almeida – 10 de julio de 2014.

Siempre digo que cada peregrino que llega al albergue, si dispones de esa pausa necesaria para conocerle un poco, llega a convertirse en una historia muy especial que te deja un recuerdo imborrable.

Cuando Joseph llegó al albergue, era uno más de los peregrinos que ese día íbamos a acoger y durante las primeras horas que estuvo en el albergue, nada le hacía diferente a los que habían llegado ese día.

Solo cuando me preguntó por el libro donde los peregrinos suelen dejar sus impresiones, me fijé un poco más en él y observé como de su mochila, extraía al menos una docena de lapiceros y rotuladores de diferentes tipos y grosores.

No pude por menos de decirle que aquello resultaba un peso prescindible para un peregrino, pero Joseph me respondió que casi a diario, los solía utilizar todos y la mayoría no terminaban el camino y debía reponerlos cada pocos días.

Esperé que terminara lo que estaba poniendo en el libro destinado para los peregrinos y la curiosidad hizo que cuando a los pocos minutos volvió a salir al patio, me acercara a ver el mensaje que nos había dejado.

Pero no había ninguna nota, únicamente vi dos dibujos que me sorprendieron por los bonitos trazos con los que habían sido realizados y sobre todo, por el escaso tiempo que había empleado en hacerlo.

Los dibujos representaban una catedral o iglesia que no reconocía y el otro era la torre de la Iglesia de Tábara que estaba perfecta.

Entonces me interesé por las habilidades de este peregrino y fui a hablar con él. Me dijo que una de sus aficiones era el dibujo rápido, había conseguido ganar varios premios en esta modalidad y por lo que había visto, eran merecidos porque nunca observado visto a nadie con semejante destreza.

Me atreví a pedirle que me hiciera un dibujo del Santiago peregrino de Santa Marta de Tera que quiero que sea la imagen de este Camino Sanabrés y en unos pocos minutos, con trazos ágiles y firmes, fue confeccionando esa imagen que tantas veces se había materializado en mi imaginación, como si estuviera viendo lo que yo pensaba.

Fue entonces cuando comenzamos a hablar de forma más distendida y Josep me dijo que desde que había recorrido su primer camino, cuando llegaba al final de cada jornada, se acercaba hasta el sitio más representativo de la localidad y mientras se tomaba una cerveza en una terraza, iba plasmando en su camiseta aquel recuerdo que permanecería para siempre con él. No sacaba fotografías, ¿para qué?, era mucho más valiosa y entrañable esta instantánea que mostraba orgulloso.

De esa forma, había ido haciendo una colección de camisetas de cada uno de los caminos que había recorrido en los que además de la imagen de la localidad, figuraba la fecha en la que había pasado por aquel lugar.

En el Camino Sanabrés, era su primera jornada, había salido de Granja de Moreruela y en su camiseta figuraban ya los restos del monasterio de esta localidad y la torre en la que los beatos también supieron plasmar en pergaminos ese arte que cada uno llevaba dentro de si.

Imaginé esa camiseta con los hitos del Camino Sanabrés en los que aparecerían además de las imágenes que ya tenía, el Santiago peregrino, el monasterio de la Carballeda, la plaza de Puebla de Sanabria, la Tuiza y no sé, cuentas cosas más.

Seguro que algunos peregrinos, cuando llevaran varias jornadas, caminarían detrás de Josep para ir contemplando el arte que llevaba a cuestas.

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