almeida – 16 de noviembre de 2014.

Por nuestra mente siempre ha pasado la idea de que cuando afrontamos el camino, la experiencia que nos van a dar las vivencias diarias nos permitirá reflexionar sobre mu­chas dudas que tenemos y será el medio para poder afrontar­las y tomar la decisión más adecuada para nuestras vidas.

Buscamos a quienes puedan aportarnos algo, de quienes podamos beber en su sabiduría y conocimientos para adaptar­los a nuestras necesidades personales.

Esa búsqueda es estéril y conlleva grandes desengaños. No hemos sabido comprender cuál es el sentido del camino porque no hemos logrado encontrar esa varita mágica que nos permita resolver nuestros problemas.

La mayor sabiduría está en uno mismo. Somos quienes mejor conocemos nuestras debilidades y sabemos hasta dón­de podemos llegar. Poseemos la suficiente fuerza para resolver todas las situaciones adversas que se presentan a lo largo de nuestra vida, lo que ocurre es que no sabemos dar con ella.

En los momentos de soledad, por nuestra mente van pa­sando numerosas vivencias. Toda la biblioteca almacenada en nuestro cerebro la vemos pasar a cámara lenta como tratando de mostrar esas páginas que guardan la respuesta que esta­mos buscando.

La fortaleza interior permite que vayan brotando esas respuestas que siempre han estado con nosotros. Erróneamente hemos tratado de buscarlas por todos los lugares sin darnos cuenta de que se encontraban en lo más profundo de nuestro ser.

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