almeida – 11 de marzo de 2015.
Había algo en aquella pareja de peregrinos, que nada más verlos, los hacia algo diferentes a los demás, quizá fuera su comportamiento o la manera que tenían de actuar,
por eso estuve observándolos con algo más de detenimiento que de costumbre.
Georges, tenía todo el aspecto de un intelectual, constantemente estaba tomando notas y cuando lo hacía se sentaba en un banco de madera y disfrutaba aspirando el humo de su pipa. Rondaba los cincuenta años y su porte un tanto desgarbado le hacía confundirse entre los peregrinos que se encontraban en ese momento en el albergue, parecía uno más de quienes se encontraban recorriendo el Camino de Santiago.
Jacques, en cambio, era un joven despreocupado, aunque solía fijarse bastante en los detalles, no se le veía a gusto y parecía que el camino no iba con él ya que se quejaba constantemente.
A primera vista, les vi como padre e hijo que están disfrutando juntos del camino, incluso no me extrañó que su raza fuera diferente, la mezcla de razas en Francia donde hay muchos habitantes procedentes de antiguas colonias africanas, es algo habitual según he podido constatar en los frecuentes viajes que he realizado a la capital gala.
Cuando el hospitalero comenzó a contarme el día tan agitado que habían tenido, presté atención a todo cuanto me comentaba ya que estaba directamente relacionado con esta pareja que había captado mi atención.
Según me decía el hospitalero, el día había sido un tanto movido y había alterado la tranquilidad que habitualmente se vive en el albergue. Unas horas antes habían tenido que llamar a la guardia civil ya que no encontraban a Jacques por ningún lado y denunciaron su desaparición y se formó en el pueblo un grupo de voluntarios para buscar al joven, hasta que lo encontraron durmiendo a la sombra de un roble que había en las afueras del pueblo.
No comprendía como se podía organizar esa batida por alguien que se había despistado solo unas horas, al fin y al cabo, el pueblo no era tan grande como para perderse y los peregrinos en muchas ocasiones necesitan esos momentos de soledad que buscan en los lugares más apartados.
Entonces fue cuando comprendí lo que no me estaba encajando en aquella pareja de peregrinos, Jacques era un delincuente y George su cuidador, y éste al ver la desaparición del joven no tuvo otra opción que denunciarlo ya que se encontraba bajo su responsabilidad.
Me parecía una historia diferente a las que había visto en otras ocasiones en el camino, al menos era una novedad para mí, por lo que me interesé por ella y busqué el momento en el que George se encontraba solo para acercarme a su lado y conocer de sus propios labios la historia de la peregrinación que estaban realizando.
Después de las reticencias iniciales que suele haber entre dos personas que se acaban de conocer, George me daba la impresión que se encontraba deseoso de compartir conmigo la historia de su camino, por lo que dejé que hablara mientras fumábamos un cigarrillo en el exterior del albergue.
Era profesor de matemáticas en un instituto de la capital francesa. Unos años antes, había recorrido el Camino y me confesaba que había sido una experiencia muy gratificante que le había permitido cambiar en la valoración que tenia de las cosas.
Cuando se enteró de un programa que el gobierno Francés tenía establecido para la rehabilitación de presos a través del Camino de Santiago se había integrado en él y ahora estaba realizando esa labor en la que creía ciegamente.
Me confesó que no creía en la prisión ni en los métodos de reinserción que en ella se aplicaban ya que cuando un joven entra en ella, como está en un proceso de aprendizaje, asimila al momento todas las cosas malas que hay en la prisión y los resultados que se pretenden conseguir con la privación de libertad son desastrosos. En cambio el plan de la rehabilitación a través del Camino, conseguía que el cincuenta por ciento de los que lo hacían no volvieran a delinquir.
Medio año antes, le habían confirmado que su solicitud había sido aceptada y le habían asignado a una persona para que fuera su tutor mientras recorrían el Camino como método para la rehabilitación del joven.
