almeida – 31 de octubre de 2016.
Algunos peregrinos que iniciaron la peregrinación lo hacían siguiendo las antiguas calzadas romanas que conectaron un día las ciudades más importantes del imperio y cuando éstas no existían,
fueron sus propios pies los que se encargaron de ir allanando la maleza y marcar con sus pisadas ese sendero que más tarde otros seguirían y después de pasar muchas veces sobre el mismo sitio, fueron allanando y dando forma a ese camino que los que venían por detrás habrían de seguir.
Aunque el camino fue decayendo, hubo épocas en las que apenas transitaban peregrinos, el camino ya estaba hecho y todos los viajeros que tenían que desplazarse de un sitio a otro seguían este camino que enlazaba por el recorrido más directo, o en otros casos por donde más accesible resultaba superar las dificultades orográficas los diferentes pueblos y ciudades a los que se dirigían.
Cuando se produjo la revolución industrial y las comunicaciones se hicieron fundamentales para el tránsito de mercancías y personas, la invención de los vehículos a motor facilitó estas comunicaciones.
Para que éstos circularan por vías cada vez más rápidas, se fueron construyendo primero las carreteras, más tarde autovías y finalmente autopistas que agilizaban de una forma muy importante estos desplazamientos.
Cuando se comenzaron a construir las primeras carreteras, no se partió de la nada, se fueron haciendo encima de los caminos ya establecidos. Unas veces fue sobre las calzadas que los romanos habían proyectado y construido y otras sobre los senderos y caminos que peregrinos y viajeros habían allanado con sus millones de pisadas sobre el mismo sitio.
Así fue como los caminos fueron desapareciendo hasta que en muchas ocasiones llegaron a caer en el olvido, ya apenas eran transitados por quienes un día los fueron creando pacientemente porque los necesitaban.
Cuando a finales de la segunda mitad del siglo veinte, el camino volvió a resurgir, el gran problema que se plantearon los que trataban de revitalizarlo era por dónde se encauzaba a los peregrinos. Los caminos históricos con el paso de los años habían desaparecido, en su lugar solo había carreteras dominadas por los vehículos que circulaban por ellas a gran velocidad y era muy peligroso que también los peregrinos las recorrieran ya que la prioridad se establecía para los vehículos.
En aquellos lugares en los que había sido difícil hacer el trazado de una carretera y se mantenía el camino original, fue conservado este trayecto para los peregrinos y cuando no era así, siempre que fue posible se habilitaron senderos paralelos a las carreteras tratando de ser lo más fieles posible al trazado original.
Poco a poco y con gran esfuerzo, se fue consiguiendo que el camino volviera a ser un espacio natural donde los peregrinos consiguen esa libertad que da el contacto con las zonas carentes de asfalto dominadas por la naturaleza donde la vegetación es exuberante y en lugar de ir caminando sobre el asfalto lo hacían directamente sobre la tierra.
Pero el camino siempre fue concebido para aquellos peregrinos que lo recorrían a pie, por eso, aunque algunos tramos eran difíciles de superar porque requerían un esfuerzo extra, al final los peregrinos con ese pundonor que a veces sale de lo más profundo, recordando el saludo que entre ellos se hacen “Ultreia et Suseia – Adelante y Arriba” y superaban esos contratiempos que la orografía en ocasiones presentaba.
Pero la evolución que no siempre es positiva, fue aportando al camino a otros peregrinos que buscaban más comodidad en su desplazamiento a Santiago y en lugar de ir caminando con el impulso que les daban sus pies, preferían hacerlo sobre dos ruedas e impulsarse a golpe de pedal.
Así fueron surgiendo y cada vez eran más numerosos los que hacían la peregrinación en bicicleta invadiendo y echando del camino en más de una ocasión a quienes peregrinaban de la forma tradicional.
Cuando estos peregrinos se encontraban esas dificultades que para superarlas tenían que desmontarse de sus vehículos y arrastrarlos literalmente, se fueron buscando alternativas para no tener que bajar tantas veces de la bici y seguir avanzando con el menor esfuerzo posible y volvieron a su lugar natural, al asfalto que es donde el caucho en lugar del cuero es el que se encuentra en contacto con el camino.
Cada vez es más frecuente, incluso en aquellos tramos en los que el camino no presenta ninguna dificultad, ver a los peregrinos seguir el camino disfrutando de esa naturaleza que han ido buscando cuando deseaban estar en contacto con el camino y paralelos a ellos, a escasos metros a los que van en bicicleta absorbiendo kilómetros de asfalto ya que les resulta más cómodo ir por allí.
Cuando observo a éstos que se están perdiendo las maravillas que la naturaleza ha puesto en el camino, siempre me surge la misma pregunta, ¿Estarán haciendo el Camino de Santiago o recorrerán la carretera de Santiago?
Yo lo tengo muy claro, porque sé lo que se están perdiendo, la lástima es que seguramente ellos no lo saben, aunque cuando enseñen su Compostela, siempre afirmarán orgullos que ellos han hecho el Camino de Santiago.