almeida – 10 de septiembre de 2014.
Desde que llegó a Santuario, me dio la impresión que cada vez que accedía al interior, Isaac se sentía algo cohibido. Pensé que al encontrarse en un lugar cristiano, él, que era judío, podía sentirse un poco fuera de lugar.
No era excesivamente creyente, respetaba la religión que había heredado de sus padres, pero no practicaba mucho sus reglas y normas, sencillamente se había acostumbrado a convivir con ella y cualquier cambio jamás se lo planteó ya que le resultaba muy complicado tener que aceptar una serie de normas que no podía ver, quizá en algún momento perdió la fe y no se molestó en dedicarse a recobrarla.
Ahora se encontraba haciendo una peregrinación, era un camino que seguían motivados por la fe muchos cristianos, pero él tampoco se interesó mucho por esta religión, además en su camino, las experiencias que había tenido con algunos sacerdotes, no le resultaron muy agradables, por eso tampoco se preocupó mucho por las creencias que observaba que en muchos lugares por los que pasaba eran seguidos con verdadera veneración por los que caminaban a su lado.
Como pronto vio que en Santuario se respetaban todas las creencias ya que allí todos los peregrinos eran bien acogidos sin importar en absoluto cual era su religión, observé que comenzaba a sentirse algo más cómodo.
Participó con el resto de los peregrinos a elaborar la cena que íbamos a servir para todos los que se encontraban en el albergue, incluso el segundo día que permaneció allí se encargó de elaborar un plato típico de su país que agradó a todos.
Cuando ya tenía suficiente confianza conmigo me comentó:
—Me he enterado que por la noche hay una oración en la capilla de Santuario, me dicen que es un momento muy íntimo y entrañable y que no me lo debo perder.
—También yo te lo aconsejo —le dije.
—Pero, yo no soy cristiano, soy judío, ¿no habrá problema para que acceda a la capilla?
—Aquí, como estás viendo, no diferenciamos a nadie ni por sus creencias, ni por su raza, ni por sus ideas —le dije —solo es necesario hacerlo con respeto.
—Entonces asistiré —me dijo.
—Allí te espero y luego me cuentas lo que te ha parecido – dije.
Mientras duró la oración, presté especial atención a lo que hacía Isaac. Como el que ve una cosa por primera vez, estaba atento a todo y trataba que cada detalle no le pasara desapercibido. Participó en todo lo que se le pidió y cuando le toco leer uno de los deseos que otros peregrinos habían dejado escritos, al no encontrar ninguno en polaco, como quería participar, nos dijo que le diéramos en cualquier idioma ya que comprendía casi todos.
Cuando terminamos, le invité a fumar un cigarrillo a la puerta de Santuario, me confesaba que era el único vicio que en el camino no había conseguido dejar, saboreaba cada calada que extraía del cigarrillo y por las noches y a las mañanas, nada más despertarse, lo primero que hacía era sentir el aroma que producía el humo del tabaco.
La noche era muy agradable y cuando terminamos el cigarrillo me ofreció uno de los suyos, entonces le pregunté:
—Bueno, ¿qué te ha parecido?, te has sentido desplazado.
—¡No!, todo lo contrario —me dijo —me ha gustado mucho la paz que se respira en la pequeña capilla y también en Santuario, otra de las cosas que más me ha llamado la atención de este lugar, es que aquí se comparte todo.
Eso era lo que hacía diferente a Santuario, todos se encontraban en aquel sitio como si les perteneciera, porque en parte era así, surgió del esfuerzo de los peregrinos que lo levantaron y ahora su función era hacer confortable la estancia de los peregrinos que eran los que le daban sentido y eran su razón de ser.