almeida – 28 de mayo de 2016.

Peregrino y vacas

            Emilio, estaba recorriendo la vía de la Plata. El camino no se encontraba todavía muy bien señalizado y en varias ocasiones tuvo que desandar lo que había caminado ya que los senderos por los que se metía no le conducían a ningún sitio.

            Un día se encontraba caminando solo con sus pensamientos, cuando escuchó que alguien llamaba su atención.

            -¡Eh peregrino!

            Miró hacia el lugar de donde provenía la voz y vio a un labrador que estaba afanado en la recolección de los frutos que le estaba proporcionando la tierra y preguntó:

            -¿Es a mí?

            -Claro dijo el hombre, por aquí no hay nadie más, solo estamos los dos.

            -¿Qué se le ofrece? – dijo Emilio mientras se acercaba al hombre.

            -Pues que vas por mal camino, has dejado dos kilómetros atrás la desviación – dijo el labrador.

            -¿Y puedo retomarlo más adelante? – preguntó Emilio.

            -Si sigues por este camino, te iras desviando cada vez más. Lo que puedes hacer es atravesar por estas fincas, cuando cruces la tercera, llegas a un arroyo y ahí veras de nuevo el camino que debes seguir.

            -Pues muchas gracias por la advertencia, seguiré por donde usted me indica.

            -Tienes que tener cuidado al pasar cada finca, las alambradas están electrificadas para que no se salgan los animales y aunque tienen poca corriente, como vas sudado, si la tocas te darán un calambrazo.

            -Lo tendré en cuenta – dijo Emilio – y muchas gracias de nuevo.

            Se ayudó del bordón para separar la tira plástica que conducía la corriente de una batería y recorrió varios cientos de metros antes de llegar a la segunda finca y siguió el mismo procedimiento.

            La tercera finca era algo mayor y desperdigadas por ella se encontraban varias docenas de vacas pastando. Cuando Emilio accedió a esta finca, como movidas por un resorte, todas las vacas levantaron el cuello y se fijaron en él y parsimoniosamente fueron en su dirección. Inicialmente se asustó por si entre ellas se encontraba alguna res brava, pero se tranquilizó al ver que los animales caminaban muy relajados. Además, cuando anteriormente cruzó por alguna finca en la que pastaba ganado bravo, varios carteles se encargaban de advertirlo.

            Las vacas, pensaron que era el pastor que estaba al cargo de ellas y que todas las tardes venía a recogerlas al campo para conducirlas al establo y se fueron colocando como siempre lo hacían en fila detrás de Emilio. Éste cambio varias veces de dirección para ver si los animales seguían otro rumbo, pero estaban acostumbradas a ir detrás del pastor y por donde iba Emilio, iban ellas.

            La situación le estaba resultando cómica ya que cuando se detenía, las vacas se paraban y él se daba la vuelta para ver la procesión que llevaba detrás y a pesar de los intentos que realizó para espantarlas, las vacas no se llegaron a inmutar en ningún momento.

            Optó por no hacer caso y continuar hasta donde el labrador le había indicado, allí dejaría la finca y las vacas se quedarían dentro de ella, pero según avanzaba hacia el arroyo, comprobó que el terreno se estrechaba junto a unos árboles y debía salvar varias charcas y una zona de arbustos, lo que comenzó a ralentizar su paso, pero las vacas mantenían el ritmo y se comenzaban a agrupar y las que venían detrás de las primeras querían seguir avanzando y como no podían, ponían sus patas delanteras encima de las costillas del animal que tenían delante y poco a poco todas se encontraban en un reducido espacio de terreno empujándose unas a otras y lo que resultaba más peligroso, estaban casi encima de Emilio y ahora si comenzaba a sentir miedo por si alguna empujaba con exceso y se caían encima de él.

            Cuando vio la cinta salvadora, se abalanzó sobre ella sin tener la precaución de sujetarla con el bordón y al contacto con su ropa húmeda, un calambrazo recorrió todo su cuerpo haciéndole perder el equilibrio y cayendo todo lo largo que era en el pequeño arroyo.

            En el otro lado se quedaron los animales que contemplaban sorprendidos a Emilio y al comprobar que no podían seguir adelante, se fueron diluyendo enseguida en el espacioso terreno de la finca.

            Emilio maldijo la mala suerte que había tenido ya que se encontraba completamente empapado y cuando comenzó de nuevo a caminar y a sentir el alivio de volver a ver las flechas amarillas, iba sonriendo pensando en la situación cómica que acababa de vivir y que sería uno de los recuerdos que se le quedarían grabados de ese camino.

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