almeida – 25 de julio de 2014.
Cuando conocí a Juan Manuel en el año 2012, le acogí como a uno de los pocos peregrinos que se atrevían a recorrer el Camino del Levante en el mes de Agosto, soportando unas temperaturas que en ocasiones llegaban a ser extremas. Pero con el paso del tiempo, fue quedando como un peregrino más de los muchos a los que había ido ofreciendo hospitalidad en alguno de los albergues en los que me encontraba.
Juan Manuel, en el poco tiempo que estuvimos juntos en el albergue, me habló de su pasión por el Camino. Lo había descubierto en el año 2.007 cuando por primera vez sus pies lo recorrieron y a partir de ese momento, sintió como ocurre a muchos peregrinos, esa energía que vamos percibiendo mientras caminamos sobre el y ya no podemos pensar en otra cosa nada más que en volver de nuevo a sentirla.
En los seis años que habían transcurrido desde que comenzó su andadura, había recorrido una o dos veces cada año uno de los caminos que conducen a Santiago. Su objetivo era llegar a Compostela por diez Caminos diferentes y recorrer una buena parte de la península peregrinando siempre a poniente.
Cuando disponía de vacaciones en el conservatorio de Huelva en donde trabajaba, reemplazaba el saxo alto por la mochila y dejaba que sus oídos se fueran deleitando con las diferentes armonías que alrededor del camino siempre sonaban para él, eran esos sonidos limpios que emiten los pájaros, el murmullo de los arroyos o de las ramas de los árboles cuando eran mecidas por el viento.
Como suelo decir a muchos peregrinos, únicamente el Camino decide si debemos volver a encontrarnos y en esta ocasión, esa máxima, se ha vuelto a cumplir.
Hace dos días, recibí una llamada de un peregrino que me explicaba que venía haciendo el Camino desde Santiago y pasaría por el albergue de Tábara. Era Juan Manuel, aunque yo no lo sabía, pero él, se había ido encontrando con peregrinos que habían estado pernoctando en el albergue de Tábara y le habían hablado de este lugar y del hospitalero y Juan Manuel enseguida se percató que el hospitalero del que le hablaban, era el mismo que le había acogido dos años antes en el albergue de peregrinos de Ávila.
Juan Manuel me comentó que estaba haciendo en esta ocasión un Camino Solidario y pasaría por Tábara, donde esperaba ese reencuentro conmigo y en las horas que había libres a lo largo del día, me hablaría del proyecto que estaba realizando.
Fue uno de esos reencuentros deseados, porque casi siempre los peregrinos que acoges son personas nuevas y diferentes y cuando llega alguien con quien ya has compartido algunas horas en el Camino, resulta una satisfacción especial.
Juan Manuel, me habló de este proyecto que se había dado a conocer como Kilómetros de cooperación en el que él, era la cabeza visible, pero por detrás había un equipo humano muy importante y una labor solidaria que estaba apoyando (Rocío, Alfonso, Antonio, Cesar, Javi, Zunino, Luís Felipe, Juanjo,….), eran su soporte diario, sin los cuales este proyecto sería todavía mucho más difícil.
Dos meses antes, había tenido conocimiento a través de un amigo de un proyecto que se estaba gestando en Bomberos Unidos sin Fronteras (BUSF), una ONG que tiene integrantes en gran parte de las dotaciones de bomberos de este país. Estos voluntarios, dedican su tiempo libre a los demás, no solo cuando tratan de mejorar las condiciones de sus compañeros en países más desfavorecidos, también cuando hay alguna catástrofe en la que se requieren especialistas para esos vitales primeros momentos que pueden salvar muchas vidas, los miembros de esta ONG, acuden dedicando su esfuerzo y su tiempo a los afectados, pero los días que están auxiliando a las victimas de la catástrofe que se ha producido, los van restando de los días libres que cada uno dispone a lo largo del año.
Pero además de asistir a estos siniestros, periódicamente van acumulando esos equipos que se van quedando obsoletos en las unidades en las que trabajan, pero que son vitales en países menos desarrollados para salvar muchas vidas. El problema surge cuando se tiene que gestionar el envió que hace que los costes impidan la regularidad en los envíos que ellos desean.
También participan adiestrando a sus colegas de otros países con las modernas técnicas que ellos están aplicando. Se hacen periódicamente programas de formación en países de Centroamérica en los que integrantes de la organización acuden para compartir sus conocimientos.
Una de las necesidades vitales en cualquier tragedia es disponer de agua potable. Las plantas de potabilización y las redes de saneamiento son otro de los programas en los que actúan periódicamente.
