Pienso, luego digo – 04 de febrero de 2019.

                Dice el refranero, que cuando veas las barbas de tu vecino rapar, es hora de poner las tuyas a remojar.

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                El refranero suele ser muy sabio, todo lo que nos va legando va surgiendo de esa sabiduría popular de la que es bueno beber para poder aprender, porque de lo contrario, estaremos condenados a padecer muchas situaciones que ya han ocurrido antes.

                Una sociedad se va asentando en base a lo que los ciudadanos desean para su prosperidad y unos pilares básicos de nuestra sociedad, son la educación y la medicina, que representan ese status de calidad que nos hemos ido imponiendo.

                Cuando algo falla, es la propia sociedad la que debe remediar el problema, tiene la fuerza de poder elegir a los que representan al pueblo, para que los elegidos sean los que se encarguen de mantener la calidad de vida que nos hemos impuesto.

                Vamos comprobando según pasa el tiempo que los elegidos, muchas veces demuestran su incompetencia haciendo lo contrario que el pueblo pide y necesita y en un proceso natural, es el pueblo el que se encargará de ir apartándoles de la sociedad.

                La política es un arte en el que los más capacitados, eran elegidos por el pueblo para que dirigieran sus designios, eso era cuando el que entraba en política, ya lo había demostrado casi todo en su vida y ponía sus conocimientos al servicio de los demás.

                Hoy muchos entran en política solamente para medrar, se ha convertido en un lucrativo negocio y en una forma de vida, en donde el servicio a los demás se ha pervertido en el servicio propio, y cada vez vemos más que no siempre acceden los más capacitados y cuando esto ocurre comienzan a surgir las desigualdades.

                Cuando los deberes que todos tenemos son muy parecidos, pero los derechos son muy diferentes, hay algo que no funciona. Cuando para acceder a un diagnóstico sobre una dolencia, que en esos momentos representa lo más importante para quien la padece y en ocasiones es casi un milagro encontrar al médico que te ofrezca el diagnóstico, nos damos cuenta que el sistema no está funcionando.

                Estas desigualdades se producen porque quienes tienen la responsabilidad de que todo funcione con precisión, no lo han sabido hacer bien. Han despilfarrado medios en aquello que le iba a reportar beneficios de forma particular o se encuentra en un status de funcionariados y políticos que no solo va incrementándose, sino que los que están en él, no desean perder los privilegios que se han ido reservando y si ello tiene que ser a costa del bienestar de quienes les han colocado donde se encuentran, no importa, porque siempre buscarán argumentos para ocultar las propias vergüenzas.

                Cuando el pueblo se rebela ante esta injusticia, se produce una pérdida de confianza en aquellos a los que en su día fueron depósito de toda su confianza y esa injusticia por la lacerante desigualdad que se está produciendo, llega un momento que rebasa el límite de la paciencia y consigue que primero una voz se levanta para decir ¡basta¡, a esa voz sigue otra y otra y otra más, hasta que hay una multitud que gritan lo mismo y cuando se convierte en un clamor, es cuando se produce esa fractura, que acaba convirtiéndose en una pequeña revolución necesaría para cambiar las cosas y sobre todo para reestablecer los buenos hábitos perdidos.

                Una sociedad conformista, que nunca se ha atrevido a levantar mucho la voz, se ha manifestado gritando ¡BASTA¡ y además, han sido muy explícitos, prefieren los médicos que les curan a los políticos que les arruinan la vida y eso puede llegar a ser peligroso para algunos.

                Es bueno en estos casos dejarse aconsejar por lo que dice el refranero que se basa en esa cultura del pueblo y cuando se observe que comienzan a rasurar las barbas del vecino, es conveniente remojar las propias para que puedan enfrentarse al filo de la navaja.

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