almeida –  22 de octubre de 2017

Me encontraba viendo una interesante película que emitían a través de la tele y en uno de esos largos lapsus que las cadenas hacen para reproducir los mensajes publicitarios, observé uno que trataba de reflejar unas personas que se comportaban como marionetas y hacían lo que ordenaba quien estaba manejando los hilos.

PUBLICIDAD

Como mi mente, todavía estaba pensando en la película que estaba viendo y ésta era sobre el Camino, no sé cómo, enseguida las dos imágenes se mezclaron y pensé que aquellas marionetas formaban parte de la película y no se había producido ningún corte en la programación, hasta que me di cuenta que estaba observando una cosa completamente diferente.

Pero pensándolo bien, no era tan diferente y unas imágenes podían estar en el contexto de lo otro. Me di cuenta que las marionetas también se encuentran en el Camino y desgraciadamente cada vez es más habitual verlas.

Una de las cosas que ha diferenciado al Camino, siempre ha sido esa sorpresa que nos causan las cosas que vamos observando a cada paso que damos. La perspectiva con la que solemos ver las cosas cuando vamos caminando, va cambiando cada instante. Un paisaje puede resultarnos maravilloso, pero cuando hemos avanzado media docena de pasos, lo vemos de una forma diferente y en muchas ocasiones es todavía más especial que como lo habíamos observado unos instantes antes. Esa es parte de la magia de este Camino en el que todo cambia cada segundo que estamos en él.

Pero la magia siempre es algo muy efímero. Recordé esa ocasión en la que en una reunión, una joven que iba a afrontar su primer Camino y tenía mil dudas sobre lo que le esperaba, al pensar que yo contaba con la experiencia suficiente para poder aclararle las dudas que tenía, me preguntó qué consejos podía darle para este primer camino que iba a hacer; qué llevar, qué cosas ver, qué hacer, cuánto caminar cada día,….

No lo dudé un sólo instante y le dije que se olvidara de toda la información que tenía del Camino, que rompiera la planificación que había hecho, que dejara en casa las guías que había comprado y fuera con la mente abierta, dispuesta a recibir esas sorpresas que el Camino tenía reservadas para ella, de esa forma disfrutaría como nadie de esta experiencia.

No sé si me comprendió del todo o si hizo caso de mi consejo, lo que sí estoy convencido es que al menos le dio que pensar y se replantearía como afrontar ese Camino.

Cada vez es más frecuente encontrarnos con peregrinos que llevan al detalle la planificación de cada una de las etapas que van a hacer en su Camino. Tienen bien definida la hora que se van a levantar cada día, lo que tienen que llevar dependiendo de cómo sea la jornada, los lugares que tienen que ver, los sitios en los que tienen que pararse, la hora a la que deben llegar al albergue, cuando se puede, está ya echa la reserva en el albergue. En fin un plan que cuando está tan elaborado se cumple a rajatabla y no se pasa nada por alto ni se apartan ni un solo ápice de cuanto llevan planificado.

El colmo de la peregrinación es cuando vemos a algunos que con las nuevas tecnologías ya llevan toda la sobre información que van a necesitar en una carpeta de su móvil y van realizando esa etapa según las indicaciones que éste le va haciendo “a cincuenta metros tomar el camino que sale a la derecha; la pendiente que debe afrontar tiene un desnivel del 13%; párese a contemplar el puente sobre el río que ve a la derecha; sobre el roble que está a cinco metros, hay un nido y por las mañanas puede verse como alimentan a las crías;…………..”

Ahora, el peregrino va viviendo su camino antes de haber puesto los pies sobre él, pero ese camino que está haciendo, no es el suyo, es el que otros han realizado antes y las sensaciones que va a percibir, ya las ha sentido porque otros se las han explicado y van perdiendo esa frescura que suele proporcionar la espontaneidad y ver por primera vez las cosas.

Cuando nos damos cuenta que esto no es lo que estamos buscando, es cuándo podremos disfrutar plenamente de esta aventura que para muchos es única, pero si las cosas las vamos viendo a través de los ojos de otros y por medio de los sentimientos que otros han tenido y han anulado por completo los que nosotros podíamos sentir. Cuando al final del Camino, rebobinemos todo lo que nos ha aportado, nos daremos cuenta que nos sentimos vacíos, que todas las sensaciones que al final tenemos son prestadas y en nuestro recuerdo no habrá ni una sola propia.

Es necesario que cuando nos planteemos hacer el camino por vez primera o lo repitamos por décima vez, sepamos cortar esos hilos invisibles que nos van dirigiendo como si fuéramos marionetas y no permitamos que éstos consigan matar esa sorpresa que va a ser lo que nos enriquezca cuando lleguemos al final de nuestra meta ya que habremos vivido todo lo que cada instante nos ha ido reservando para ese momento que lo observemos por primera vez.

Publicidad Dos sliders centrados