Pero en esos momentos iniciales en los que todo se viene abajo, una de las prioridades es contar con una unidad de perros adiestrados que localicen entre los escombros las victimas sobre las que hay que actuar con más prioridad. Una de las principales unidades caninas se encuentra en Huelva y dispone de algo más de media docena de perros que están especialmente adiestrados para el rescate. Esta organización se ha propuesto crear una unida canina en la Republica Dominicana para que ofrezca cobertura de forma inmediata a toda la zona y no tengan que esperar los medios que llegan de los países occidentales. Pero esta unidad, tiene un proceso laborioso ya que de los perros que se seleccionan para adiestrarlos, después de un trabajo con cada uno de ellos, el 80/85% son descartados y requiere un tiempo poder entrenarlos para que sean efectivos en las labores para las que han sido seleccionados.
Poner en marcha este proyecto, tiene un coste de 10.000€ que la ONG no puede asumir, por lo que el proyecto se guardó en un cajón a la espera de mejores tiempos que permitieran llevarlo a la práctica.
A veces, las cosas surgen de la forma más inesperada y en ocasiones, hasta inverosímil, debe ser Santi que siempre está proveyendo. Juan Manuel contaba con un alumno al que daba clases de saxofón, Juanjo Vázquez y algunos días cuando terminaban las clases e acercaban hasta un chiringuito de la playa de la Canaleta donde hablaban de cualquier cosa que en ese momento les venía a la mente o les inquietaba y Juanjo, que conocía el proyecto se lo comentó a Juan Manuel y los dos estuvieron de acuerdo en que algo había que hacer para sacarlo del cajón, pero, ¿Qué podían ellos hacer para hacerlo viable?, era mucho dinero del que estaban hablando y seguro que quienes lo habían diseñado, dedicaron tiempo a analizar todas las opciones que podían buscar y no se les había ocurrido ninguna.
Como a ellos tampoco se les ocurría nada, Juan Manuel siguió hablando de esa pasión que tenía, el Camino, estaba preparando ya su siguiente peregrinación que sería la décima y hablaba con ese entusiasmo con el que los peregrinos solemos hacerlo.
Las palabras que iba diciendo el peregrino, parece que se fueron quedando en la cabeza de Juanjo, se iban almacenando sin orden, pero, la mente puede llegar a superar a los formatos informáticos cuando tiene que ir encajando las ideas y así ocurrió. Juanjo fue dando vueltas al proyecto y a lo que Juan Manuel le había estado contando y se le ocurrió una idea que podía ser disparatada, pero cuando se fue encajando cada una de las piezas resultaba genial por lo sencilla que era.
Juan Manuel pondría su esfuerzo recorriendo ese nuevo camino. Buscaron la ruta más larga que podía hacer y comenzando en Galicia, a través del Camino Ingles, el Camino Sanabrés, la vía de la Plata y el Camino del Sur, llegaría hasta Punta Umbría y daría por concluido su camino en la Playa de la Canaleta donde se había gestado esta idea, ese lugar, sería su finís térrea en el que pondría punto final a su aventura.
Calcularon el recorrido y en total eran 1.168 kilómetros para una causa justa. Fueron comentando la idea con los más allegados y todos de forma desinteresada se ofrecieron a colaborar, unos confeccionando una página web, otros sirviendo de apoyo logístico para tener informados a los representantes locales de la llegada de Juan Manuel, otros vendiendo esos kilómetros a través de una tienda virtual que abrieron en la web kilometrosdecooperacion.org, cada uno aportaba lo que podía y Juan Manuel contribuiría con su esfuerzo y de lo que se había asignado para su aventura, 1.200€ para las necesidades básicas de comida y alojamiento, economizaría lo máximo posible para que el sobrante de esta cantidad también fuera destinado al proyecto.
Cada uno de los kilómetros de este camino de cooperación se vende a 5€, con lo que esperaban recaudar una buena parte de la financiación del proyecto en el que cada uno, iba poniendo lo mejor de si, para que saliera adelante.
También estaba siendo positiva la adquisición de kilómetros por personas que aparecían en la web del proyecto o por anónimos que colaboraban de una manera desinteresada en el mismo, pero lo que Juan Manuel estaba agradeciendo era la compañía de esas personas que cuando llegaba a un lugar le estaban esperando para recorrer con él lo últimos kilómetros de esa jornada, incluso hubo algún caso, en el que caminaron a su lado durante varios días.
Cuando Juan Manuel pasó por el Albergue de Tábara, el alcalde de la localidad, José Ramos San Primitivo, se acercó hasta el albergue de peregrinos para compartir un rato el tiempo de este peregrino tan especial e interesarse por este proyecto solidario al que deseo el mayor de los éxitos y felicitó al peregrino por la iniciativa que estaba teniendo.
Cuando Juan Manuel salió de Tábara, le quedaba por delante más de la mitad del Camino que debía recorrer, pero estaba ilusionado con el proyecto y eso le daba ánimos para vencer los momentos de debilidad que siempre surgen en una peregrinación tan larga y solitaria. A cada convencido que cada una de las gotas de sudor que resbalaban por su frente en los calurosos días de Julio, sería una lágrima menos que se derramaría en futuras catástrofes, porque su esfuerzo estaba ayudando a poner los medios para que situaciones que a veces vemos en la pequeña pantalla no resulten tan desgarradoras.