben cómo pueden captar todo lo que el Camino les aporta y se enriquecen con cada una de las situaciones que se van encontrando.
Aunque el Camino, es más que eso, es sabio como los viejos de barba cana que han ido asimilando las cosas que cada día les aportaba, también el Camino lo es y además en muchas ocasiones es selectivo porque es él quien determina aquellos que deben estar sobre él, a dónde deben llegar y lo que deben recibir, y cuando quiere lo muestra y cuando no aparta a esos que pueden llegar a profanarlo.
Son reflexiones de viejo, de alguien que conoce el Camino casi como a sí mismo y ha visto tantas cosas que tiene la facultad de saber interpretarlas y en ocasiones hasta la generosidad de compartirlas.
Eva, era una de estas peregrinas que habían sido elegidas por el camino para que pudiera conocer todos sus secretos. Así lo había dispuesto el Camino la primera vez que sintió la presencia de esta mujer sobre él y la fue poniendo a prueba para ver hasta dónde llegaba su voluntad de saber cómo asimilar todo lo que le iba a aportar.
Quiso echarla el primer día de su senda y provocó una lesión en la peregrina, pero la determinación de aquella mujer era tan fuerte que al final la eligió para que pudiera recorrerlo y enriquecerse con todo lo que le tenía reservado.
Cuando Eva llegó a su meta, supo comprender que había sido una de las elegidas porque en condiciones normales, nunca hubiera podido llegar hasta allí y reconoció la generosidad que habían tenido con ella y prometió que regresaría, lo haría sin los impedimentos que había tenido que superar en ese primer camino para saborearlo y disfrutarlo como se merecía.
Pero, el destino en ocasiones nos tiene reservadas unas pruebas que nunca nos gustaría tener que superar y la vida al final no es más que un cúmulo de situaciones y de pruebas que debemos afrontar y superar y es entonces cuando alcanzamos ese estado que nos va haciendo diferentes a los demás.
Es injusto que muchas veces sean los mismos los que deben afrontar los momentos malos de la vida y pensamos lo injusta que está siendo con nosotros, son esos momentos en los que no alcanzamos a ver que hemos sido elegidos y solo nosotros seremos capaces de poder superarlas y quizá por eso se hayan cruzado en nuestro destino.
Pero Eva que había sentido el Camino como ese aire que necesitamos para seguir manteniendo las constantes vitales, se dio cuenta que había otras prioridades en su vida que debía afrontar antes de volver de nuevo a poder respirar. Tenía que superar una de las pruebas más duras que se nos pueden presentar y no se sentía con fuerzas para hacerlo, porque cuando algo depende de ti para que se solucione, puedes emplear todas tus habilidades para lograrlo, pero en esas ocasiones en las que estamos en manos de no sabemos quién, es muy difícil poder afrontarlo para tratar de salir airoso.
Entonces llegan esos momentos en los que vas perdiendo la esperanza y el desánimo se va apoderando de ti porque te sientes incapaz de poder hacer nada para revertir la situación que ahora te agobia cada día un poco más y vas cayendo en ese abismo que parece no tener fin, pierdes la fe en todo lo que hasta entonces te mantenía a flote y sientes cómo te ahogas y te falta ese aire que tanto necesitas para poder respirar.
Hubo momentos en los que solo deseaba que el aire se extinguiera por completo para dejar de sentir y que se acabara todo el sufrimiento que estaba teniendo, pero Eva era una madre que tenía que pensar en su hija y como le ocurrió antes en el Camino, encontró en ella ese motivo tan necesario para seguir luchando, se lo debía a ella y por ella saldría adelante.
Fueron tres años de angustia en los que el sufrimiento cada día que pasaba iba en aumento hasta que poco a poco lo fue conociendo y aprendió a controlarlo y en el momento que lo consiguió, logró encontrar esos momentos de paz que tanto necesitaba.
Pero fueron apareciendo los miedos que consiguen anularlo todo y es muy difícil saber cómo hay que enfrentarse a los miedos porque siempre se va creando la incertidumbre de imaginar qué es lo que va a pasar al día siguiente y los miedos llegan a agarrotarte de tal forma que cuando se van introduciendo en las entrañas se esparcen enseguida por todos los órganos que nos van manteniendo vivos.
Son esos momentos en los que van surgiendo mil y una preguntas y te vas dando cuenta que la mayoría no tienen respuesta o no sabes cuál es la respuesta que debes darles y la sima se va haciendo más ancha y más profunda y no tienes nada en donde poder agarrarte para no verte abocada al abismo tenebroso.