George solicitó todos los informes de la persona con la que iba a convivir durante los tres meses siguiente y la estudió con mucho detenimiento, deseaba convencerse y sobre todo convencer a los demás que el sistema que se proponía poner en practica era el mejor para los fines que se buscaban.
El joven que le habían asignado era Jacques, contaba diecisiete años y procedía de Marsella, una ciudad conflictiva para los adolescentes ya que las malas compañías les hacen caer enseguida en la delincuencia. Jacques vivía en uno de los ghetos de la ciudad, era de raza negra y junto a otros jóvenes de su cuadrilla había sido detenido después de un robo con violencia en el que llegaron a utilizar armas de fuego.
La sentencia que había dictado el juez, era de permanecer tres años en la cárcel o someterse a esa rehabilitación que se daba cuando el preso reunía ciertas circunstancias y en el caso de este joven se cumplían.
Solo era necesario un buen comportamiento por parte del reo para que el tutor emitiera ese informe favorable de buena conducta, George, estaba convencido que el Camino, se encargaría de hacer el resto.
Trasladaron a Jacques a Paris y desde allí, los dos comenzaron el camino que era un camino muy largo, debían ir desde Paris a Roncesvalles y desde allí a Santiago, pero en la capital Gallega no terminaba el camino ya que continuarían hasta terminar en Sevilla, tres meses de peregrinación, de sufrimiento y sobre todo de aprendizaje si se captan todas las sensaciones que el camino llega a aportarnos.
No resultó nada sencillo conseguir que dos caracteres y dos formas de ser tan distintas, pudieran llegar a compenetrarse, sobre todo, lo que más le importaba a George era lograr que la convivencia al menos no fuera tirante. Él tenía muy claro quién era el que siempre tenía la última decisión y así se lo hizo comprender al joven desde los primeros días, ya que con solo una llamada se terminaba la aventura y el joven regresaría de nuevo a la prisión.
No resultó nada fácil poder soportarse, además el profesor tenía que ejercer de tutor y sabía que muchas de las decisiones que tomara irían en contra de la voluntad del joven, pero cada vez que lo hacía era porque consideraba que era por su bien y aunque a los dos les molestara, no les quedaba más remedio que hacerlo.
Me confesó que el Camino para él se estaba convirtiendo en una experiencia bastante negativa ya que era muy grande la responsabilidad que había asumido y en días como hoy después de pensar que el joven había desaparecido, los malos tragos que debía pasar no se los deseaba a nadie.
Únicamente deseaba llegar cuanto antes a Sevilla y que terminara la tensión con la que diariamente estaba caminando, y aunque seguía confiando en el programa y sobre todo después de llevarlo a cabo era consciente que se trataba del sistema más eficaz, no volvería a repetirlo ya que para él, estaban quedando ocultos todos los buenos recuerdos que todavía conservaba de aquel primer camino que tanto le había aportado.
Hasta el momento, el comportamiento del joven, salvo alguna excepción, no había resultado tan negativo que a su regreso no le permitiera emitir ese informe favorable que le impidiera regresar de nuevo a prisión, aunque todavía le quedaba un mes por delante en el que podían ocurrir muchas cosas y esperaba llevarlas de la mejor forma posible.
Le felicité por la labor que estaba haciendo, según me la contaba, yo también creía que la alternativa que se estaba llevando a cabo en su país, evitaría que muchos jóvenes y personas que en un momento habían tomado una mala decisión, pudieran de una forma espléndida dar un giro y subsanar el error que en un momento pudieron haber cometido.
Además, económicamente, era una medida inteligente, ya que mantener a una persona en prisión tenía un coste muy superior a las dietas que daban a los participantes en el programa.
Me recordó a esos métodos que alguna vez se aplicaron en la edad media cuando en los caminos era frecuente ver el paso de reos a veces cargados con cadenas que por medio de la peregrinación conseguían purgar sus penas. Aunque eran métodos trasnochados, ya que ahora sería inviable ver a nadie cargado con cadenas, es la evolución, aunque en el fondo, no haya tanta diferencia.