Pienso, luego digo – 16 de marzo de 2019.
Para resumir la sociedad en la que vivimos, de forma muy escueta y casi hasta simplona, podríamos dividirla entre aquella minoría que decide y esa gran mayoría que no le queda más remedio que acatar lo que unos pocos han decidido.
Aseguran representarnos, porque les hemos elegido, cuando la cruda realidad suele ser muy diferente, porque se eligen entre ellos, en cada partido que se presenta a unas elecciones hay lobbies de poder y son ellos los que van eligiendo a uno u otro entre los suyos y cuando han conformado las listas, nos las presentan sin que tengamos esa moción de poder decidir entre el primero o el décimo de los que ellos han puesto.
Sé puede decir que es una elección teledirigida en la que se encuentran los más fieles, lo que no significa que sean los mejores y nunca vamos a saber si nuestro voto ha ido para alguien con el que podemos estar más o menos de acuerdo o ha servido para que más tarde nos lamentemos de haberlo emitido.
Pero es el sistema que nos hemos dado y mientras los que pueden cambiarlo, estén de acuerdo y sobre todo les vaya bien esa fórmula, no queda más remedio que aceptarlo o erigirse en un disidente.
Creo que mi queja no va por ahí, aunque también, pero lo que más me indigna de esta situación, es que cuando ya resultan elegidos, se erigen en nuestros representantes y hasta aseguran que todo lo que hacen, es porque representa el sentir del pueblo que les ha puesto donde se encuentran.
Y ese pueblo, cuando se da cuenta del error que ha cometido se queja, pero esos lamentos parecen ahogados en la desesperación, porque su voz apenas se llega a alzar y raramente es escuchada.
Cada vez es más frecuente observar en lo más alto de su pedestal a esos elegidos para los que la calle es algo de unos pocos días, ese contacto con la gente que en ocasiones puede resultar hasta molesto, se da por bien empleado cuando se consiguen los fines que se persiguen y luego se olvidan de ellos.
Cuántas veces se ha tratado de hacer llegar una queja a los que se han establecido en ese olimpo y ha resultado imposible poder hacerlo, no digo ya de viva voz y mirando a los ojos al interlocutor, sino siguiendo los conductos reglamentarios que consisten en redactar una sugerencia que muchas veces no tiene respuesta o va directamente a la papelera.
Son muchos los ejemplos que se pueden poner que se encuentran en la mente de todos y que solo salen a la luz cuando la indignación ya resulta muy difícil de poderla ocultar por más tiempo.
Para conocer lo que piensa el pueblo, hay que mezclarse con él, sentir cada una de las cosas que les preocupan en su día a día y eso, se hace saliendo a la calle, no solo unos días cuando se va a demandar la confianza, sino cuando se cuentan con las herramientas para poder solucionar los problemas y las preocupaciones que tiene cada uno.
Lo dicho, la teoría es muy fácil de aplicar, pero luego hay que saber cómo se llega a los que se dice representar y esa parece que es una de las asignaturas que muchos tienen pendiente y que tampoco les preocupa mucho poder aprobarla.