Pero en esos momentos de desesperación, Eva encontró esa rama a la que poder aferrarse, el Camino. Comenzó a recordar cómo años antes cuando pasó por una situación desesperada su fe y el deseo de seguir adelante no solo la mantuvieron sino que también la ayudaron a conseguir sus propósitos y el Camino se convirtió en esa tabla de salvación en medio de un océano furibundo.
Fueron tres años muy difíciles, los más duros de su vida, pero al final de ellos comenzó a ver esa luz que la permitía saber que con cada nuevo amanecer iba a poder contemplar las nubes en las que encontraba tanto significado y sobre todo, por las noches, ahora podía de nuevo observar las estrellas y se fue dando cuenta que todavía había una larga vida por delante porque había sabido afrontar aquella dura prueba y ya nada le impediría seguir avanzando y disfrutar de cada uno de los momentos que estaban destinados para ella.
A lo largo de estos tres años, no dejaron de aflorar algunos sueños y el que con más frecuencia venía a su mente, era el Camino, ese que tanto le había ayudado a superar esos momentos tan difíciles y quería estar a su lado para agradecerle su apoyo y porque estaba convencida que solo en el Camino podría de nuevo renacer, dejar atrás todo lo que trataba de olvidar y vaciar su mente para que se llenara de nuevos proyectos e ilusiones.
Como no disponía de mucho tiempo porque todavía era necesaria su presencia y tampoco quería alejarse mucho de lo que la había tenido retenida durante tanto tiempo, decidió hacer uno de esos caminos en los que la intensidad con la que vives cada día y sobre todo, ese simbolismo con el que está cargado, podía ser el mejor para sus propósitos y decidió en compañía de su hermana Sara recorrer el Camino que llega hasta el fin del mundo. Comenzaría donde hace cuatro años lo dejó, allí delante del apóstol y caminaría hasta donde estaba convencida que se produciría ese renacer tan necesario.
Cuando Eva se encontró delante de la imagen de Santiago, dio libertad a sus sentimientos y dejó que las lágrimas se precipitaran por sus mejillas y fueran impregnando aquellas piedras centenarias que se encontraban a sus pies, que se quedaran allí para siempre y con ellas dejaba parte de ese dolor que las había ido produciendo.
Fueron muchas las cosas que compartió con el santo en aquellos momentos. No se pronunció ninguna palabra, aunque se dijeron tantas cosas que siempre estarán presentes entre todos los deseos y pensamientos que han ido dejando allí los peregrinos y mientras permanezcan donde las dejó, se mantendrán como esa semilla de energía positiva que va impregnando a todos los que se acerquen hasta aquel lugar.
Los tres días que estuvo caminando hasta que pudo contemplar las últimas tierras del fin del mundo fueron muy especiales porque a cada paso que iba dando, dejaba tras de sí todo lo que quería desterrar de su mente; la angustia, la desesperación, la amargura, el sufrimiento, y sobre todo sus miedos, quería que se quedaran allí para siempre que se fueran de sus recuerdos para poder acoger nuevos pensamientos cargados de esperanza y de ilusión y sería con ellos con los que afrontara esa nueva vida que tenía por delante.
Antes de poner sus pies en Fisterra, mientas caminaba por la playa de la Langosteira, se fue despojando de la mochila de sus zapatillas y se fue introduciendo en el agua de la mar mientras dejaba que sus pulmones se inundaran de ese salitre que le sabía tan agradable y ese bautismo hizo que saliera del agua completamente nueva, percibía que había dejado entre la espuma de las olas parte de toda esa pesada carga que se había ido adhiriendo a su cuerpo y le impedía avanzar.
Pero todavía quedaban más ritos que cumplir ese día, había estado pensando en ellos a cada paso que la acercaba hasta este nuevo destino que iba a ser el comienzo de esa nueva vida a la que tanto aspiraba.
Cogió en sus manos un pequeño saquito de tela y cuando el sol comenzaba a acercarse al horizonte para mezclarse con la mar, accedió al límite terrestre hasta donde llegaban los peregrinos que querían sentir que habían llegado hasta el fin del mundo. En el saco llevaba todos esos recuerdos que tanto deseaba olvidar, allí los había concentrado todos y solo el fuego purificador podría desterrarlos definitivamente de su lado.
