almeida – 2 de junio de 2014.

Todos los peregrinos guardan en su retina esa imagen que en alguna ocasión han tenido la suerte que el Camino les haya aportado y que para

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ellos cada vez que piensan en este sendero mágico, es la primera que viene a su mente.

Es para mi una de las cosas que más suelo preguntar a los peregrinos que llegan al albergue, ese momento en el que piensan cada vez que recuerdan el Camino y hay algunos que son especialmente emotivos.

Uno de los peregrinos que finalizó su jornada en el albergue de Tábara, lo tenía muy claro en el momento que surgió este tema, para él esa imagen fue el primer día de su primera vez que recorrió el Camino y cuando lo recordaba y lo compartía con los demás, un poco de emoción se mezclaba en cada una de las palabras que pronunciaba.

Cuando llegó a Roncesvalles, todo resultaba una novedad y no quería perderse ninguno de esos momentos sobre los que tanto había leído antes de comenzar su camino y que tantas veces habían aparecido en sus sueños.

Tenía especial interés por presenciar la misa que se celebra en la vieja iglesia en honor de los peregrinos que van a comenzar su Camino. Eran tantas sensaciones las que había leído que otros sentían en esos momentos que deseaba comprobar cuales eran las suyas y fue a la vieja iglesia del Monasterio para disfrutar con la misa cantada que los monjes hacían cada tarde en honor de los peregrinos.

Cuando se encontraba en uno de los bancos de madera situados a la derecha del templo, casi sin darse cuenta, alguien se puso a su lado, él estaba en un extremo por lo que le extrañó que alguien se situara en aquel lugar habiendo sitio libre en otros bancos de la iglesia.

Cuando se percató de la compañía que tenía a su lado, sintió una emoción muy grande. Era un peregrino belga que estaba postrado en una silla de ruedas, pero en ningún momento le vio como un peregrino, imaginó que sería alguien que había acudido a aquel lugar a disfrutar de este bello enclave navarro y se había quedado a presenciar aquella emotiva misa.

La sorpresa fue cuando al día siguiente comenzó a caminar y se encontró peregrinando al belga minusválido, no podía creer que aquella persona con las limitaciones que tenía en su cuerpo fuera a hacer el mismo camino que él.

Pero, esa jornada, llegaron hasta el mismo lugar, aunque el peregrino de la silla de ruedas llegó dos horas más tarde, cuando todos los que estaban ese día recorriendo la misma etapa, mostraron su alegría al verle pasar el puente de la rabia y llegar a Zubiri.

Las jornadas siguientes procuró caminar durante más tiempo a su lado y vio el enorme esfuerzo que debía hacer para superar esas adversidades que a veces el camino presenta y si son difíciles para quienes tienen todas sus facultades, pera alguien que las tiene mermadas supone un esfuerzo digno de admiración.

En algunos lugares, era imposible que la silla de ruedas pudiera avanzar por la estrechez del camino o lo escarpado que eran algunos tramos, pero en estas situaciones siempre había media docena de peregrinos que esperaban para levantar la silla de ruedas y superar aquellos obstáculos que de otra forma hubiera sido imposible superar.

Todos disfrutaban de la compañía de aquel peregrino que estaba demostrando que no hay nada imposible y su espíritu de superación animaba a todos los que lo veían seguir adelante, por eso quien me contaba esta historia, tenía previsto haber realizado el Camino en menos de un mes, pero no deseaba perderse aquella compañía y sobre todo seguir aprendiendo de todo lo que le estaba aportando, por eso fue espaciando sus etapas haciéndolas coincidir con las del peregrino minusválido.

Uno de los días más felices de su vida, fue cuando entraron juntos en la plaza del Obradoiro y se abrazaron celebrando el triunfo y esa lección de superación con la que el peregrino belga había obsequiado a todos los que coincidieron en su camino.

Desde que se separaron después de la misa del peregrino, no había vuelto a saber nada de él, pero pasaban muy pocos días sin que se recuerdo se hiciera presente, sobre todo en esos momentos difíciles que tenemos que superar en la vida y para hacerles frente traía a su recuerdo al peregrino que el Camino, puso en su camino.

Todos comprendimos que en algún momento de la historia, la emoción se fuera apoderando de la garganta del peregrino impidiéndole articular las palabras con fluidez, porque también todos hemos tenido en algún momento de nuestro Camino ese momento especial en el que alguien con el que caminábamos no nos ha dejado indiferentes y su recuerdo estará siempre que pensemos en el Camino.

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