almeida – 31 de mayo de 2014.

Hay peregrinos, por llamarles de alguna manera, que cuando planifican su camino, van retrocediendo desde Santiago hasta el pueblo que se encuentra a cien kilómetros y eligen ese lugar como punto de partida, de esa forma pueden conseguir la ansiada Compostela, que es el trofeo que desean enmarcar en su casa, para presumir de que han hecho el Camino de Santiago.

Otros, coleccionan Compostelas, debe ser porque se imaginan que cuantas más puedan mostrar, más peregrinos son ante los demás. Muchos de ellos ignoran que hay muy buenos peregrinos, que cuando llegan a Santiago, no van a recoger ese papel que acredita que han realizado la peregrinación, porque su mayor satisfacción son los recuerdos que llevan en su mente y los sentimientos que ya para siempre estarán grabados en su corazón.

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Pero también hay otros casos curiosos, son los de esos peregrinos que al llegar a Santiago llevan dos o tres credenciales cargadas de sellos, estos son los coleccionistas de sellos del Camino, que con orgullo suelen desplegar sus credenciales mostrando las docenas de sellos que han ido consiguiendo a lo largo del Camino.

La credencial es el pasaporte que cualquier peregrino necesita para justificar que se encuentra haciendo el Camino y con ella tiene derecho a pernoctar en los albergues que se han establecido para este fin.

Las credenciales expedidas por la Iglesia o las asociaciones de peregrinos, suelen contar con cuarenta casillas para poner el sello del albergue en el que cada día pernoctan.

Este espacio es suficiente para que desde cualquier punto que se comience la peregrinación en la Península, tenga espacio suficiente para los sellos que se han de poner.

Pero, los coleccionistas de sellos, buscan el cuño en cualquier lugar que dispongan de sello y en ocasiones en lugar de leer “albergue de peregrinos de”, vemos con asombro sellos de una ferretería, un bar, un restaurante, una floristería, una gasolinera y así un largo etcétera de lugares muy curiosos.

Pero hay un albergue, uno de los más entrañables y representativos del Camino, que carece de sello, nunca lo ha tenido y nunca lo tendrá.

La persona que ideó este lugar, con gran acierto, pensó que el sello de este albergue no tiene que llevarse en ninguna credencial, el peregrino que lo siente, lo lleva en su corazón.

Cuando algunos peregrinos llegan a este lugar, buscan el sello desesperadamente y cuando le dicen que no lo hay, hacen una mueca de fastidio ya que no podrán justificar su paso por este lugar.

Algunos hospitaleros, cuando ven el fastidio en la cara de los peregrinos, les dan un abrazo y les dicen:

-Este es el mejor sello del albergue, porque es diferente a todos ya que no mancha y se lleva en el corazón.

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