Era un día radiante en el que el sol brillaba con esa luz que nos regala en los ocasos y cuando llegó a la parte más alta del faro, todo cambio, comenzó a levantarse un fuerte viento y la niebla parecía invadirlo todo, daba la sensación de que todos los planes que Eva se había ido formando se venían abajo porque en ningún momento llegó a imaginarse una situación como aquella.
Pero todas las vicisitudes que había tenido que afrontar la habían enseñado muchas cosas, estaba convencida que aquel cambio se había producido por algún motivo que no alcanzaba a comprender, aunque ahora había aprendido a analizar más las cosas y sabía que todo ocurría por algo.
Eva imaginó que aquel viento en el que daba la sensación que se abrían los cielos, lo traían las meigas que tanto abundan por aquellas tierras y era ese elemento que no había puesto en su lista de ritos para cumplir, era el que le faltaba y solo un viento como aquel podía alejar de su cuerpo y de su mente todo lo que en los tres últimos años se había ido acumulando.
También pensó que lo que se disponía a hacer, era algo muy especial y requería esa intimidad que tanto necesitaba y en un lugar como aquel plagado de curiosos y turistas, solo necesitaba unas inclemencias como aquellas para que todos se alejaran de allí y la dejaran a ella sola para poder cumplir con ese rito tan importante.
Como si de nuevo el destino tuviera todo dispuesto, hizo que de entre la espesa niebla saliera un peregrino que iba a ser el testigo de aquel renacer y junto a Sara y el peregrino fueron quemando esos recuerdos que según se convertían en humo, se iban alejando para siempre de su mente.
Mientras la llama se iba consumiendo, los tres se abrazaron y sin decir ni una sola palabra, dejaron que todas las emociones que sentían en ese momento expresaran lo que en la mente de cada uno había y cuando se separaron, todos se sentían liberados. Eva sabía que desde ahora en adelante su vida iba a ser muy diferente, Sara se encontraba feliz mientras contemplaba la expresión que había transformado el rostro de su hermana y el peregrino se mostraba contento por haber sido testigo de esa magia del Camino que tanto buscaba y había conseguido poder verla en los confines del mundo después de una larga peregrinación.
Pero las inclemencias meteorológicas, no les habían permitido contemplar cómo el sol se iba fundiendo con el horizonte y de nuevo Eva pensó que era el destino el que lo había previsto de esa manera.
Al día siguiente, fue caminando hasta Muxia, allí donde la Virgen se apareció al apóstol para darle ánimos y que siguiera adelante a pesar de las adversidades que se había encontrado en su labor evangelizadora, era el lugar idóneo para ver cómo el sol desaparecía y con él se iban esos pocos restos de tristeza que podía albergar todavía el alma de Eva.
En el Santuario de la Virgen de la Barca, Eva fue dejando que su mente se fuera relajando quería que estuviera libre para que todos los recuerdos que todavía podían encontrarse escondidos se alejaran definitivamente de ella y mientras contemplaba las graníticas moles que parecen defender a la Virgen de las inclemencias de la mar, tuvo algunos recuerdos de lo que había significado para ella el Camino y todo lo que la había aportado.
Cada vez estaba más convencida de ser una de las elegidas, de aquellas personas que habían sabido comprender todos y cada uno de los misterios que esta ruta encierra para quienes tienen ojos para poder contemplarlos.
Sentía cómo la piedra Dabalar oscilaba muy lentamente mientras el sol acariciaba la línea del horizonte y dejaba que ésta le fuera engullendo, la mente de Eva fue imaginándose todos esos recuerdos que las últimas horas había dejado atrás, vio como cada uno de ellos formaba una aureola alrededor del sol y el horizonte los iba engullendo para que desaparecieran para siempre de su vida y fue ese momento en el que definitivamente se sintió liberada, había renacido y ya nada ni nadie podría desviarla del futuro que se había trazado.
Mientras se iba alejando de aquel lugar, se fue dando cuenta de lo que esas horas habían significado para ella, había dejado atrás sus miedos, pero no solo se los había engullido la mar, ahora sabía cómo debía afrontarlos si alguna vez se volvían a presentar y sobre todo había aprendido muchas cosas, todas esas que el Camino nos va enseñando cómo hacer frente a cada una de las situaciones que se presentan en la vida y lo más importante, que de cada situación hay que saber extraer lo mejor que pueden tener y disfrutar con ellas, porque cuando piensas en lo que tienes cada momento lo saboreas mucho más y cada uno de los días nos llega a aportar tantas cosas que si no somos capaces de poder disfrutar cada una de ellas, habremos malgastado esa jornada.