Entre las doce y la una, las campanas de Tábara han estado repicando sin cesar, exigiendo a nuestros gobernantes que cumplan cada una de las promesas que en su día hicieron y no consientan, que esta tierra caiga en el olvido y el abandono al que se la está llevando irremediablemente. Las campanas no doblaban solas, lo hacían acompasadas por la mayoría de los campanarios de toda la provincia, ya que han sido casi 140, las poblaciones que se han unido a esta exigencia de mantener una digna calidad de vida en nuestros pueblos.
Detrás de los codales que imprimían el ritmo a cada toque de campana, se encontraba Unai García, un joven Tabarés, que a sus 16 años tiene muy claro cuál puede ser su futuro y éste se encuentra ligado al pueblo que le vio nacer, Tábara y representa uno de esos raros ejemplos en los que debemos fijarnos e imitar, porque con personas como él, no nos veríamos abocados a la situación por la que atraviesan la mayoría de los pueblos de Zamora.
Unai es hijo de gentes del campo y como aseguraba, le gustan sus raíces y la vida que proporciona el mundo rural a quienes lo habitan, porque es lo que ha visto desde que era muy pequeño, ha mamado esa calidad de vida, que sólo en el campo se puede conseguir para ser feliz.
Desde muy pequeño, era frecuente verle acompañando a su padre Manolo en cualquier manifestación cultural y artística que se realizaba en los pueblos de la comarca. En los fríos días de invierno era uno de los asiduos en las mascaradas que se celebran en muchos pueblos de la zona, disfrutando con lo que la tradición y el arte nos han sabido legar.
Pero además de contemplar estas manifestaciones, Unai era también de los que le gustaba participar en cuantos proyectos se realizaban en Tábara y lo mismo se le podía ver de monaguillo ayudando al sacerdote en la misa dominical, que enfundado en el traje de bailarín, siguiendo el ritmo de las danzas del paloteo tan características de su pueblo, o en algunas actuaciones teatrales que en su día se hacían en Tábara, así como la cabalgata de los Reyes Magos. Cualquier iniciativa que tratara de mantener las costumbres de sus raíces, Unai era siempre de los que se implicaba colaborando con ellas.
Ahora Unai como muchos otros jóvenes, ha tenido que desplazarse a Zamora para continuar con sus estudios, porque la formación que vaya adquiriendo, le va permitir aplicar todos los conocimientos cuando regrese de nuevo a su pueblo, esa Tábara de la que disfruta por la tranquilidad que le ofrece y la cercanía que tiene con todos los vecinos, porque en los pueblos, cuando vas por la calle saludas a todos los que se cruzan en tu camino porque todos se conocen y ese es otro de los valores que se pueden encontrar en ellos.
Siempre le han gustado las labores que se realizan en el campo, procede de una familia de ganaderos y el pastoreo que tan bien ejerció su abuelo y luego retomó su padre, no guarda para él ningún secreto y aunque es consciente que el trabajo en ocasiones puede llegar a resultar más duro, que otros que parecen más cómodos, Unai no lo ve como un trabajo esforzado, porque es consciente que cuando haces lo que te gusta, la compensación que recibes, supera el esfuerzo que debe realizar.
En estos críticos momentos, en los que la falta de relevo generacional, consigue que muchas profesiones en el mundo rural se hayan ido olvidando, ejemplos como el de Unai, nos hacen llegar a soñar que todavía queda esperanza.
De una cosa estamos seguros, que jóvenes como Unai, que ven claro su futuro en el mundo rural, conseguirán eso que todos buscamos y es la felicidad que nos proporciona todo aquello que hacemos.
Gracias Unai, por haber sido tú, el que a través de las campanas de tu pueblo, hayas visualizado la situación a la que han llevado al mundo rural, pero sobre todo, gracias por ese ejemplo de tener claro, que lo que necesitamos en nuestros pueblos son más jóvenes como tú, que tengan claro que el futuro ahora depende de vosotros y se comprometan con él.
Video del repique de campanas por Unai
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