Pienso, luego digo – 14 de marzo de 2019.

Aseguran, que todo master de economía tiene sus orígenes sobre cómo las madres, han sabido organizar la economía doméstica para poder llegar a fin de mes. Esa escasez de recursos para los que siempre se aplica el sentido común y se saben establecer las prioridades que en cada momento son necesarias.

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                Sería bueno y hasta sano, que alguna vez la academia de Estocolmo, tuviera en cuenta a estas genios de las finanzas para darles el reconocimiento que se merecen y sobre todo, que sigan sirviendo como ejemplo para que los que traten de imitarlas empleen un poco más, ese sentido común a la hora de manejar los dineros que hemos permitido que nos administren.

                Pensando un poco a corto plazo en todo lo que se nos avecina, nos damos cuenta que en menos de tres meses vamos a tener unas elecciones generales, autonómicas, provinciales, municipales y europeas. Cinco procesos electorales, que cada uno sale por un pico, pero al fin y al cabo es un dinero que se paga a escote y ya se sabe, entre todos, no suele resultar tan gravoso.

                En estos casos, me imagino a esa ama de casa, que trataría de establecer sus prioridades para que a fin de mes, las cuentas le sigan saliendo y en lugar de dispersar e incrementar los gastos que representa cualquier proceso electoral, trataría de agruparlos para que el coste fuera mucho menor.

                Pero vemos que una cosa es predicar y la otra dar trigo y la austeridad, cuando por medio hay otros intereses, como que no es tan relevante y cada cual sigue buscando lo mejor para ellos mismos.

                Tomando como ejemplo una provincia como Zamora a la que precisamente no le sobran los recursos, porque cuenta con otras prioridades, haciendo una media sobre cada uno de los procesos electorales, tendrá que designar una docena de candidatos en cada una de las listas que se presenten que echando por lo bajo, no serán menos de seis u ocho, las que tengan alguna opción de encontrar una representación digna en cada uno de los procesos electorales. Nos damos cuenta que el cómputo aproximado de las personas que de una forma o de otra están implicados en la vida pública, casi llega a estremecer, porque echando las cuentas por lo bajo, vemos que vamos a elegir a unas 2.500 personas o más, que sean las que nos representen de una forma o de otra.

                No todos dependen de esa elección para ganarse la vida, aunque los que sí dependen de ello, lo hacen con unas prebendas que normalmente le son vetadas al resto de los mortales y salvo honrosas excepciones, ese servicio público al que acceden, como podemos ver cada día a través de los escándalos que se van destapando, se convierte más en un servicio propio de los intereses particulares.

                Una de las cosas que echamos de menos en estos servidores públicos es la austeridad en los medios y en los recursos en las tareas que van a desempeñar, porque la excepción y la noticia suele ser aquel que al llegar a un nuevo cargo, se reduce el sueldo o lo congela, es más frecuente que sea lo contrario.

                Y claro, cuando las cuentas no salen, es preciso aplicar los reajustes, porque la tarta no va a tener más porciones y es necesario hacer ese reparto, para que a fin de mes cuadre el resultado y quien hace el reparto, ya se sabe lo que suele decir el refranero.

                Como en muchos casos, los ingresos son los que son, se comienzan a reducir los costes y si se quita uno o dos maestros o una escuela, no pasa nada, se reagrupa a los niños, que se harten cada día de hacer kilómetros por unas carreteras que representan un peligro constante.

                Si hay que quitar uno, dos, cinco o seis médicos, tampoco pasa nada, la gente es sana porque vive en el medio rural que tiene calidad de vida, aunque los que más demanden este servicio sean casi centenarios con achaques diarios y si no hay médicos, el centro médico sobra, se reagrupa en un pueblo mayor y que cada uno llegue como pueda.

                Así podríamos seguir con una lista muy larga de esos servicios esenciales que aseguran que todos tenemos, porque para eso vivimos en una sociedad que cuenta con un buen nivel de vida, aunque para algunos, cada vez más, este nivel sea esa utopía que le suelen contar en fechas como estas en donde las promesas, cuentan con un corto recorrido y las palabras nos damos cuenta, que en unos meses se quedan vacías.

                Qué pena que pensando en esa austeridad que siempre ha sido un patrimonio de cada unidad familiar de esta sociedad, tengamos que recurrir a la frase con la que se recuerda a una de las borbones, que no se han caracterizado precisamente por el ejemplo que han dado.

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