SAF  – 01 de marzo de 2019.

                Algunos de los discursos más brillantes que han llegado hasta nuestros días, han tenido su origen en los parlamentos, allí donde sus señorías, se enfrascaban en acalorados y tensos debates, en los que trataban de convencer a los contrarios de los planteamientos que estaban exponiendo.

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                Sin duda, se trataba de gente sobresaliente, personas con un alto conocimiento de cada cosa que decían o de la forma en la que sabían decirlo y esas intervenciones ya forman parte de la herencia que la política nos ha ido legando.

                Lógicamente, se trataba de personas que cuando llegaban a ese grado de conocimiento, dejaban tras ellos una larga vida de aprendizaje y eran capaces de convencer, porque transmitían credibilidad en cada una de las palabras que decían.

                Es algo que algunos hemos podido vivir hasta hace muy poco tiempo, podíamos ver como sus señorías se iban creciendo ante la adversidad y haciendo gala de una envidiable sabiduría que les había llevado hasta donde se encontraban, echaban mano del ingenio y eran capaces de poder hacer unas exposiciones brillantes y hasta llenas de genialidad.

                Sin duda, en lugar de avanzar como se espera de cualquier civilización que va aprendiendo de ese legado que les ha sido transmitido, estamos retrocediendo hasta tal punto, que llegamos a considerar unos clásicos a quienes han estado con nosotros y han sabido dirigir nuestro destino hasta hace unos pocos años.

                Ahora la vida política se ha convertido en una crispación cada vez mas acusada y el peligro es que también está resultando cada vez más contagiosa, porque en lugar de rebatir las ideas del contrario con argumentos que si no llegan a convencer, al menos puedan servir para que se llegue a pensar y en lugar de aplicar el ingenio se recurre al y tú más, porque como decía aquel que tan buenas lecciones nos dejó, el que se encuentre libre de culpa que tire la primera piedra.

                La actividad política se ha ido devaluando porque seguramente también los que hacen gala de vivir de ella se encuentran muy devaluados y ese ingenio y esa sabiduría que antes predominaba en le vida publica, ahora brilla por su ausencia.

                Contamos cada vez más con políticos mediocres que no se encuentran a la altura de la representación que dicen tener y los que podrían tener la capacidad de subir el nivel de este colectivo, por su trayectoria personal y por su sabiduría, saben que no pueden entrar en un colectivo que desacredite todo el prestigio que han conseguido a lo largo de su vida.

                Es frecuente en los parlamentos, da lo mismo el que tomemos como ejemplo, que la genialidad que antes presidía los escaños se ha convertido en vulgaridad y desprecio hacia el contrario y el ingenio se ha ido transformando en insultos que lo único que buscan, es el titular de prensa del día siguiente en los medios de comunicación.

                A veces sentimos vergüenza ajena de escuchar todas las sandeces que algunos son capaces de poder argumentar para desacreditar a los contrarios y tratar de convencer a los que luego les tienen que votar y no se dan cuenta que el pueblo, puede ser en ocasiones ignorante, pero no es tonto y va asimilando cada una de las intervenciones de sus señorías.

                Ahora, tenemos por delante dos procesos electorales, no sé cuál de los dos va a resultar peor, si el primero que nos va a coger un poco desentrenados o el segundo en el que los que no hayan tenido los resultados esperados en el anterior, elevarán el listón de la crítica, el insulto o la vulgaridad.

                Siempre he pensado que tenemos lo que nos merecemos, pero cada vez creo que no merecemos a los que después de ponerles donde se encuentran, nos siguen castigando con su ausencia de ética por obligarnos a tener que escuchar cada una de las sandeces y los despropósitos que tenemos que escuchar.

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