almeida – 4 de junio de 2015.

                El viejo hospitalero, era una persona que tenía unas convicciones muy firmes y creía profundamente en cada cosa que decía porque generalmente éstas solían ir acompañadas de sus actos.

                Algunas veces llegué a pensar que nunca había sido joven, me gustaba imaginarlo como era en la actualidad y difícilmente hubiera pensado que un día tuvo una forma de pensar distinta a como lo hacía en la actualidad, pero según fui indagando en su vida, siempre a través de personas que le habían conocido antes que yo, pude darme cuenta de que estaba equivocado, había tenido una infancia y una juventud muy diferente a como le conocemos en la actualidad.

                En alguna ocasión en algún sitio creo haber escuchado que quien de joven no es un revolucionario y de mayor no se hace conservador, es porque no ha sabido disfrutar de las diferentes etapas de la vida. Generalmente esto suele ser cierto, aunque yo añadiría que cuando la experiencia te lleva a ese estado de conocimiento suficiente para afrontar las cosas, vuelves de nuevo a ser una persona que solo desea cambiar las cosas porque ha adquirido esa sabiduría para hacerlo y además conserva la energía necesaria para poder hacerlo.

                Según me llegaron a comentar, el viejo, en sus años mozos, llegó a ser un revolucionario de los más duros que había en su ciudad, era un referente donde se reflejaban todos los inconformistas que estaban convencidos de que su misión en la vida era cambiar las cosas.

                Pero cuando descubrió el camino, fue transformándose, se fue apaciguando y sobre todo fue aplicando a la vida esa filosofía que le daba sentido. Principalmente, aprendió a ser pausado las cosas que hacia tenían ese poso necesario para que al final salgan bien.

                Únicamente en el tiempo que estuve con él en el albergue, había una cosa en la que se mostraba intransigente y era con esos peregrinos que iban al camino para disfrutar de una semana caminando, a esos nunca les llegó a llamar peregrinos ni cuando se despedía les deseaba buen camino o mejor dicho buena peregrinación, como solía decir él a quienes consideraba peregrinos de verdad.

                Cuando llegaba alguien al albergue, le dedicaba todo el tiempo que fuera necesario para hacerles comprender que se encontraban en un camino de peregrinación y como tal debían asumirlo, lo demás eran otras cosas que no tenían nada que ver con el camino, si lo hacían por deporte, podían caminar por cualquier recorrido al lado de donde ellos vivieran y si lo hacían por buscar nuevas sensaciones y experiencias, les aconsejaba que se fueran a Benidorm, donde diariamente podían sentir cosas nuevas que les llenaran por completo.

                Hubo una ocasión en la que estaba presente que uno de los peregrinos que llegó hasta el albergue le preguntó que cuál era el significado de la peregrinación para él.

                El viejo se quedó pensando unos minutos, como solía hacer siempre que meditaba las cosas antes de responder a lo que se le requería y con esa pausa con la que siempre solía explicar las cosas fue respondiendo al peregrino que le había formulado la pregunta pero a la vez quiso que todos los presentes que se encontraban en el cuarto, pudieran escuchar su respuesta.

                Según comentaba el viejo, para él, el camino siempre le había recordado un poco a Jesús antes de afrontar el destino que había sido previsto para él. El peregrino que recorría el camino, debería hacerlo como un camino de penitencia, porque buscaba redimir algo que le atormentaba y debía también ser un camino de pasión ya que cada jornada el sufrimiento por alcanzar la meta, se hace patente en los peregrinos, las ampollas, las tendinitis, el frío o el cansancio, son imponderables que surgen a lo largo de cada jornada,

                Él creía que estos sentimientos y estas sensaciones debieron ser muy parecidas a las que Jesús experimentó cuando tuvo que hacer el Vía Crucis camino del Calvario. Las imágenes de algún peregrino que llegaba destrozado a los albergues le hacían ver ese sufrimiento que Cristo tuvo que soportar en esa penitencia a la que se vio obligado a sufrir antes de ser crucificado.

                De la misma forma encontraba una similitud en lo acontecido al final de ese tortuoso camino. Jesús después de ser crucificado como hombre, resucitó como un Dios y de alguna manera, esa resurrección es lo que da un sentido diferente a la religión que se implantó después de su muerte con las enseñanzas que dejó.

                También el peregrino, cuando llega a Santiago, siente que resucita, deja de ser la persona que comenzó el camino, para convertirse en un hombre nuevo, desde ese momento, su vida ya no será la misma que antes de hacer su peregrinación.

                He de confesar que aquellas creencias, no solo tenían un sentido especial para el viejo, también, quienes le escuchaban lo hacían con mucha atención y estoy convencido que sus palabras calaron en más de uno y mientras hacían la peregrinación, después de escuchar al viejo, lo hacían de una manera diferente y pensando en aquellas palabras.

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